MIERCOLES Ť 12 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
José Steinsleger
El fin de la realidad virtual
Cuando lo peor de lo posible acontece, cabe imaginar que lo peor de lo imposible está por venir. Ayer, en Estados Unidos, el mito de la realidad virtual murió para dar paso a la inseguridad de lo real. A lo largo de su historia, Washington le vendió al mundo una particular noción de seguridad. Pero a partir de hoy creo que el mundo tendrá que ayudar a Estados Unidos para que se salve de sí mismo.
El terrorismo es políticamente inviable porque nace de la impotencia y de la debilidad. Mas no por esto deja de ser real. ƑQué puede frenarlo en Kabul, Oklahoma, Jerusalén, Atlanta, Washington o Nueva York? ƑUna política pensada para conjurarlo o los credos salvacionistas que recurren a tecnologías de destrucción superiores a las que el terrorismo no vacila en emplear?
Alá, Yahvé o Jesucristo suelen ser consuelo para las víctimas de este valle de lágrimas. En cambio, siento que ayer los fundamentalistas de Wall Street meditaron, por un instante, en que ellos no cuentan para Dios alguno. Porque ayer también murieron la disuasión militar y la sensación de seguridad que brinda el poderío económico.
Sus motivos religiosos tuvo Robert L. Lewis, copiloto del Enola Gay, cuando en 1945 lanzó la bomba sobre Hiroshima: "Dios... Ƒqué hemos hecho?". Lamentablemente, no fue esta oración la que se impuso en la clase dominante de Estados Unidos. En 1961 el candidato republicano Barry Goldwater declaró: "Nuestra primera y más importante tarea es convencer al enemigo de que enviaremos al mundo entero al otro mundo antes de permitir que viva el comunismo" (New York Times, 17/11/61). Palabras similares a las que Hitler pronunció poco antes de suicidarse: "Si perdemos la guerra es mejor que nosotros mismos lo destruyamos todo, que nos destruyamos a nosotros mismos".
El comunismo ya no existe. Pero quedan los pueblos del mundo que rechazan la opción de comer hamburguesas de McDonald's a la fuerza o de que se les imponga una Constitución pensada en Harvard, como la que en el siglo XIX llevó a la fundación de la nación africana de Liberia y su capital, Monrovia, en homenaje al presidente James Monroe (1821).
George W. Bush y su equipo mamaron sus ideas del tronco del pensamiento ultraconservador republicano. El tronco de Samuel Cohen, constructor de la bomba de neutrones, quien en 1981 dijo a un diario alemán: "Creo que todos los hombres son abominables. Quienes no matan de hecho lo harían con gusto".
Deutsches Volks: "En relación con eso... Ƒno se le habrá ocurrido pensar en los últimos 20 años: 'Dios mío... Ƒqué he inventado?' "
Cohen: "No, jamás" (6/8/81).
Un fatídico 11 de agosto de 1984, con su lucidez habitual, el presidente Ronald Reagan dijo por la radio: "Les anuncio que dentro de pocos minutos bombar-dearemos Moscú". Sus asesores ensayaron la mejor de sus sonrisas: "Fue una broma inocente".
Aquel día, millones de estadunidenses asistían al estreno de El día después, filme que ejemplifica las consecuencias de una guerra nuclear entre Estados Unidos y la ex Unión Soviética. Tiempos en que el secretario de Estado, Alexander Haig, decía que en el mundo "había cosas más importantes que la paz" (1981).
Pues bien. Al lado de hombres, como el vicepresidente Dick Cheney y Ronald Rumsfeld, el secretario de Defensa, Ronald Reagan y Alexander Haig, špapá Bush inclusive!, son humanistas de tiempo completo. En tanto, al presidente George W. Bush le cabe como anillo al dedo un antiguo proverbio árabe: "Los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres".
En los cinco continentes, desde hace muchos años, decenas de miles de intelectuales, pensadores y artistas con los pies en la tierra han venido advirtiendo que en Estados Unidos la creciente subestimación de lo político a favor de la fuerza bruta sólo podía contar con una víctima propicia, su propia sociedad.
Buena parte de la sociedad estadunidense parecía estar consciente de ello cuando en julio de 1999 colocó una cabeza inflable de la estatua de la Libertad en el parque central de Seattle, como símbolo de que todos los esfuerzos contra la violencia habían fracasado.
Luego de la catástrofe de ayer, las primeras declaraciones de George W. Bush parecían tomadas de la revista religiosa El Aldeano, publicada el 14 de septiembre de 1901 tras el asesinato del presidente William McKinley en la ciudad de Buffalo, a manos del anarquista León Czolgosz: "Deberíamos poder castigar con mayor energía a los elementos de esta ralea que anda repitiendo por ahí que Dios no existe y que el hombre desciende del mono". Lo dicho al empezar: preparémonos para lo peor de lo imposible.
Son muchos los gobernantes que aseguran representar la voluntad de Dios.