MARTES Ť 11 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

Ť Saúl Escobar Toledo

ƑY dónde quedó el desempleo?

En el primer Informe de gobierno de Vicente Fox se hicieron cuentas alegres sobre muchas cosas. Algunas habrá que checarlas, por ejemplo, que el ejercicio del gasto es de 44.9 por ciento; otras son parcialmente ciertas, como la recuperación salarial. Y otras simplemente quedaron sin respuesta, como el problema del desempleo.

En efecto, en todo el discurso sólo hay una mención al problema, cuando el Presidente afirma que "más allá de estos factores positivos (se refiere a los salarios y las variables macroeconómicas) reconocemos los problemas que generan el desempleo y la falta de crecimiento". Agrega que "está trabajando muy de cerca con los estados y sectores más afectados, para moderar el impacto". Y que ha arrancado ya el Programa para Fortalecer la Economía.

Lo curioso es que dicho programa parece ser un invento de última hora, porque las acciones que se mencionan, tanto en el texto leído por Fox como en el escrito (de casi mil hojas), son tareas que cualquier gobierno debería estar haciendo permanentemente, es decir, no son acciones específicas para atender un problema que se ha agudizado. Por ejemplo, eliminar trabas para que las empresas inviertan o combatir el contrabando. Pero las cosas son aún más extrañas cuando el tal programa dice que otra de sus acciones será mantener una "estricta disciplina fiscal aplicando medidas de austeridad y programas de ahorro en el sector público". Puede que estas medidas sean positivas y necesarias, pero ciertamente no van a resolver el problema del empleo. En realidad no tienen nada que ver con el asunto. Es como si al enfermo que le duele el estómago el doctor le recomendara cubrirse adecuadamente ante cualquier cambio de temperatura. En fin, que las propuestas foxianas son como la imagen de su gobierno: un desconcierto de propuestas, declaraciones y acciones que parecen incongruentes entre sí.

Lo cierto es que, más allá de la confusa retórica presidencial, el programa del gobierno en estos meses de recesión económica sí tiene una estrategia: atraer inversión extranjera (buena parte de la cual es puramente especulativa), mantener bajas tasas de inflación; reducir las tasas de interés (sobre todo las que pagan los bancos, no las que cobran); y evitar que se fuguen las reservas. Todo para "que las crisis financieras de nuestros hermanos latinoamericanos no nos contagien". Lo malo es que en esta estrategia no hay empleos. Y forzosamente, aunque el Presidente dé señales contrarias, tendrá que haber un esfuerzo gubernamental para que los aumentos contractuales de los salarios vayan hacia abajo. Y si no, pregunten al Banco de México.

Pero Ƒse puede tener una política responsable en materia de gasto y al mismo tiempo hacer algo para evitar que la economía se despeñe y se pierdan tantos empleos? Algunos creemos que no sólo se debe, sino que se debe tener, porque de otra forma la caída puede ser tan rápida y tan fuerte que se convierta en un factor de incertidumbre y desconfianza y termine por provocar aquello que se quería evitar: salida de capitales y crisis financiera. Y para ello se requiere algo muy difícil de encontrar en las autoridades hacendarias y monetarias: imaginación. Por ejemplo, se pueden concentrar acciones en programas para personas particularmente vulnerables a la recesión como algunos productores agropecuarios. O apoyar, temporalmente, con mayores recursos y nuevos esquemas, los programas de capacitación para el trabajo que, junto con las empresas, permitan conservar fuentes de trabajo con subsidios estatales, pero con compromisos de los empleadores para conservar estos empleos. Todo ello manteniendo la disciplina fiscal, aunque ajustando algunas partidas.

Si hay voluntad, se pueden encontrar salidas. Pero la pregunta más pertinente es si el empleo ha dejado de ser una prioridad nacional para convertirse en, como se dice ahora, un factor residual, es decir, algo que sucede como resultado automático de otro fenómeno. Y el discurso de Fox y el texto completo del Informe no dejan lugar a la duda. En efecto, según ellos, el empleo vendrá cuando los mercados funcionen bien. O al revés, cuando éstos andan mal, los empleos se irán y no hay nada que hacer. El tema del empleo es, pues, un asunto que caracteriza bien las preocupaciones e intenciones de este gobierno. La política económica se reduce a rezarle a la Virgen para que el mal momento pase lo más pronto posible. O en otras palabras: que se sacrifiquen los desempleados de la recesión, švivan los mercados!