José Blanco
Durban
En uno de esos signos que de cuando en vez renuevan la esperanza sobre un futuro civilizado para la humanidad, la Conferencia de Naciones Unidas contra el Racismo concluyó -como reportó La Jornada el pasado domingo- con una declaración de los 160 países participantes que afirma: "la esclavitud es un crimen contra la humanidad y debió ser siempre reconocido como tal". Más aún, el término esclavitud quedó ligado correctamente al de colonialismo, y ambos fueron declarados "injusticias históricas" que contribuyeron "a la pobreza, al subdesarrollo, a la marginalización, a la exclusión social, a las desigualdades económicas, a la inestabilidad y a la inseguridad que afecta a numerosas personas, principalmente en los países en desarrollo".
Como era de esperarse, las potencias centrales evitaron que en la declaración se ofrecieran disculpas y reparaciones, por parte de las que fueran potencias coloniales, hacia las víctimas de una interminable noche de siglos para millones de seres humanos que fueron llevados a situaciones sociales muchas veces más terribles y duraderas que aquellas que derivaron de las grandes confrontaciones armadas el pasado siglo XX.
Todas las guerras registradas en el siglo XIX y XX, en efecto, fueron sucesos menores al lado de lo que significó socialmente el colonialismo para América Latina, para Asia y para Africa. Fue un sometimiento de siglos que dejó en el atraso a millones para mucho tiempo, aun en el futuro.
La esclavitud fue el más oprobioso hecho de la era colonial, pero fue el íntegro sistema colonial, mediante el dominio territorial directo y la brutalidad de la fuerza, como se mantuvo en la indigencia y en la ignorancia a millones.
No debiera perderse de vista, sin embargo, que el estado de cosas del mundo de hoy, con su profunda desigualdad creciente, con sus hambrunas atroces en Africa -una vergüenza y una afrenta para la humanidad entera-, con su pobreza y su ignorancia profundas, no son sólo la secuela de los siglos del colonialismo de dominación directa que se prolongó hasta el pasado siglo XX para muchos países africanos y algunos de Oriente; son también resultado del nuevo colonialismo actual ejercido a través de las relaciones económicas internacionales.
Aliun Tine, coordinador de las organizaciones no gubernamentales africanas, manifestó que la declaración de Durban sobre la esclavitud "es una primicia histórica. Nunca obtuvieron los africanos de una instancia internacional -dijo- un reconocimiento de los crímenes de la esclavitud de esta magnitud". Enhorabuena por esta victoria política, pero no perdamos de vista la taimada huida de Estados Unidos -cabeza del nuevo sistema colonial mundial-, acompañado de Israel, de los compromisos de Durban.
La coyuntura mundial para los pobres del mundo es propicia, aunque un futuro mínimamente digno tiene aún por delante décadas innumerables. El norte está cada vez más temeroso de las "invasiones" provenientes del sur. Las migraciones masivas son, en última instancia, producto del nuevo sistema colonial mundial ejercido a través de las relaciones económicas. El hasta hace poco llamado Tercer Mundo debe tejer, para avanzar, mil alianzas por el desarrollo, pero tiene que trabajar mucho más hacia dentro de sus propias sociedades. El centro quiere hoy una población arraigada en sus lugares de origen, pero ello no ocurrirá a menos que los pobres del mundo puedan desarrollar sus sociedades. Y es así, al mismo tiempo, como hoy se combate el colonialismo, mediante el desarrollo social, económico, educativo, propio. No es extraño que los países desarrollados que acudieron a Durban hayan firmado el acuerdo de trabajar en programas a favor del desarrollo económico y social "en el marco de una nueva colaboración basada en el principio de solidaridad". El arribo masivo de africanos, orientales y latinoamericanos a las Mecas del desarrollo y la abundancia está cambiando la significación de las relaciones económicas coloniales. Es ahora que requerimos en el mundo subdesarrollado, educación máxima, inteligencia política, estrategias internacionales sólidas, alianzas sudistas, decisiones nacionales de todas las fuerzas políticas a favor del desarrollo.
Hoy la fuerza del norte se ubica, principalmente, con mucho, en el conocimiento científico y tecnológico. Es ello lo que está ampliando sin cesar la brecha entre la riqueza del norte y las miserias subhumanas del sur. Es ahí donde tenemos que hacer el mayor esfuerzo nacional. Una sociedad libre y respetada es una sociedad educada. En México aún no es la educación el centro de la preocupación de la sociedad y del gobierno. Basta ver las miserias acumuladas de su sistema educativo. Requerimos en el sur un programa con este nombre: para los niños y los jóvenes, todo. Y esto quiere decir, toda la educación; sin descanso, toda.