sabado Ť Ť septiembre Ť 2001

Alberto J. Olvera

Veracruz: un plebiscito fraudulento

El primer plebiscito en la historia del país se celebró el pasado domingo en Veracruz. El ejercicio resultó ser una manipulación frívola, absurda y descarada. Esta experiencia debe servir para que los actores políticos y la sociedad civil entiendan las limitaciones de los llamados mecanismos de democracia directa y empiecen a reflexionar sobre métodos más eficaces de participación ciudadana. El caso llama a reflexionar también sobre la conspicua persistencia del autoritarismo.

Veracruz vive una crisis económica y social sin precedentes. Todas las ramas agrícolas viven la peor crisis de su historia. Las denuncias de corrupción en diversos gobiernos municipales y en el propio gobierno estatal abundan. La emigración masiva afecta tanto al campo como a las ciudades. Hay múltiples conflictos políticos en las zonas indígenas. Un plebiscito debería haberse referido a leyes y políticas que atendieran estos problemas.

Lejos de ello, el plebiscito fue convocado como una iniciativa personal del gobernador Miguel Alemán, quien definió las preguntas sin consultar a la sociedad civil ni al Poder Legislativo, todo con un fin muy preciso: legitimar el proyecto del gobierno estatal de apropiarse de la zona arqueológica de El Tajín para desarrollar libremente sus proyectos turísticos.

El plebiscito se decidió y ejecutó en un plazo de sólo 10 semanas, invirtiendo la astronómica cantidad de 32 millones de pesos, sin contar los gastos realizados por diversas dependencias estatales y por el PRI. Pero lo peor de este proceso fue su intrascendencia. Las preguntas que se plantearon a la ciudadanía no se referían a ninguna ley ni programa ni a problemas reales de la población. Su sola mención llama a escándalo: 1. ƑConsidera usted que el gobierno del estado debe tomar medidas para garantizar a los veracruzanos la impartición y administración de justicia... y el respeto a sus derechos? 2. ƑConsidera usted que el gobierno... debe crear un órgano encargado de la promoción y la preservación de las lenguas, culturas y usos y costumbres de los pueblos indígenas? 3. ƑConsidera... que el gobierno debe tomar medidas para conseguir más recursos federales? 4. ƑConsidera que el gobierno debe promover una auditoría técnica a Laguna Verde? 5. ƑConsidera usted que el gobierno debe seguir promoviendo la organización de la Cumbre Tajín?

Increíble, pero estas fueron las preguntas del plebiscito. La primera es ridícula, pues es responsabilidad del gobierno garantizar la vigencia del estado de derecho. La segunda es cínica. El gobernador no preguntó si hizo bien en obligar al Congreso estatal a aprobar fast track la reforma constitucional en materia de derechos indígenas, sino si se acepta la creación (ya decidida desde hace meses) de un aparato burocrático para špreservar las culturas indígenas!, como si esta preservación dependiera de una oficina. La tercera es vaga y de obvia resolución. La cuarta es una especie de burla a la sociedad civil veracruzana, que durante los últimos 15 años ha exigido en todas las formas y en todos los foros la auditoría técnica a la planta nuclear de Laguna Verde. El gobernador Alemán tampoco ha atendido esta petición ni recibido nunca a sus promotores. La quinta es la única que le interesaba al gobernador, cuya principal vocación parece ser la de empresario turístico.

Peor aún, los resultados iniciales demuestran que la votación fue manipulada de acuerdo con los viejos usos y costumbres del PRI. El domingo pasado, con 30 por ciento de las casillas, la votación anunciada por el Instituto Electoral Veracru-zano (IEV) era de 9.4 por ciento, de suyo excesivamente alta dado que prácticamente nadie se paró en las casillas. Sin embargo, este miércoles, con la información otorgada por los consejos distritales, subió a 16.14 por ciento gracias a la "entusiasta" participación en los distritos rurales y en Coatzacoalcos, tierra del actual líder del PRI, donde llegó a un asombroso 24 por ciento. Los partidos de oposición no tuvieron ni la capacidad ni el interés de vigilar las casillas, por lo que el PRI pudo despacharse con la cuchara grande.

El papel de los partidos de oposición y el IEV fue francamente lamentable. El PAN y el PRD avalaron el ejercicio en vez de detenerlo en su propio origen, dado lo absurdo de las preguntas y su evidente ilegitimidad. El IEV se prestó también acríticamente a la maniobra, demostrando su total falta de autonomía.

El plebiscito veracruzano no sólo fue una burla a la ciudadanía. Fue también un modo de revivir un fantasma que se creía conjurado: el fraude electoral. Que los partidos pongan sus barbas a remojar: las próximas elecciones no están lejos.