MIERCOLES Ť 12 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
EU, BAJO EL FUEGO
Ť Extractos de un análisis del estritor Gore Vidal en la revista Vanity Fair
El atentado en Oklahoma, punta del iceberg de una guerra interna en EU
Ť Publica detalles de la correspondencia que le envió el autor del ataque Ť En las cartas, Timothy McVeigh considera razonable luchar contra las fuerzas represivas
DE LA REDACCION
Existe una guerra interna en Estados Unidos del gobierno contra las libertades de sus ciudadanos, que se sostiene gracias a la desinformación del público y una vehemente e hipócrita defensa de los supuestos "valores estadunidenses", tanto dentro como fuera del país. Para el escritor Gore Vidal esto queda ilustrado con el caso de Timothy McVeigh, ejecutado en junio pasado después de ser declarado culpable de la explosión en el edificio federal de la ciudad de Oklahoma, en abril de 1995, en la que murieron 162 personas.
El hombre fue ejecutado con una inyección letal en la prisión de Terre Haute, al encontrarlo responsable de once cargos por asesinato y conspiración. Sólo uno de sus supuestos cómplices ha sido condenado a cadena perpetua.
El caso Oklahoma quedó cerrado con la aseveración oficial de que McVeigh actuó virtualmente solo, movido por un deseo de venganza por las acciones de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), que en abril de 1993 irrumpió en una granja en la que se atrincheraron durante semanas miembros de la secta de los Branch Davidians, liderados por David Koresh, en una acción en la que resultaron muertos todos los civiles.
Los motivos de McVeigh
El escritor manifestó su intención de ser testigo en la ejecución y admitió haber intercambiado cartas con McVeigh, dado el interés que desde un principio tuvo en el caso, razón por la cual fue duramente criticado en los editoriales periodísticos de todo el país por "defender" la causa de McVeigh y por haberse convertido en el "amigo por correspondencia" del multiasesino.
Sin embargo, Vidal sostiene que es necesario entender los motivos de McVeigh, de quien siempre ha dicho que si no "es un loco, es un hombre demasiado afectado por el sentido de justicia y muy serio en sus principios".
En la revista Vanity fair de septiembre, Vidal publica el resultado de su análisis sobre el caso y revela el contenido de la correspondencia que mantuvo con el reo, en un ensayo titulado "El significado de Timothy McVeigh".
En primer lugar, Vidal recuerda el asalto a la granja de la secta de los Branch Davidians, y afirma que es "la mayor masacre de civiles estadunidenses a manos de su propio gobierno desde la matanza de los indios wounded knee ocurrida en 1890".
Narra cómo estas personas fueron asediadas durante 51 días, en los que fueron hostigados las 24 horas con ensordecedoras grabaciones de chillidos de conejos en un matadero y la canción de Nancy Sinatra: These boots are made for walking.
El operativo, señala el escritor, recibió el nombre clave de Show time. Esta fue sólo una de las tácticas para obligar a los davidianos a entregarse, porque antes ya les habían cortado el suministro de agua y electricidad, y se calculaba que ya no tenían alimentos.
En esos días hubo disparos de francotiradores y murieron quizá seis miembros de la secta y cuatro agentes especiales, quienes aparentemente fueron heridos por sus propios compañeros que les dispararon por error. Se sabe que al menos seis davidianos murieron por disparos realizados desde helicópteros o por uniformados.
El 19 de abril de 1993, la procuradora Janet Reno ordenó realizar un asalto contra el complejo en el que se refugiaban los davidianos, en una acción de la que -resalta Vidal- ningún agente de la FBI salió herido, pero los 80 miembros de la secta, incluidos 27 niños, murieron en un incendio. La fecha que McVeigh eligió para perpetrar el atentado en Oklahoma fue el 19 de abril de 1995.
En tiempos recientes se investigó si los agentes habían provocado el incendio, ya fuera en forma deliberada o por negligencia, pero la FBI también salió limpia de esa investigación, y Janet Reno llegó a confesar que "de saber las consecuencias, no hubiera ordenado la operación".
Vidal señala que todos estos hechos fueron explicados de manera simplista por las autoridades, y aceptados de la misma forma por el público. Los medios de comunicación dedicaron semanas a explicar que Koresh era un perturbado mental que vendía drogas y abusaba sexualmente de menores de edad, y que había logrado lavarle el cerebro a sus seguidores, igualmente perturbados, quienes decidieron sacrificar sus vidas y las de sus hijos inmolándose con fuego antes de entregarse a las autoridades.
McVeigh -dice Vidal- fue calificado de la misma forma ante el público: como un loco solitario, al igual que el supuesto asesino del presidente John F. Kennedy: Harvey Lee Oswald, quien a su vez fue muerto por Jack Ruby.
El escritor manifiesta, sin embargo, que las encuestas demuestran que buena parte de la población nunca se ha tragado estas explicaciones, pues la mayoría cree que Kennedy fue asesinado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) como parte de una conspiración; que Estados Unidos empleó armas químicas contra Irak, y así en otros casos.
En tanto, Vidal defiende su derecho a conocer los motivos que tenía McVeigh para ejecutar su acto. Dice que lejos de haberse convertido en el "amigo por correspondencia" del convicto, sólo recibió tres cartas de él, que ya no están en su poder para que no se le acuse de querer comercializarlas, y que fue el propio McVeigh, contra lo que se ha dicho, quien tomó la iniciativa de escribirle a Vidal a raíz de un ensayo que publicó en 1998 acerca del condenado a muerte, desde una posición contraria a esta práctica de la justicia estadunidense.
El bombazo en Oklahoma, un contrataque
De su correspondencia con el multiasesino, Vidal sacó en claro que muchos de sus puntos fueron redactados con la perfecta gramática y ortografía de una persona educada. En su primera carta, el reo afirmó que los agentes federales son "como muchos jacobinos en guerra" y que él prefiere considerar el ataque contra el edificio de Oklahoma como un "contrataque", más que una "guerra autodeclarada", debido a que el gobierno se sintió con el derecho de atacar a sus propios ciudadanos. "Fue un acto más semejante a Hiroshima que a Pearl Harbor."
La segunda misiva de McVeigh a Vidal es más explícita: "Aquí explicaré por qué cometí el atentado contra el edificio federal Murrah en la ciudad de Oklahoma. Lo explico no para obtener publicidad ni para ganar un argumento sobre el bien y el mal, lo hago para dejar las cosas claras en cuanto a mi pensamiento y motivaciones para atacar una instalación gubernamental.
"Elegí hacer estallar la bomba en un edificio federal porque una acción así serviría más a mis propósitos que otras acciones. Más aún, la bomba fue un ataque de réplica: un contrataque por una serie de asaltos acumulados (y sus secuelas de violencia y daño), en los que los agentes federales habían participado en años anteriores (en los que se incluye Waco, aunque no es el único). De la formación de unidades como la de Rescate de rehenes y otros equipos de asalto de agencias federales que realizaron acciones durante la década de los ochenta, que culminaron en Waco, se deduce que las operaciones federales se han vuelto cada vez más militarizadas y violentas, al grado de que en Waco nuestro gobierno -al igual que el de los chinos- empleó tanques contra sus propios ciudadanos.
"Para todo efecto y propósito práctico, los agentes federales se han convertido en 'soldados' (al emplear el entrenamiento militar, las tácticas y técnicas, el equipo, el lenguaje, el vestido, la organización y la mentalidad propios del ejército) y este comportamiento iba en escalada. Por lo tanto, el ataque tenía también una intención preventiva (o proactiva) contra aquellas fuerzas y su comandancia, y otros centros de control dentro del edificio. Cuando una fuerza agresora continuamente lanza ataques desde una base de operaciones particular, es una estrategia razonable luchar contra ese enemigo. Adicionalmente, y basándome en la política internacional de Estados Unidos, decidí enviar un mensaje a un gobierno que se estaba volviendo crecientemente hostil, al atacar un edificio gubernamental y a sus trabajadores.
"La bomba contra el edificio federal de Murrah fue el equivalente moral y estratégico de un bombardeo de Estados Unidos contra un edificio gubernamental en Serbia, Irak y otras naciones.
"Basado en la observación de las políticas de mi propio gobierno, vi esta acción como una opción aceptable. Desde esta perspectiva, lo que ocurrió en Oklahoma City no es diferente a cuando Estados Unidos decide caer sobre las cabezas de otros todo el tiempo, consecuentemente, mi estado mental era de total distancia clínica. El bombazo en el edificio Murrah no fue personal, como tampoco lo son los ataques con misiles Crucero de la fuerza aérea, la armada o la marina, contra instalaciones de gobiernos extranjeros y su personal.
"Espero que esta aclaración responda a sus preguntas", concluye la carta de McVeigh a Vidal.
En la tercera misiva, el convicto pide al escritor que sea testigo en su ejecución, cosa que finalmente Vidal no pudo cumplir por dificultades de traslado, después de una postergación del cumplimiento de la condena.
Los ataques contra Hiroshima y Nagasaki, innecesarios
Vidal señala que el lanzamiento de las bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki no era estratégicamente necesario, dado que Japón estaba a punto de rendirse, y afirma que fue un acto de arrogancia autojustificada y de venganza de Estados Unidos, nada que el Oklahoma bomber no haya hecho. Con la agravante, agrega, de que el gobierno estadunidense tampoco ha demostrado su arrepentimiento por esos bombazos, al igual que McVeigh. "Eran tiempos de guerra", insisten desde entonces todas las autoridades estadunidenses, sin responsabilizarse de los miles de civiles muertos durante los bombardeos.
El escritor insiste en que los medios de comunicación presentaron a McVeigh como un loco, a pesar de que los numerosos exámenes psiquiátricos a los que fue sometido demostraron que era perfectamente conciente de lo que había hecho, que no tenía dificultad para diferenciar el bien y el mal, y justificaba racionalmente sus acciones.
También se trató de achacar a McVeigh una vocación supremacista, sólo porque se le encontró un manual fascista en el que se cree encontró información para construir su bomba.
Asimismo, se consideró que McVeigh y su cómplice Terry Nichols, condenado a cadena perpetua, fueron los únicos responsables del bombazo. Vidal sostiene que McVeigh insistió en hacerse cargo de su defensa con la intención de quedar como único culpable, lo cual era necesario en su esquema de justicia y responsabilidad, pero afirma que la FBI deliberadamente ignoró una serie de pistas que apuntaban a una conspiración con muchos más implicados que los únicos dos "criminales solitarios". De entrada, dice, existe consenso entre expertos en el hecho de que un simple camión cargado con explosivos fabricados a partir de fertilizante no podía causar tal destrucción en un edificio de las dimensiones del Murrah.
Vidal señala que durante décadas, las autoridades estadunidenses han manifestado una actitud esquizofrénica sobre milicias y grupos internos en Estados Unidos. Si bien consideran que son peligrosos y que al igual que grupos terroristas del exterior "tienen ideologías contrarias a los valores estadunidenses", inmediatamente se retractan para decir ante el público que sólo se trata de algunos locos aislados.
El escritor cree que esta actitud tuvo como fin tratar de ocultar una conspiración y la participación de muchos cómplices en el atentado, y dice que no se entregaron las pruebas de las investigaciones a la defensa de McVeigh, motivo por el que se tuvo que postergar su ejecución. El supuesto criminal solitario, agrega, también quiso ocultar la participación de otros, pues era lo único congruente dado su esquema de justicia.
Así, Vidal concluye, a partir de su relación con McVeigh, que el atentado en Oklahoma fue un "crimen perfecto" que sólo es la punta del iceberg de una guerra interna en Estados Unidos cuyas magnitudes, por ahora, sólo pueden ser imaginadas.