LUNES Ť 10 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Ť Hermann Bellinghausen
De la misma voz
A qué negro ese, Artemio. Mire que por aquí somos prietos, pero tan de a tiro chapopote, ni los ancianos. Las primeras semanas los niños se acercaban a tocarle la piel, les daba tentación, no podían creer. Si no era en fotos de las revistas, no habíamos visto nadie así. Ni los güeros peludos impresionaban tanto, de esos siempre han pasado, tenemos la costumbre de verlos.
Artemio estaba hecho de otra materia, su pellejo haga de cuenta que era de animal más fuerte, como le diré, más duro. ƑConoce el tapir? En realidad se llamaba Artimúz, y venía de Kerala, o sea que no era negro de Africa, negro él no se consideraba. Como no dio más detalles, fue mucho después que nos enteramos, precisamente por unos güeros, que Kerala queda en la India; nos enseñaron un mapa que traían. Los güeros siempre cargan mapas.
Artemio llegó sin mapas ni aparatos, sólo un papelito con el nombre de nuestra familia y el del pueblo. Dijo que venía a aprender, que si se podía quedar un tiempo. Ofreció trabajar mientras en lo que le indicáramos. En resumidas cuentas, estaba dispuesto a lo que fuera con tal de cantar con mi padre, que no eran tan viejo como ahora, y mis tíos. Artemio supo de ellos y oyó sus grabaciones viviendo en Inglaterra.
Nosotros cantamos por tradición, no por necesidad. Somos ya muchas generaciones, en todo Sotavento y el Istmo usted dice nuestro apellido y enseguida la gente piensa, ah, los que cantan. Los conjuntos nos contratan en la región para darnos acompañamiento. Tocamos las guitarras, el bajo, percusiones, pero lo que interesa de nosotros es la voz. Por vaya usted a saber qué motivo de la naturaleza, nacemos la mayoría de los varones con un timbre especial, agudo, que nadie más tiene, y oiga, suena bien.
Han venido güeros a grabarnos desde que me acuerdo. A mi papá lo llevaron de gira varias veces, con mis tíos o solo, a Europa. Yo también, una ocasión, joven, apenas hacía los melódicos del coro, fui a Nueva York. Ya tenía mi voz, pero delgada todavía, como leña verde. Además, nunca me gustó viajar.
Artemio es el único que ha venido para aprender, no a llevarse algo. Los güeros hacen toda clase de preguntas, empiezan antes de saludar. Artemio nunca hizo una. También él nos enseñó cosas, pero lo negaba, cómo iba a ser, si era aprendiz. Su español, correcto, no sonaba gringo. Según, que aprendió el idioma para entender los discos y venir a conocernos. Con colombianos, en Londres, así que imagínese lo chistoso que hablaba. Su idioma, el malayam, no sonaba como ninguno que hayamos conocido.
Vaya voz. Se las traía. Aunque buscaba aprender nuestros armónicos, viera los modos de su canción. Diferente. Sus palabras no entendíamos, pero nos dejaban encantados. El tiempo que estuvo Artemio, mi papá y hasta mi abuelo trabajaban la voz con él gustosos, y pocas épocas hemos tenido de juntarnos a ensayos y _'topadas' casi diario, los tíos, los primos, todos. Si Artemio no hubiera sido trabajador, nuestras labores las habríamos descuidado.
Nos tenía que andar recordando, él suspendía los ensayos. Estaban todos como niños con él, nomás pensaban en cantar. Mi abuela y las demás esposas protestaron de la vagancia generalizada. Artemio les daba la razón y nos animaba al trabajo; mi abuela lo quiso mucho, por la voz y por eso. Al principio se oponía, un hombre tan negro de seguro es del diablo, decía. Él también se encariñó, y luego le mandaba regalos cada día de su cumpleaños, desde distintas partes del mundo. Ella hace tiempo que falleció, pero los regalos siguen llegando.
Al cabo de su tiempo, Artemio se fue como llegó, pero cantando mucho mejor. Mi abuelo, que celoso de sus secretos sólo enseñaba a miembros de la familia, lo reconoció como de la misma voz. Había ganado el privilegio. Me acuerdo cuando cerraba sus ojos, los más grandes que habíamos visto, más que ojos de mujer, y entonaba nuestras décimas con todo el hilo. Aún nosotros, acostumbrados a oirnos, quedábamos boquiabiertos, mudos. Respirábamos por su voz.
Ahora que Artimúz se hizo conocido allá en el mundo, vienen los güeros y preguntan si ya lo escuchamos, opinan que canta parecido a nosotros pero oriental, más moderno. Nos ponen sus discos y fingimos no conocerlo, ocultamos que es nuestro hermano de voz, quesque sorprendidos de su cara negra-negra en las fotos, de su nombre extraño ("es de la India", nos informan orgullosos de ser tan listos). Ponemos la cara que ellos esperan. Y disimuladamente, respiramos profundo.