PGR: INDICIOS DE ATROPELLO
El
titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), José
Luis Soberanes, anunció ayer que la dependencia a su cargo investiga
posibles violaciones a los derechos humanos de los cinco detenidos en relación
con los ataques perpetrados, en nombre de las Fuerzas Armadas Revolucionarias
del Pueblo (FARP), en sucursales de Banamex.
A decir del ombudsman, los acusados "desaparecieron" por
un periodo de entre ocho y doce horas entre su arresto y presentación
ante el Ministerio Público. Ello no sólo indicaría
una conducta anticonstitucional por parte de la Procuraduría General
de la República, toda vez que la Carta Magna ordena que los detenidos
sean presentados de inmediato al MP, sino que, en ese lapso, los presuntos
guerrilleros pudieron ser sometidos a torturas. Lo anterior se suma a las
sospechas sociales acerca de posibles ilegalidades perpetradas en contra
de los hermanos Cerezo Contreras, Pablo Flores Alvarado y Sergio Galicia
Max, por parte de la institución federal de procuración de
justicia.
Este clima de sospecha debe ser atajado, y para ello es
indispensable que la Procuraduría General de la República
(PGR) presente públicamente las correspondientes órdenes
de cateo y/o detención debidamente emitidas por una autoridad judicial,
documentos cuya existencia ha sido puesta en duda por organismos de defensa
de los derechos humanos. Asimismo, la dependencia debe responder a los
requerimientos de la CNDH, informar puntualmente sobre lo ocurrido en el
tiempo en el que se mantuvo "desaparecidos" a los presuntos miembros de
las FARP. Si en ese lapso fueron víctimas de maltrato, los servidores
públicos involucrados deben ser consignados de inmediato. Si no
se procede de esta forma, la institucionalidad democrática sufrirá
un primer y grave descrédito y se generarán condiciones propicias
para prolongar la severa distorsión del estado de derecho que, en
materia de garantías individuales y derechos humanos, padeció
el país durante el sexenio de Ernesto Zedillo.
Los posibles atropellos a los detenidos en relación
con los atentados contra sucursales de Banamex no son los únicos
casos en este sentido. Existen informes procedentes de Chiapas sobre un
preocupante retorno a los métodos de hostigamiento aplicados a lo
largo del gobierno pasado contra las comunidades pro zapatistas, métodos
que, en su conjunto, fueron descritos por organismos humanitarios de México
y del extranjero como guerra sucia. No puede obviarse, como factor de conformación
de una lógica represiva aberrante, el irresponsable señalamiento
contra la UNAM, formulado recientemente por un subprocurador, en el sentido
de que la máxima casa de estudios podría ser un "semillero"
de organizaciones armadas.
Sería trágico que la actual administración
recurriera a una estrategia semejante para combatir las expresiones de
descontento social, independientemente de si se trata de manifestaciones
pacíficas o violentas. En uno y otro casos, la institucionalidad
democrática tiene la obligación de respetar escrupulosamente
la legalidad vigente. De otra manera no se logrará más que
larvar y profundizar la irritación imperante en importantes sectores
de la población, ante lo que se percibe como una prolongación
de las políticas económicas neoliberales de los tres gobiernos
anteriores.
|