Ť Los casos, tanto en delegaciones rurales como en zonas urbanas
Ocupa DF el segundo sitio en linchamientos
Ť Robos y atentados a la comunidad, entre las causas, revela estudio
SUSANA GONZALEZ G.
De un centenar de linchamientos ocurridos en el país entre finales de los años ochenta hasta el término de la década siguiente, el Distrito Federal ocupó el segundo lugar ?sólo superado por Oaxaca?, al concentrar 16.5 por ciento de los casos, los cuales ocurrieron en poblados de delegaciones rurales, como Milpa Alta, y en barrios populares, como Tepito.
En 50 por ciento los casos culminaron con la muerte de
la víctima y en el resto ésta pudo ser rescatada por la policía
u otra autoridad, en tanto que los involucrados plantearon en general que
sólo se buscaba el castigo o escarnio del linchado, como modo de
obtener la reparación de algún daño, según
se establece en los resultados de la investigación (In)justicia
por mano propia: linchamientos en el México contemporáneo,
de Carlos M. Vilas, miembro del Instituto de Investigaciones Sociales de
la UNAM.
Al concentrar 25 por ciento de los casos estudiados,
los asaltos representaron la primera causa por la que los miembros de una
comunidad determinaron linchar a una persona. Enseguida se ubican aquellos
considerados como "atentados contra la comunidad", que van desde faltas
de respeto a las actividades del lugar, robo a escuelas e iglesias, hasta
la negativa a realizar trabajos comunitarios. Abajo de éstos se
encuentran los asesinatos y las violaciones.
Según Carlos M. Vilas, la golpiza multitudinaria con puños o palos, machetes y piedras predomina sobre cualquier otra forma de castigo, al tiempo que la brutalidad y ensañamiento que la caracteriza "es similar a la que se denuncia a las autoridades o a la conducta de la que se acusa a la víctima del linchamiento".
Además el autor considera que "el recurso de la golpiza también indica la falta de distancia física entre los linchadores y su víctima para reforzar el sentido de justicia por mano propia... Hace más diferenciado al autor efectivo del hecho y refuerza una dimensión colectiva que favorece en el imaginario de los linchadores la idea de que es 'la comunidad', 'la gente' y 'el pueblo' el responsable".
Recuperación de la violencia punitiva
A partir del análisis que hace de 103 casos que recopiló de 1987 hasta 1998, cuyos resultados fueron difundidos por la Revista Mexicana de Sociología, el investigador considera que los linchamientos pueden interpretarse como "actos de recuperación privada de la violencia punitiva como reacción a la ineficacia de las instituciones públicas para hacer efectiva su propia legalidad".
En tal sentido, Vilas define un linchamiento como una acción colectiva, de carácter privado e ilegal, puesto que la acción es ejecutada por individuos que no cuentan con autorización o delegación de autoridad institucional formal y que puede provocar la muerte de la víctima, aunque por lo menos implica un severo castigo físico. La víctima "se encuentra en inferioridad numérica abrumadora frente a los linchadores", lo que a la larga les otorga a éstos impunidad.
El investigador advierte que este fenómeno social no se presenta de manera aislada a otros hechos de violencia, puesto que entre los casos que analizó existía un clima persistente de violencia cotidiana, enfrentamientos entre aldeas y comunidades, delincuencia común, ejecuciones vinculadas con el narcotráfico, extralimitaciones policiales, grupos armados y actividad guerrillera, entre otros problemas.
Si bien establece que la mayoría de los casos ocurrió en lugares rurales, casi en una proporción de tres a uno respecto de los registrados en sitios urbanos, el Distrito Federal ocupó el segundo lugar al contabilizar 16.5 casos en el periodo estudiado, abajo únicamente de Oaxaca, con 18.4 por ciento del total, pero por encima de Chiapas y Guerrero, los cuales ocuparon el tercero y cuarto lugares, respectivamente.
Asegura que los linchamientos ocurridos en espacios urbanos "tuvieron lugar mayoritariamente en ámbitos caracterizados por relaciones socioculturales fuertes y de vigencia intergeneracional". Como ejemplos menciona algunos acaecidos en las delegaciones Milpa Alta e Iztapalapa, así como en el barrio de Tepito, donde varios policías se convirtieron en víctimas de este fenómeno.
En cuanto a los participantes del linchamiento, el investigador pudo detectar que si bien los hombres se encargan de la aplicación del castigo físico a la víctima, cualquiera que éste sea (desde golpes hasta el ahorcamiento o quema), "el involucramiento de las mujeres se da sobre todo en la denuncia del hecho que actúa como detonante, en el estímulo a los varones y en las deliberaciones que se adoptan respecto de qué hacer con la víctima".
Reporta que varios casos han estado precedidos de deliberaciones de la comunidad, mismas que parecen enfatizar "el carácter justiciero" que los participantes adjudican a sus acciones, ya que de manera explícita se invoca "la observancia de un derecho comunitario de usos y costumbres como legitimación del linchamiento."