LUNES Ť 27 Ť AGOSTO Ť 2001

REPORTAJE

Peligra el patrimonio musical mexicano por el descuido y la ignorancia

Lenta y silenciosa muerte del órgano

Tiene 500 años de vida. Con el paso del tiempo los fuelleros fueron remplazados por los sistemas electrónicos y los organilleros por los tecladistas. También se ha perdido la tradición de que en cada iglesia hubiera uno de estos instrumentos de viento. Para enfrentar esta situación, un grupo de compositores y directores de orquesta formó la asociación civil Organos Protege

MONICA SAVAGE ESPECIAL PARA LA JORNADA

organo_buentono03Angel Zacarías y su esposa, María, dormían en la bella caja del órgano del templo de Jerécuaro, Guanajuato. El espacio era suficiente para convertirlo en el primer terruño matrimonial. Zacarías era músico y tocaba ese instrumento; María, por su parte, cantaba. Las misas, con su presencia, serenaban el espíritu de cada oyente, pero cuando se inició la Guerra de los Cristeros y el cierre de los templos, la joven pareja silenció la voz y el sonido melodioso de las flautas.

Los soldados que llegaron al pueblo, rodeado de pinos, permitieron a Zacarías y su esposa quedarse en la iglesia a cambio de que el organista les impartiera clases de cornetín, instrumento siempre presente en las bandas de la milicia. De esta manera, cuando llegara su capitán, los militares podrían interpretar las piezas de la tropa.

Los militares no utilizaron las flautas del órgano, hechas de plomo, para hacer las balas de sus fusiles, como sucedió en la Revolución Mexicana. Algo similiar también ocurrió en Inglaterra, donde hubo una despiadada destrucción de órganos en tiempos de Cromwell, en los siglos XV y XVI.

Tal vez ni Cromwell, en Inglaterra, ni los soldados mexicanos que estuvieron en la iglesia donde tocaba Angel Zacarías sabían que el órgano, al principio, estuvo prohibido por la Iglesia, ya que se tocaba en las tabernas de Roma, pero con el tiempo se convirtió en el instrumento más apreciado por esa institución, hasta el grado de incorporarlo al rito litúrgico. Quizá lo más interesante es que, con todas estas historias, el órgano ha acumulado 2 mil 500 años de vida continua.

Patrimonio nacional en riesgo

En la sala de su departamento, en el quinto piso, Manuel Zacarías, hijo de don Angel, recuerda cómo su infancia transcurrió alrededor del órgano que tocaba su padre, quien lo instruyó primero a ser un buen fuellero, es decir, dar aire al instrumento. Ahora Manuel es gran organista.

Con el paso del tiempo, un sistema electrónico vino a sustituir a los fuelleros, un tecladista al organero y un Yamaha al antiguo instrumento musical. Muchos sacerdotes, a falta de recursos, desistieron de la reparación del órgano, por lo que sus fieles les ayudaron a comprar un órgano moderno y así, por una u otra razón, la tradición de que en cada templo católico hubiera un órgano y quien lo interpretara se fue perdiendo. Los grandes intérpretes, igual que los constructores de los instrumentos, tocaron la puerta del olvido, y el órgano que un día cobijó a Angel Zacarías y su familia, en Jerécuaro, se perdió.

Lo anterior es sólo parte de la historia incidental y propiciatoria de que órganos antiguos, de los siglos XVI al XIX, e incluso del XX, ya no existan. Algunos han sido desmantelados o usados como leña; sus flautas han servido de entretenimiento para los niños de un pueblo, quienes incluso las han vendido a extranjeros; otros se han convertido en roperos; algunos más en ceniza, por los incendios que sufrieron sus iglesias, o simplemente desaparecieron. Por eso, de manera silenciosa, ese patrimonio nacional se va perdiendo.

organo_catedral04Para hacer frente a esta situación Manuel Zacarías y un grupo de compositores, directores de orquesta e investigadores, como Angel Esteva Loyola, formaron Organos Protege AC, institución para asesorar a los templos que tienen un órgano tubular.

Esteva Loyola, organólogo, elaboró un registro muy interesante que detalla parte de los órganos que hay aún en el país. Al término del estudio, la Dirección de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural de México publicó el libro Voces del arte.

El estudio reveló que el órgano del siglo XVIII de la iglesia de Santo Domingo, en el Centro Histórico, ya no existe porque fue sustituido por uno moderno. Sólo se conservó su fachada.

En cuanto al del Anfiteatro Bolívar, de 1902, se desconoce su paradero, pues al parecer un ex rector de la Escuela Nacional de Música, localizada antes en ese lugar, se lo llevó a su casa.

En el templo de San Juan Parangaricutiro, Michoacán, se localizó la existencia de un órgano de 1683, construido por Juan Vital de Moctezuma, personaje reconocido por la Gran Audiencia como descendiente de Moctezuma. Del instrumento no se sabe nada. Desapareció.

El padre de Frida Kahlo retrató el órgano que se localizaba en la iglesia de Santa Catalina, en el Centro Histórico; sin embargo, el instrumento ya no existe. En la iglesia del Carmen, en San Angel, el que aún se encuentra allí no funciona. En el Conservatorio de Música había uno de 1905, se le tomaron fotos en 1940 y ya no existe.

En la antigua Basílica de Guadalupe se desarmó el instrumento y al parecer ahora se encuentra en una bodega del templo.

El órgano del Palacio de Bellas Artes, con más de 7 mil flautas, construido en 1934, fue desarmado y algunas de sus piezas se utilizaron para fabricar un Tamburini que está en el Auditorio Nacional, asegura el organista Juan Manuel Lara.

Con 32 años tocando en la iglesia del Buen Tono, centro litúrgico musical de la arquidiócesis, Lara relata que cuando se inauguró el órgano del auditorio se celebraban temporadas periódicas de conciertos, pero ante la falta de recursos se dejaron de hacer, por lo que ahora ha permanecido mudo muchos años. ''Ahora dicen que lo acaban de restaurar; yo todavía no sé cómo ande todo'', agrega.

En un lugar de clausura, en la iglesia de La Inmaculada Concepción, de San Miguel de Allende, Guanajuato, se encuentra un órgano del siglo XVIII, sin funcionar. En Metzititlán, Hidalgo, existe otro del siglo XVI inutilizado.

En Tepozotlán, estado de México, en la iglesia de San Francisco Javier, se localizó uno del siglo XVIII desarmado y sus flautas guardadas en una bodega. Por fortuna Susan Tatershall, personaje importante en el rescate de órganos antiguos, lo restauró. La lista es interminable.

Problemas para la restauración

Otras personas han encontrado en diferentes estados de la República instrumentos apolillados por ''tanto bicho'', asegura Alejandro Vélez, restaurador que trabaja en el rescate del órgano de la iglesia Del Cerrillo, en San Cristóbal de las Casas (Chiapas), instrumento del siglo XVIII con labrados en madera dorada.

En el Bajío, Oaxaca y la ciudad de México, de acuerdo con Vélez, la tendencia es restaurar, aunque el problema principal es la economía; por eso cuando se descomponen esos instrumentos los conocedores de estas ''joyas" los compran y luego ''muchos órganos antiguos, que son robados, van a parar a Estados Unidos".

Otra cuestión que dificulta la localización y arreglo de los órganos es que no siempre es fácil para los investigadores o restauradores el acceso a los templos; en Chiapas, por ejemplo, a pesar de que Vélez fue comisionado para hacer un diagnóstico, un padre ''viejito, viejito que tenía las llaves" no lo dejó entrar. Cosas más graves pueden suceder, como cuando el arquitecto Esteva llegó a uno de los templos de Tlaxcala para buscar un órgano y lo recibieron en forma agresiva.

''Llegué al templo y el encargado del mismo me preguntó: '¿qué quiere hacer?' 'Nada más quiero ver cómo está ese instrumento', respondí. 'Ahora no, tenemos que hacer una junta con el pueblo', señaló. 'Pero traigo una carta de autorización', repliqué. 'Permítame un momento...' En tanto yo esperaba, el padre subió al altar y dijo ante el micrófono: 'señores del pueblo, en estos momentos acaba de llegar un funcionario del gobierno que quién sabe qué va a hacer a nuestra iglesia, por favor reúnanse inmediatamente todos aquí'. No pasaron ni cinco minutos cuando llegó la gente con palos y machetes, la iglesia rodeada y yo en medio.''

Parte de la historia mexicana

Los primeros órganos que llegaron a México fueron españoles y portativos, ya que las carabelas en las que arribaron los ibéricos no tenían espacio suficiente para traer un gran órgano. Pero en poco tiempo ya no hubo necesidad de trasladarlos, pues los indios aprendieron a labrar la madera y confeccionar estos instrumentos.

El 15 de febrero de 1941 el compositor y organista Miguel Bernal Jiménez testimonió esta adecuación musical entre los indios de América y europeos a través del drama sinfónico Tata Vasco, en memoria de Vasco de Quiroga, que se estrenó por primera vez Pátzcuaro, Michoacán.

En su obra sinfónica, Bernal Jiménez expresa la forma en que los religiosos evangelizaron con música a los niños: ''Amados hijitos, poned atención. Así, quietecitos. ¡Silencio! ¡Chitón!'' Y enseguida el religioso preguntaba: ''¿Santo que tiene, Santo que tiene, Santo que tiene la vara en la mano, de qué santo lo será?'' El coro de niños respondía: ''San José''.

El primer gran compositor de órgano del cual se tiene noticia fue Hernando Franco, maestro de capilla de la Catedral de México de 1575 a 1585, cuyo nombre, curiosamente, se asemeja al del gran flautista contemporáneo mexicano Horacio Franco. En el siglo XVIII destacó Manuel de Sumaya, compositor y maestro de capilla de la Catedral de 1715 a 1739, y a él se debe la primera ópera mexicana.

Hoy los sacerdotes se instruyen musicalmente en el Instituto Cardenal Miranda, que dirige el padre Javier González. En este lugar se prepara a grandes intérpretes que después incluso se van al extranjero; sin embargo no todos los padres tienen acceso a esta educación, por tanto en sus misas la música que se escucha es de rondallas, estudiantinas o de órganos eléctricos. Lo anterior se permitió luego de que el Concilio Vaticano Segundo determinara que los instrumentos musicales de cada cultura podían entrar a los templos, de acuerdo con el padre José de Jesús Aguilar, encargado de asuntos culturales de la Catedral.

organo_buentono02Para el especialista en arte sacro, lo anterior trajo consigo una falta de cultura musical, por toda la música chafa que ha ido surgiendo en los últimos tiempos, pero también el padre explica lo difícil que resulta para la Iglesia contar con buena música e instrumentos en los templos del pueblo, pues restaurar un órgano antiguo es muy caro y además la Iglesia no tiene fábrica de órganos ni restauradores.

Por otro lado, el padre Aguilar lamenta que ''sea muy poco lo que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) puede hacer", pues se piensa que si los órganos están en custodia de la Iglesia, ésta tendría que encargarse de la restauración.

El granito de arena de Aguilar, en todo esto, es preparar espectáculos como el de Voces de Catedral, en el que mediante una representación teatral aparecen fantasmas, entre ellos el antiguo maestro de capilla Sumaya, que cuenta la historia de los órganos y cómo se quemaron la noche del 17 de enero de 1967. Al terminar el espectáculo, ''la gente se va completamente motivada para decir: yo necesito ayudar en esto", asegura el religioso.

El maestro Lara dice que la Iglesia podría hacer más, ya que antes se cultivaba el canto gregoriano en gran estilo, se tenían coros especializados, pero ahora, advierte, los sacerdotes ya ni siquiera la liturgia conocen bien confunden la solemne con la cantada, mientras los sacerdotes, obispos y arzobispos no tienen los antecedentes culturales para valorar un instrumento como el órgano antiguo.

Hay historias divinas que al paso del tiempo se han descuidado, como la construcción de los órganos durante la Colonia a cargo de las manos indígenas, cuando existía un deseo genuino por aprender la música y el canto. Toca hoy a las nuevas generaciones revivir estas historias de un patrimonio invaluable que nos legaron nuestros antepasados.