LUNES Ť 10 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
MEXICO S.A
Carlos Fernández-Vega
SI LA CRISIS de los dulces empresarios -que de la noche a la mañana se vieron sin deudas- hubiera derivado en algo distinto a la "expropiación" de 27 ingenios azucareros, todo indica que el grueso de los integrantes del Senado de la República no hubiera abandonado la somnolencia que le caracteriza en el análisis y solución de los delicados problemas nacionales.
A DICHA INSTANCIA republicana bien podría asignársele un premio por puntualidad: tan sólo ocho años tardó en despabilarse y enterarse de que los amigous del vecino país del norte habían pasado a cuchillo a la mayoría de los ciudadanos de a pie de este heroico país, utilizando para ello el Tratado de Libre Comercio y los diferentes instrumentos "paralelos", impuestos en su momento por el succionante Bill Clinton.
EL PASADO JUEVES -6 de septiembre de 2001-, el Senado de la República acordó "dejar sin efecto las cartas paralelas del Tratado de Libre Comercio firmadas en 1993, toda vez que no fueron ratificadas por esa Cámara, no han sido cumplidas por Estados Unidos y lo único que han provocado es el desplome agropecuario del país y una severa crisis en la industria azucarera. El acuerdo, que no tiene precedente en el Senado, ya que es la primera vez que ese órgano legislativo desconoce un convenio comercial, se tomó pese a la reticencia de la cúpula panista, que sin Diego Fernández de Cevallos no pudo detener a los priístas, que finalmente se impusieron al formular la propuesta a partir de una intervención del senador del PAN Gerardo Buganza." (La Jornada, Andrea Becerril).
MIENTRAS EL SENADO de la República "no ratificó" las "cartas paralelas", de acuerdo con su propio señalamiento, en siete años de TLC (en ejercicio a partir del primero de enero de 1994) la violación del acuerdo por parte de los amigous norteños ha sido sistemática (transporte, escobas y aguacate, entre otras maravillas). En este sentido, el renglón azucarero no tendría por qué haber quedado fuera de dicha práctica.
A PARTIR DE octubre de 2000, el gobierno estadunidense debió permitir la entrada, libre de arancel, del excedente azucarero mexicano, pero su par mexicano optó por "no faltarle al respeto" a su vecino y mantener la relación en un nivel de "franco y respetuoso entendimiento". Así, mientras el azúcar nacional de plano no entró al mercado del norte en los volúmenes comprometidos en el Tratado de Libre Comercio, la importación de alta fructosa de origen estadunidense inundó el mercado mexicano.
EN 1992 -antes de entrar en vigor el TLC-, la importación de ese producto llegó, en números cerrados, a 16 mil toneladas. Nueve años después, el volumen se aproximará a las 660 mil toneladas, lo que representa un incremento de poco más de 4 mil por ciento en el periodo. Una situación completamente distinta registra la exportación de los excedentes azucareros mexicanos: en 2000 el gobierno de Estados Unidos sólo permitió la entrada de 116 mil toneladas, casi 20 por ciento de las aproximadamente 600 mil disponibles para tal efecto. Durante el presente año, alrededor de 530 mil toneladas han corrido igual suerte.
DE TODAS MANERAS, el balance es positivo: los negociadores del gobierno de Bill Clinton en el acuerdo trilateral hicieron bien su chamba y sacaron la mejor parte, cuidando los intereses estadunidenses. Pero, sin duda, el éxito redondo correspondió al gobierno salinista, en especial a su secretario de Comercio, Jaime Serra Puche, quien, en el asunto de la fructosa, compartió créditos con el empresario azucarero-refresquero Juan Gallardo Thurlow, a quien los del cambio le hicieron el favor de expropiarle sus quebrados ingenios.
PERO EL CAOS en la industria azucarera mexicana trasciende, por mucho, el incumplimiento estadunidense del TLC. No es posible dejar a un lado la indiscriminada autorización de créditos públicos para pagar cartera vencida de los ingenios con instituciones gubernamentales (derivada de la misma práctica, en el círculo perpetuo), la falta de inversión, la política de subsidios (los destinados a la tortilla se cancelaron porque "no tenían justificación", de acuerdo con los voceros oficiales) para exportaciones nunca realizadas, las "ordeñas" de todo tipo y la permanente falta de supervisión y control -entre otros muchos factores- han hecho de la relación gobierno-empresarios azucareros una delicia para el equilibrio de las finanzas públicas.
Y MIENTRAS ALGUNOS personajes de la política a duras penas recuerdan, otros de plano no pueden olvidar. Claudio X. González (afectado por la expropiación bancaria de José López Portillo, aunque beneficiado por la reprivatización de Carlos Salinas de Gortari, en ambos casos como accionista de Banamex) se mostró preocupado por el decreto foxista del pasado día 3, toda vez que representa una "pésima señal" para los inversionistas (nacionales y extranjeros). El presidente del Consejo Coordinador Empresarial, ex asesor del inquilino de Dublín y ahora amigocho de la primera dama, sacó su bola de cristal y adivinó: "hay un desastre" en algunos sectores agroindustriales; "cuando se tiene que aplicar una expropiación es que estamos haciendo las cosas muy mal; lamentaríamos gigantemente (sic) que sea un viraje o un retroceso al pasado, porque si no, Ƒpara qué el cambio dentro del país?"
QUIEN DE PLANO se llevó la ovación del respetable fue el presidente de la Asociación de Banqueros de México, Héctor Rangel Domene, para quien la expropiación de los 27 ingenios azucareros no resolverá los problemas del sector; fue una medida "extrema contra el estado de derecho". Una maravilla, desde ya el chascarrillo del año: el representante de los banqueros privados mexicanos reivindicando el estado de derecho. Buenísimo.
Las rebanadas del pastel:
Hablando de memoria, el chiquillo mayor se enojó porque algunos analistas de plano no creen en la veracidad de las cifras que maneja y presume: "Hicimos muchas aclaraciones en el Informe presidencial y todavía hoy leo a periodistas que dicen: no, las cifras que dijo Fox deben de verificarse. Yo no sé por qué la incredulidad." Tiene razón, porque el manejo de cifras es su fuerte, por ejemplo, las correspondientes al crecimiento del producto interno bruto en el año (7, 4.5, 4, 3, 2, 1, 0) o las relativas a los sueldos de los funcionarios de primerísimo nivel en el gobierno del cambio (sin compensaciones)... El inquilino de Los Pinos redondeó el concepto: "yo soy una persona que habla con la verdad, y cada una de las cifras que ahí se dijeron por supuesto que están sustentadas y que son reales."
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