MIERCOLES Ť 22 Ť AGOSTO Ť 2001
ENTREVISTA
Zubin Mehta, director de la Filarmónica de Israel, habla en exclusiva para La Jornada
''El silencio, como las notas escritas, sirve para explicar la vida''
PABLO ESPINOSA
Zubin Mehta viste una playera roja que ostenta con letras doradas la palabra Mandalay. Sonríe en los intersticios de su tiempo consagrado por completo a una concentración como mandala: las partituras que porta bajo el brazo. Su trabajo que es el eje de la existencia que ha elegido. Las carga como acariciándolas. Parado frente a su orquesta, la Filarmónica de Israel, a punto de iniciar su ensayo, entabla el primero y definitivo de sus muchos puentes que mantiene en la nube el idilio de ambos, de él y de su agrupamiento, desde hace 40 años cuando se flecharon con una mirada, unas palabras sencillas y una leve broma. Levanta de tal forma, al repetir ese ritual cotidiano del amor, un polvo fino de aroma profundísimo: una risa contagiosa que repta, flota, se eleva por entre los atriles y las partichelas. Es evidente que se aman, él y su orquesta.
En cuanto blande la batuta, ya en pleno ensayo, el aire cambia sus aromas y se vuelven aún más irresistibles: la hermosa Scherezada, desde la partitura de Rimsky Korsakov que carga entre sus brazos y ahora descansa sobre el atril de todos y cada uno de los músicos, danza entre las cuerdas y enarca más las cejas, doncella concentrada, cuando Mehta enumera, gentilmente, una serie de correcciones, dicta, subraya, conduce, lleva a la orquesta hacia el buen decir.
Da la impresión, entonces, que lo más importante de la magia de la música está sucediendo aquí y ahora.
Mirada y magia compartida
Concluye el ensayo. La tensión retorna a los pasillos. Zubin Mehta vuelve a acariciar las partituras y las encamina desde el podio hasta su camerino, donde uno se siente al mismo tiempo huésped distinguido que intruso inoportuno, pues falta apenas una hora para que comience el tercer y último concierto de la Filarmónica de Israel en Bellas Artes y el maestro, como se mira en su mirada, se debe a lo que ha elegido como el centro de su vida: su trabajo, y queda poco tiempo, ha olvidado incluso que teníamos una cita. El camina concentrado en su trabajo. Y sonríe.
En cuanto entra al camerino se inunda el aposento de una energía cálida y nítida, un aura envuelve al músico y se concentra en su mirada: dos fanales poderosos enmarcados en ojeras permanentes, naturales, divisa de la India, que se clavan suavemente en la mirada de su interlocutor y la magia es entonces compartida.
Luego de una extensa y generosa charla, la mirada de Mehta retorna a las partituras que llevaba bajo el brazo. Quince minutos antes de iniciar el concierto, uno se lo imaginaría en pleno trajín de acomodarse el atuendo de director de orquesta, la mirada en el espejo, el detalle en el porte magnético con el que arrasa multitudes y mujeres. Pero no. El reportero ha olvidado sus bártulos en el sofá donde minutos antes había transcurrido la entrevista. Al retornar a su camerino de improviso, la irrupción lo sorprende sentado en el sofá, con su camiseta roja, se ha desnudado los pies y al lado de ellos y sobre sus piernas yacen las partituras y sobre ellas, sobre esas solfas mugrosas de tanto viajar en aviones y bellas de tanto sonar, está concentrada la mirada magnética de Mehta. Un maestro que ha logrado tentar los límites de lo perfecto y continúa aprendiendo.
Acababa, entre otras cosas, de conceder una exclusiva mundial a La Jornada. Aquí, para nuestros lectores, la entrevista:
-Usted viene en este momento de culminar su ensayo previo al concierto, le vimos hacer y decir cosas que el público no verá ni escuchará. ƑPara el concierto de esta noche por lo pronto, acaba entonces de acontecer la hora de la verdad, the real thing?
-Pues sí, porque es la hora en que organizamos todo como debe acontecer. Es lo más importante, por supuesto. Es un trabajo, además, que un director de orquesta no puede completar sino hasta después de tres o cuatro ensayos para lograr el nivel requrido para un buen concierto. Hay directores que desperdician mucho tiempo en algún detalle en particular de la partitura y pierden la visión del conjunto, el tono general de la ejecución, los límites. Y eso es toda una experiencia. Hay que volver siempre al principio, recomenzar todo el tiempo, entrar todos a compás, todos a la misma velocidad. Antes que nada, lo que necesitamos es saber qué queremos. Si la orquesta sabe lo que el director quiere, será capaz de darlo todo, de darse por completo.
-Karajan, en los conciertos apenas se movía, pero en el ensayo acababa de ser temible, terrible, implacable. En el caso de usted, maestro Mehta, resulta espectacular cómo hay un momento en el concierto en el que usted ya no se mueve, y es cuando más se mueve sin embargo...
-... es que -completa Zubin Mehta- dirigir una orquesta es, ante todo, comunicación, te muevas o no te muevas. Con un conjunto como la Filarmónica de Israel, que es mi orquesta, la comunicación fluye de tal manera que muchas veces no necesitamos ni siquiera las palabras. Nos sabemos el uno y el otro solamente con vernos a los ojos, con algún leve movimiento, un ligero gesto. Por ejemplo, la orquesta es capaz de ejecutar trece distintos tipos de acentos a lo largo de todo un pasaje sinfónico y sin necesidad de detener el ensayo para darles la indicación de qué tipo de acento quiero.
-Como una forma del amor, es decir la telepatía
-Sí, y que resulta del conocerse mutuamente, saberse. Por ejemplo, sé el espacio y el cuidado que mi oboísta necesita para respirar, para sentirse a gusto de decir sus frases, para expresarse su musicalidad. Y así con el resto de los músicos.
-Sí, vale la pena insistir en los momentos en los que usted está en el podio inmóvil, pero la profundidad de la mirada y el gesto hacen parecer que usted se mueve más que nunca.
-Eso se llama confianza absoluta.
-La música da también múltiples identidades. En cuanto a usted, Ƒcómo se relaciona con sus propias raíces indias?
-Debería preguntarle a los otros indios acerca de mí, y ellos siempre le podrán decir cuán indio soy: cien por ciento, soy absolutamente indio.
-Y desde raíces tan profundas, indias, Ƒcómo se relaciona con la más occidental de todas las músicas, desde el alto contraste?
-Bueno, en ese sentido mis raíces no son solamente indias. Por supuesto que desde mi padre y mi madre y durante siglos he sido indio. No corre sangre occidental por ninguna de mis venas. Pero mi padre fue el pionero de la música occidental en la India. Era autodidacta. De esa forma aprendió a tocar el violín. Y construyó la primera Sinfónica de la India, en Bombay. Mi padre era un milagro. Y aprendí de él. En mi casa, desde niño, sonaban siempre los cuartetos de Beethoven y las sonatas de Mozart.
-Pero usted estudió inicialmente medicina, hasta que dejó el hogar para irse a Viena y estudiar música, Ƒtambién es una forma de curar?
-Sí, y muy efectiva. Como curandero-músico siento que he hecho el bien de mejor manera que si fuera un médico. (Ríe de buena gana Mehta. Siempre ríe y se iluminan más los faros de sus ojos).
-Algo similar también a la poesía. ƑQué le interesa del acto de la lectura?
-Tengo en mis manos La muerte de Vishnu, de un escritor indio que habla de lo que me gusta: la vida en Bombay, que es mi ciudad y mi interés. Salman Rushdie escribe también mucho acerca de la India, por ejemplo en una de sus novelas aparece un personaje que nació en la misma habitación que yo. Su literatura me es muy próxima. También, por supuesto, otras muchas cosas leo, por ejemplo me gusta mucho Vidiadhar Surajprasad Naipaul, que nunca ha ido a la India pero siempre escribe sobre mi patria. Eso me interesa mucho, al igual que la poesía pero a ella la tengo siempre, porque la poesía vive en la música.
Sentirse siempre en casa
-ƑQué busca cuando lee, a sí mismo?
-Leo más acerca de mi patria porque no vivo en ella. Claro, por eso leo, tiene usted razón. Son libros que contienen mis raíces. Vivo fuera de mi país, así que necesito mantenerme indio. Eso me sucede cuando leo. Otra forma es que me esfuerzo en hablar mi lengua el mayor tiempo que puedo, porque no quiero perderla.
-La música y la poesía ocurren también en el silencio. ƑCómo se relaciona usted con el silencio?
-Difícil pregunta. Hay ciertos silencios en música preñados de tensión; en otros, en cambio, uno recibe la sensación de flotar y a veces el silencio es tan importante como lo que suena, como las notas escritas. Eso mismo sucede en nuestras vidas.
-ƑEs dura la vida de un director de orquesta en aeropuertos, hoteles, recepciones, soledad?
-Sería dura si yo le dijera que así la vivo, pero no me ocurre de esa forma, no me hago la vida difícil. Soy feliz entre mi casa en Los Angeles, mi hotel en Munich, mi hotel en Tel Aviv y mi casa en Florencia. De manera que me siento siempre en casa.
-ƑLe dice algo la música pop, el rock, la joven vanguardia?
-Lo que me ha conmovido hasta hace poco es el rap estadunidense, pero sus expresiones tempranas, no la cosa comercial en que se ha convertido en la radio. Hablo de los negros en las calles hablando de sí mismos, de sus pesares, de sus problemas, de manera idéntica a como gritan las paredes en algunos sitios de Los Angeles con los murales y los graffiti pintados por los chicanos y los inmigrantes mexicanos. Son murales conmovedores. Son expresiones artísticas semejantes: las pintas del Este de Los Angeles y los inicios del rap.
-Cosa que no siempre sucede con la música de concierto necesariamente.
-Cierto, porque en las salas de concierto interpretamos expresiones de personas que vivieron hace muchos años y muchos de ellos no reflejan el sufrimiento humano, las emociones, de manera tan cercana. Los compositores de hoy por lo menos no lo hacen, al contrario de los pintores contemporáneos, que sí manifiestan con claridad la expresión de nosotros y nuestros contemporáneos en sus obras. Todas de las sinfonías de Mozart, al contrario de la música pop que es unidimensional, viajan en esferas: de la alegría a la caricatura a los sentimientos más profundos a la geometría perfecta, contienen la vida entera. Una sinfonía de Mozart, como una de Mahler, nos retrata.