LA FIESTA EN PAZ
Que 55 años no es nada
Ť Leonardo Paez
FENOMENO SOCIOCULTURAL RIQUISIMO, aunque el espectáculo taurino en México carezca del interés de la academia y de una elemental curiosidad por parte de los intelectuales, desde 1526 -año de la primera función de toros en la capital de la Nueva España- constituye un termómetro bastante confiable para medir temperaturas de la sociedad donde dicho espectáculo se desarrolla.
PARA NO IR más lejos, cuando el martes 5 de febrero de 1946 el audaz empresario yucateco-libanés Neguib Simón (Mérida, 1896), en otra época asistente del gobernador Felipe Carrillo Puerto, logró inaugurar su Monumental Plaza de Toros México, para 43 mil espectadores -como parte de un fabuloso proyecto de Ciudad de los Deportes que incluía, además del coso, estadio olímpico, arena de box y lucha, canchas de jai alai, tenis y basquetbol, boliche, alberca, playa con olas, centro artesanal, cine y restaurante, así como cuatro amplias zonas de estacionamiento-, la población del Distrito Federal no llegaba a dos millones y medio de habitantes.
Y SIN EMBARGO el vanguardista inmueble fue insuficiente para albergar a los miles y miles de espectadores que de todo el país se dieron cita, contagiados de la manoletemanía y del mitote de ser parte de la historia, al menos por un día, quedándose centenares fuera.
RENATO LEDUC, A la sazón cronista taurino del deportivo Esto y enemigo de cualquier asomo de triunfalismo, salpicó de mordacidad su crónica alusiva al festejo inaugural, como si se tratara de una corrida de este extraviado 2001: "...ya estamos aquí, en espera de lo que pudo haber sido el acontecimiento taurino del siglo, si no fuera porque quienes lo organizaron son gentes que -a decir de uno de ellos- no distinguen un toro de lidia de una locomotora".
"YA ESTAMOS, AL fin -continuaba premonitorio Renato-, dentro de the biggest bull-ring of the world, o sea la plaza de toros más grande del mundo. ¿Se da usted cuenta de la influencia que aún en nuestras cosas más íntimas están teniendo ya los turistas?"
LUEGO DE CONFESAR que había pagado ciento cincuenta pesos por una barrera -el salario mínimo era de tres pesos cuarenta centavos y el dólar se cotizaba a cuatro pesos ochenta y cinco centavos-, Leduc se cura en salud respecto del resultado final de su croniquilla, ya que "nos tocó una silla de tule angosta y coja y nos va a costar trabajo guardar el equilibrio y al mismo tiempo anotar lo que pasa en el ruedo".
EN EFECTO, Y como suele ocurrir en estos casos, para la corrida inaugural -El Soldado, Manolete y Procuna, con sanmateos- la empresa tuvo que improvisar las localidades de barrera con sillas de madera, en tanto quedaban listos los estrechos asientos de lámina definitivos.
E IRONIZABA RENATO antes de entrar en materia: "...la enfermería, como el túnel que hay que atravesar para llegar allí, están más fríos que una fábrica de paletas... si algún diestro tiene la desdicha esta tarde de ir a parar al hule, si no muere de la cogida, morirá seguramente de una bronconeumonía..."