Ť Las polacas Walasiewicz y Klobukowska, y las hermanas soviéticas Press
Hombres que eran mujeres ganaron medallas olímpicas
ROSALIA A. VILLANUEVA
Cuando el Comité Olímpico Internacional (COI) aprobó el ingreso de las mujeres en el programa oficial de competencias a partir de 1900, en París, algunas campeonas o medallistas olímpicas estuvieron bajo la sospecha de que eran hombres, para lo cual se instituyeron pruebas al paso de los años bajo total hermetismo de la comisión médica del COI.
Sin embargo, cuatro nombres salieron a la luz pública, entre ellos, los de las polacas Stanislawa Walasiewicz y Ewa Klobukowska y de las hermanas soviéticas Tamara e Irina Press. Dos casos fueron confirmados; de los otros nadie lo sabe, sólo el COI, según la agencia Afp.
Walasiewicz ganó la medalla de oro y plata en 100 metros en 1932 y 1936. Fue la primera mujer que corrió la prueba por debajo de los 11 segundos.
Después de saborear las mieles del olimpismo se fue a vivir a Estados Unidos con el nombre de Stella Wash. En 1980 la polaca-estadunidense murió en un tiroteo y la autopsia que se le practicó reveló que era hombre.
Su compatriota Klobukowska había logrado oro en el relevo de 4 por 100 y bronce en 100 metros en 1964, en Tokio. Tres años después fue la primera atleta que no pasó el control de feminidad.
En ese entonces era un programa piloto del COI, que incluía una revisión ginecológica y los exámenes antidopaje, que luego se haría oficial en los Juegos Olímpicos de México 68.
Sin embargo, el primero pasó de una exploración física a un examen cromosómico (sobre células bucales), tras las quejas de las deportistas que pedían un control menos humillante.
La soviética Tamara Press, doble campeona olímpica de bala en 1960 y 1964, y en disco en este último año, prefirió abandonar la competencia justo cuando se empezaron a realizar los controles de feminidad en la siguiente cita. Irina, oro en 100 vallas y en pentatlón en las mismas ediciones que su hermana mayor, también se negó a comprobar su sexo.
Para todos era sabido que el barón francés Pierre de Coubertin siempre se opuso a la participación femenina en los juegos, porque pensaba que el papel de las mujeres debía limitarse a coronar a los vencedores.
Pero su misoginia terminó al aceptarlas en Amberes 1920; su compatriota Henry de Baillet, quien nunca compartió la visión del galo aristócrata, decidió crear la Federación Internacional Deportiva Femenina en 1921 y poner fin a esa discriminación.
Creado el organismo que representaba a las mujeres, ese mismo año se organizaron los Juegos Mundiales Femeninos en Gotemburgo y París. Sin embargo, fue en los juegos de Amsterdam 1928 cuando se oficializó la participación del llamado sexo débil con la presencia de alrededor de 300 mujeres, de las que 10 por ciento compitió en atletismo.
Contra viento y marea, muchos nombres de mujeres dejaron huella en la historia de los juegos de la era moderna, desde la británica Charlotte Cooper, primera medallista de oro en tenis.
También figuran Mildred Didrickson, primera estrella de la pista en atletismo o la marroquí Nawal El Moutawaki, primera campeona individual africana-musulmana, hasta la rumana Nadia Comaneci, la primera gimnasta en alcanzar la calificación perfecta de diez en Montreal 1976.