JUEVES Ť 13 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Móviles brillos, opacidades en color
Alberto Dallal
Comienza Raúl Parrao por sumergirnos en un espacio-tiempo espeso, auxiliado por la virtuosa composición original de Marcelo Gaete que el conjunto de música electrónica interpreta sumergido en el proscenio. La escenografía modular de Phillippe Amand, aireados planos y niveles, se vuelve pincelazos y recibe los cuerpos de Anguiano, Conde, Cárdenas, Ruiz, Gabriela Medina (estupenda Mary-Betty Boop), Vázquez, Vera y demás bizarros robots en cajas de siluetas.
La imaginación y los sueños (no son lo mismo) en una sola emisión de la danza bizarra que le ha dado renombre a Parrao desde muy temprano en su carrera de bailarín fluido y dotado. Nueva producción de UXOnodanza.
Ahora, en los diez episodios de The kitsche(en) and the X(eggs) (Sala Covarrubias), el mago se desborda: obliga a las imágenes a sucederse (sucedernos), con maneras y movimientos cromodinámicos, esbozos de reflexión visual en torno de las relaciones del ser humano, el canibalismo moral y literal, la compra de almas y cuerpos, la trascendencia del ser, los encuentros fortuitos, odiosos o amorosos.
Los bailarines devienen monstruos, apariciones, robots, fantasmas o bien triviales, pequeños muñecos asesinos, cuchillo en mano. Como su mismo lenguaje dancístico, los episodios combinan razonamientos visuales, narración y abstracciones: ''No hay víctima sin victimario", ''El diablo rescata su alma", etcétera.
En medio de todo esta gama de encuentros y desencuentros (enorme pecera electrónica), contrastan tres figuras hiladas anecdótica, ejemplarmente: una ballerina de pies muy grandes, la Medina-Boop (de cómic aerodinámico) y un hombre desnudo, carne de nuestra carne, anatomía directa, víctima primordial de este fino, depurado engranaje pop que (ya quisiera Alwin Nikolais) nos expresa novedad y actualidad coreográfica. Hay solos y duetos y conjuntos exactos.
Por ejemplo, Clon Alias se despeña por el piso, repta en la mesa de operaciones, el escenario lo digiere. Por momentos no ''sigue" (ni seguimos) nada: las figuras, los movimientos nos hacen pensar en nosotros mismos, en lo que ha expresado en el preámbulo la voz de un actor que se vuelve, se desliza como parte de la música, a la manera de los lamentos de un cantaor electroacústico.
El espectador, ante tanta imaginación y buenas ejecuciones, se integra a la danza de los monos rojos, de unos cocineros brotados de un video o de la nada de una mujer que busca y baila con la cabeza y la mirada. Todo es avidez por los ojos.
El público interpreta, piensa, sí, intentamos engullirnos, cocinarnos los unos a los otros, pero no, hay un engaño, Parrao sólo juega con el espacio y los colores, la ballerina se parece a la foto que Patricia Cardona tiene en su casa, es antimisticismo puro, Nietzsche o no sé qué, estamos bailando con la mente o, para equilibrar el funcional claroscuro, los cocineros debieran llevar tenis blancos, níveos, falta un poco de luz, el alma es un foco rojo.
Brillantes pululaciones a la medida de cada uno (bailarines y espectadores). Juegos del pensamiento. ƑParrao? Puras siluetas. Trivia visual vs profundidad interna. ƑLos límites de la tradición, la fantasía, la cultura dancística?
Reconocemos que el espectáculo cumple con todas las exigencias habidas y por haber: milimétrico y expansivo uso del espacio escénico, del foro, desempeño de bailarines profesionales, proeza en los modos de llegarle a los sentidos, expresión de la deseada anti-épica actual, ambientación iconográfica impecable y novedosa.
La estructura de la obra, en diez tiempos comprobables, es real y virtual al mismo tiempo. Juventud vs falso misticismo. Lo kitsch, lo posmoderno, la globalización, lo kitchen (doméstico), lo parrao hecho un espectáculo sin concesiones ni treguas. Nada se pierde, todo se transforma.
Danza mexicana de hoy. ƑQué más queremos?