Ť Autor de La clave Morse, novela corta publicada por Alfaguara
En literatura se escribe de las cosas que duelen, de lo más íntimo, asevera Federico Campbell
Ť El tema del padre nos puede llevar al patetismo y la autoconmiseración, explica
Ť García Márquez, Laura Esquivel y García Aguilar, escritores hijos de telegrafistas
ARTURO JIMENEZ
En su más reciente trabajo literario, Federico Campbell combinó la imaginación y la memoria autobiográfica -a las que asume como lo mismo- para crear la novela corta La clave Morse.
En este libro, el protagonista y voz narrativa hurga en los recuerdos propios y de sus dos hermanas para explorar, en versiones a veces opuestas, la figura de un padre alcohólico, telegrafista y escritor aficionado.
''En literatura escribes de las cosas que te duelen, que te importan en lo más personal e íntimo; cosas que tienen que ver con tu corazón y tu sexualidad, que sería también un aspecto delicadísimo de nuestra identidad", confiesa Campbell.
Además en La clave Morse, editado por Alfaguara, el autor aborda de nuevo la naturaleza del periodista (el personaje Sebastián) y de su oficio, los cuales se le han convertido en ''tema literario".
Federico Campbell (Tijuana, 1941), autor de Tijuanenses, Transpeninsular y otras narraciones continúa en La clave Morse con la exploración de su propio ''territorio literario": el noroeste del país, y con ella puede ya, dice, ''dejar atrás mi novela familiar".
''No es fácil escribir de estas cosas porque el tema del padre te puede llevar a un sentimentalismo muy peligroso literariamente hablando, al patetismo y la autoconmiseración, uno de los sentimientos más obscenos", expresa.
Y menciona una cuestión ''de enlace": La clave Morse es la misma historia de Todo lo de las focas, libro primero al que ha redescubierto como ''la mejor novela que he escrito hasta ahora". Todo lo de las focas, dice, es una versión ''muy literaria, indirecta y simbólica, muy onírica, demencial, oscura".
Perder la inocencia de las palabras
Campbell menciona tres casos de escritores cuyos padres fueron telegrafistas: Gabriel García Márquez, Laura Esquivel y Eduardo García Aguilar. ''O sea que los telegrafistas tienen buenos hijos escritores. El tema del telégrafo es muy romántico, alude a la comunicación entre las familias, a la palabra; los poetas cortan palabras como los telegrafistas. Estoy diciendo: la clave está en el padre, es una insinuación".
El padre de Campbell murió a los 52 años, cuando el futuro escritor tenía menos de 20 y acababa de llegar al DF, mientras su madre falleció en 1968.
''Toda literatura es autobiográfica. Y aunque tenía mis dudas, hace unos días me encontré con una frase de Borges: 'Todo lo que he escrito es autobiográfico, porque soy incapaz de crear personajes como Dickens'. A mí me pasa algo así."
-Pero aparte de este aspecto autobiográfico, se percibe una especie de exploración sicológica de los personajes.
-No quisiera sicologizar mucho el asunto porque, después de Freud, sabemos las consecuencias de las relaciones entre padres e hijos. Digamos que en todo caso, entre el personaje narrador, que es el hijo, y el padre hay una complicidad gracias a ciertos momentos de ternura de este último.
''El padre era una figura desprestigiada en el reino familiar por su alcoholismo y sus ausencias de casa. Sin embargo, gracias a esa relación con el padre, el hijo puede salir al mundo a combatir. Aunque, curiosamente, la madre, fría e intolerante, es la que en el terreno objetivo realiza actos de amor a futuro y ayuda al hijo a huir de casa y se lo lleva al tren que va a Mexicali."
-¿Qué motivaciones personales y literarias te llevaron a esta novela?
-Una de las veces que fui a Tijuana, mientras trabajaba en un reportaje, aproveché para ver a mis hermanas y sobrinos. Y en la casa de una de ellas, como traía mi grabadora, le pregunté: ¿Y tú qué piensas de mi mamá? ¿cómo la viste?
''Mi hermana y yo nos pusimos a platicar. Es una entrevista real y la transmuté a la literatura. Elaboré este material durante muchos años, está muy montado."
Y destaca otro motivo: ''Todo parte de una imagen: el padre, en un escritorio, haciéndole los telegramas a la gente, en la calle. Eso fue una imagen real, sucedió. Mi papá renunció al telégrafo un año antes de su jubilación".
La naturaleza del oficio periodístico es abordada por Campbell en la novela.
''El periodista puede sentir que su trabajo se le va como arena de las manos y en muchos hay un sentimiento de no realización", comenta Campbell, y más adelante recrea lo dicho por Sebastián:
''Otros hablan por mí, mis ideas no son mis ideas, siento que perdí la inocencia de las palabras."