LA OBLIGACION DE PRESERVAR
El
amparo solicitado por la fundación Josep Renau de Valencia para
que el Ministerio de Cultura español intervenga ante la UNESCO y
el presidente Vicente Fox, por la destrucción de dos obras de los
creadores valencianos Josep Renau y Félix Candela en el ex hotel
Casino de la Selva, es un hecho que merece especial atención por
parte del gobierno mexicano.
La protesta de la fundación Josep Renau de Valencia
sobre el particular debe ser entendida como un legítimo reclamo
contra los arranques eficientistas de los gobiernos federal y estatal y
a favor de la salvaguarda del patrimonio cultural, no sólo de México,
sino universal.
El Casino de la Selva fue subastado por la Secretaría
de Hacienda y Crédito Público (SHCP), vía el Fideliq
(dependencia de Nacional Financiera) en 10 millones de dólares al
Grupo Costco-Comercial Mexicana para la construcción de una megatienda
de autoservicio, y a la fecha han sido destruidas obras de Renau, Candela,
Manuela Ballester, Jorge Flores y Reyes Meza.
Nuevamente los intereses económicos se impusieron
a los culturales. En una operación que despertó sospechas
justificadas, Fideliq vendió el Casino como terreno sin considerar
en ningún momento el valor de las edificaciones ni las obras artísticas.
Asimismo, llama la atención la lentitud con la
que actuó el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), al cual
corresponde la protección de las obras de acuerdo con la época
en que fueron realizadas. Cuando decidieron moverse ya era demasiado tarde:
los daños son irreparables. Ante este muy cuestionable descuido,
no es de sorprender la indignación de diversas organizaciones de
Morelos mismas que advirtieron desde tiempo atrás sobre los riesgos
que corrían las obras, sin que fueran escuchadas.
La situación se torna todavía más
delicada pues hoy no sabemos qué otros monumentos históricos
o artísticos están en riesgo por las ventas de Fideliq.
Si bien México es reconocido en el ámbito
de la cultura internacional por contar con magníficos conjuntos
arqueológicos, es de sobra sabida la muy dispareja capacidad de
nuestras instituciones culturales --además de las carencias presupuestales--
en materia de preservación y restauración. En general, hay
que aceptarlo, somos muy buenos para crear pero malos para preservar, claro,
salvo contadas excepciones.
También es cierto que los gobiernos en México
han tenido la incorrecta percepción de que nuestro patrimonio cultural
es fundamentalmente el arqueológico, cuando en realidad es la suma
de todas las obras de importancia creadas a lo largo del tiempo.
Que el reclamo venga de España es también
motivo de reflexión, porque se trata de un país en el que
la cultura ha sido históricamente una prioridad de Estado, tanto
de los gobiernos nacionales como de los autonómicos. Incluso, gran
parte de su turismo se debe al extraordinario patrimonio cultural. Algo
le podemos aprender.
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