LUNES Ť 10 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Javier González Rubio Iribarren
La violencia
La violencia en el futbol mexicano está irrumpiendo a pasos agigantados, quizá sea también producto de la globalización y que en el afán imitador de conductas que en tantas cosas nos ha caracterizado, haya grupos que consideran "buena onda" volverse salvajes como los fanáticos argentinos o ingleses. Recientemente hemos presenciado sucesos que no se conocían, como partidos a puerta cerrada, que le quitan al futbol parte de su encanto como deporte y espectáculo, o el recrudecimiento de la violencia absurda en el estadio de Ciudad Universitaria, repetida de una temporada a otra. Más de mil 200 policías fueron movilizados para cuidar la seguridad del partido América-Pumas en CU, pero al final del mismo se armó el zafarrancho en el que participaron 200 granaderos. Parte del argumento fueron los ánimos caldeados gracias al pésimo arbitraje, ese reducto del futbol donde nadie nunca asume sus culpas.
Como espectáculo que se basa en la lucha de contrarios, como casi todos los deportes de masas, y el futbol es el número uno, generan emociones y pasiones, si no, valiente chiste, pero eso no tiene por qué ser destructivo. La violencia en el futbol tiene múltiples razones que se explican con herramientas e hipótesis que van desde la sicología hasta la sociología, y lo mismo se genera en países desarrollados, que las "economías emergentes" o en las naciones que no tienen para cuándo emerger. Pero las explicaciones no pueden justificarlas.
Paradójica y coincidentemente, en la medida en que el futbol mexicano va teniendo, ahora sí, por efectos de la globalización, mayor presencia en el mundo (no hablamos de calidad, sino sólo de presencia), la violencia empieza a hacerse más presente. Lo que era una anécdota anual de los clásicos Poli-UNAM del futbol americano, empieza a ser una constante en el futbol soccer, y ya sabemos que aquella "anécdota" de los 60 y 70 ya prácticamente acabó con esos clásicos, pues el último se efectuó a puerta cerrada.
El problema no es sólo de autoridades y gendarmes, no puede serlo, porque con ese enfoque estarán ambas rebasadas permanentemente. Si el futbol es el deporte nacional, poner freno a la violencia y generar un nuevo y más divertido y armonioso espacio de convivencia social tiene que ser responsabilidad de todos los involucrados: desde el público hasta los dueños de los equipos, desde las autoridades hasta los patrocinadores comerciales del futbol.
La mercadotecnia, tan útil para vender, debiera ocuparse, con el interés de los involucrados de quienes fluye el dinero para el fut, en una estrategia que rescate los valores esenciales del futbol como espectáculo incluso familiar. Si ya es baja la asistencia a los estadios, peor será en el futuro, y nada más hermoso, aunque sea por tele, que un estadio lleno, y es bonito, sin cursilerías, ver una familia agitando la bandera de su equipo.
Todavía hay tiempo de contener la violencia y de no seguir fastidiando a un deporte que nos interesa a la mayoría y que disfrutamos, pues, como dice el filósofo Menotti, "de todas las cosas que no tienen importancia, el futbol es la más importante".