LEY INDIGENA: CONVOCATORIA IMPROCEDENTE
El
comisionado para la Paz en Chiapas, Luis H. Alvarez, formuló ayer
un llamado "a todos aquellos que se han destacado por su conocimiento de
la problemática y su trabajo en beneficio de los pueblos indígenas"
a participar en un debate nacional, "serio y responsable", que desemboque
en la aplicación de las reformas constitucionales en materia de
derecho y cultura indígenas aprobadas por el Congreso de la Unión
y una mayoría de congresos estatales, y rechazadas masivamente por
los propios indígenas.
Una expresión significativa de ese rechazo ocurrió
precisamente la víspera del mensaje del comisionado, cuando 247
municipios de Oaxaca y el gobierno de Tlaxcala presentaron ante la Suprema
Corte de Justicia de la Nación sendas controversias constitucionales
contra esas modificaciones legales.
Luis H. Alvarez dijo en su mensaje que "no es prudente
ni mucho menos responsable sugerir una supuesta falta de legitimidad de
la reforma, puesto que su aprobación se sujetó a los procedimientos
establecidos de antemano", y argumentó que el gobierno que representa
"a todas luces ha dado muestras certificables de su compromiso por la paz".
Desgraciadamente no parece probable que la exhortación
del comisionado para la Paz surta un efecto positivo en la empantanada
circunstancia chiapaneca, ni que contribuya a resolver la fractura entre
la formalidad institucional del país y los pueblos indígenas.
Por el contrario, lo dicho por el ex integrante de la
Cocopa podría ser interpretado como una nueva descalificación
gubernamental de cuanto han expuesto y argumentado, desde enero de 1994,
las organizaciones indígenas, armadas o no, en el sentido de que
no es ética ni políticamente aceptable que la suerte de los
pueblos indígenas se decida sin tomarlos en cuenta en tanto que
sujetos de su propio acontecer.
Toda vez que hay en curso controversias de constitucionalidad
--nada menos que 270-- contra las reformas mencionadas, la legalidad de
éstas ha sudo puesta en tela de juicio; en cuanto a su legitimidad,
quedó en entredicho desde el momento en que la gran mayoría
de las representaciones indígenas las repudió por considerar
que no satisfacen las demandas de ese sector de la población.
Por lo que se refiere al compromiso por la paz esgrimido
por Alvarez, los acontecimientos de los meses recientes lo han puesto en
duda. No se trata únicamente de la inexplicable y trágica
pifia gubernamental de enviar la iniciativa de la Cocopa al Congreso sin
haber realizado antes la negociación política que se requería
para su aprobación --con lo cual se abrió la puerta para
que la desfiguraran y distorsionaran los legisladores afectos a los criollismos--,
sino de una renovada política de hostigamiento contra las comunidades
que en Chiapas simpatizan con el zapatismo.
En otro sentido, el debate nacional al que ahora convoca
el comisionado se inició desde antes de que fueran aprobadas las
reformas, se desarrolló de manera seria y responsable hasta donde
se sabe --es decir, con argumentos expuestos y difundidos por ambas partes--
y culminó con la constatación de una evidente fractura entre
las comunidades indígenas y quienes han trabajado por su dignificación,
y las posiciones encomenderas que dominan el Poder Legislativo y buena
parte del Ejecutivo.
Lo dicho ayer por el comisionado parece indicar, en suma,
que el gobierno del presidente Vicente Fox no ha cobrado conciencia del
nuevo agravio cometido contra los indígenas con la aprobación
de unas reformas adulteradas que de ninguna manera reflejan los acuerdos
de San Andrés.
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