MIERCOLES Ť 5 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
ASTILLERO
Julio Hernández López
LO PRIMERO QUE ha de consignarse aquí, para filosofar con orden, honradez y ornato, es que todo en la vida pública mexicana actual es cuestión de tiempos (es decir, relojes).
TIEMPOS AUTORITARIAMENTE ADULTERADOS por el Presidente del cambio resultan ser ahora los del Horario de Verano. A destiempo, a minutero pasado, la Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró ayer, por unanimidad de los diez magistrados que del asunto conocieron, que es inconstitucional el decreto presidencial que instauró la programación cronológica vigente.
EL PRESIDENTE DE la República no tenía derecho a obligar a los mexicanos a modificar la marcación que llevaban sus máquinas del tiempo. Tampoco el principal opositor a esos trasiegos numerales, el tropical jefe del gobierno chilango. En realidad, dijeron los señores jurisperitos (los Rolex de lo judicial), la decisión del caso corresponde a la soberanía del Congreso de la Unión, así es que a partir del 1Ɔ de octubre próximo serán los legisladores federales quienes legítimamente ordenarán atrasar o adelantar las mediciones humanas del tiempo en México.
PERO TALES LEVANTADEDOS transicionales tampoco muestran gran pericia en el arte de manejar los tiempos. Ayer, por ejemplo, acordaron los señores senadores instruir al Presidente de la República a que trate de llegar a acuerdos con su similar estadunidense para que se legalice la estancia de nuestros paisanos en la nación vecina.
SE HUBIERAN EVITADO LA molestia de emitir tantas palabras sobre el punto si, a tiempo, se hubieran enterado de que el poder real (es decir, no el Legislativo) ya estaba dando por largamente demorado el tópico ante el honorable congreso de Internet. Univisión, la empresa estadunidense de televisión especializada en los asuntos llamados latinos o hispanos, había organizado un chat con el Presidente de México, en el marco de la visita que hoy comienza oficialmente. En el mencionado chat el guanajuatense de vocación texana ya no se desbordó en exigencias a los gringos para que abran las puertas sin condiciones a la mexicanada. Por el contrario, tuvo que soltar la más neta de las netas: "No hay un acuerdo migratorio total. En nuestra visita a Washington sólo daremos un paso más en la búsqueda de un acuerdo migratorio con Estados Unidos", dijo a los indocumentados el bien documentado Fox.
SIN COSA MEJOR que hacer, este hispano tecleador leyó la mayoría de los correos que con esperanza le enviaron vía Univisión a Fox y que éste leyó y contestó en México, acompañado por Jorge Ramos, el conductor estrella de aquella empresa. Para empezar, es evidente que la distancia es aliada del Presidente. La mayoría de los paisanos mantienen una esperanza viva de que Fox pueda, cuando menos, arreglar dos cosas: la corrupción y el tema migratorio.
PERO FOX SE sinceró ayer con la misma delicadeza que lo haría una regadera que en lugar de agua templada tuviera hielo: la regularización de los indocumentados "no es posible a corto plazo", dijo en el diálogo cibernético. Luego les dio clase de ciencia política a quienes no hicieron sino creer en los aceleres botísticos: "Creo que hay que trabajar paso a paso en este tema que tiene demasiadas aristas políticas".
Y CORRIGIO SUS relojes mal sincronizados, pues no fue él, Fox, quien alentó esos sueños, sino los propios paisanos que tal vez adormilados por tanta faena indocumentada se fabricaron sus propios horarios falsos (el tiempo, siempre el tiempo): "Aunque había mucha expectativa entre la comunidad mexicana de Estados Unidos, la verdad es que, como gobierno, no nos habíamos propuesto llegar a un acuerdo migratorio total durante esta fecha". Pero la esperanza muere al último (de cada sexenio o cuatrienio, según el caso): "Tengo todavía seis años de gobierno y el presidente Bush cuatro, de modo que creo que se puede a largo plazo".
EN OTRA DE sus revelaciones internéticas, el Presidente de México dijo que aun cuando el PRI está en plena ofensiva, tratando de mostrar una nación en crisis y un gobierno de planes fracasados, él está decidido a buscar alianzas con el partido tricolor para sacar adelante proyectos legislativos importantes. Reconoció, además, que no ha podido atrapar peces gordos en materia de corrupción ("tal vez" porque esos rechonchos animales de escama "no dejaron huellas", señaló, sin explicar cómo podrían detectarse en el agua las pistas de esos nados). Ni siquiera en el caso del pez de peces, Carlos Salinas de Gortari, a cuyo gobierno, dijo don Vicente, se le seguirá investigando.
LOS RELOJES DE la elite mexicana seguirán siendo ajustados por estadunidenses, manos expertas a lo largo del día. Jorge Castañeda anotó a Colin Powell en la solitaria lista de aquellos con quienes no ha podido pelearse, y la visita del Presidente mexicano al estadunidense quedó bien definida en los términos de aparatosa intrascendencia que tanto gustan a la comitiva mexicana y de nada sirven a México. El general Rafael Macedo de la Concha, por su parte, firmó con el procurador estadunidense un convenio para compartir bienes de narcotraficantes que han sido decomisados.
OTROS RELOJES MARCABAN acá, en tierras hispanoparlantes, horarios diferentes y a veces incomprensibles: López Obrador navega entre ir o no ir personalmente a entregar su Informe de gobierno a la Asamblea Legislativa, pues, dice el secretario José Agustín Ortiz Pinchetti, no se quieren "rijosidades políticas". Arturo Montiel, por su parte, ya decidió que no irá al Congreso del estado de México. Luis H. Alvarez anda entre académico y desesperado (las manecillas le parecen congeladas y él quiere que avancen al encuentro del tiempo histórico). Felipe Calderón no quiere saber de ajustes de relojes: nada de reformas a la reforma en materia indígena, dice.
YA PARA terminar esta inmersión por los túneles del tiempo, dese cabida aquí a una parte de la carta enviada ayer por el senador perredista Jesús Ortega a esta columna. En el texto, el aguascalentense dice coincidir con el Astillero del pasado martes en el que se habla de las crecientes identidades políticas entre el PRI y el Presidente. "Algunos datos que manejas son interesantes y no hay que perderlos de vista", sobre todo para oponerles visiones y acciones plurales y no excluyentes ni intolerantes. Pero "no tengo conocimiento de las razones por las cuales el compañero Batres no participó en el programa al que haces referencia, y hubiera sido correcto que él, como coordinador de los diputados perredistas, también estuviera dando sus puntos de vista. Lo que me parece inadmisible es que, en tu columna, sugieras que yo fui invitado no por la representación que tengo -coordinador del grupo del PRD en el Senado-, sino por ser un 'perredista propicio'. Esa insinuación, Julio, está cargada de intolerancia y es también excluyente a voces discordantes".
OJALA EL SENADOR Ortega se haya quedado con una copia de la carta para que, en próximas sesiones mediáticas en las que haya exclusión e intolerancia contra su compañero Batres, así lo haga constar y lo denuncie, como no lo hizo en Zona Abierta, de Televisa.
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