Ť Competir con el glamur de Cannes y Venecia, asignatura pendiente, señalan críticos
La Berlinale apostará por ''más arte y más diversidad'', anuncia Dieter Kosslick
Ť El director del festival visita México y busca cintas ''que no sean aburridas y tengan calidad'' Ť ''Aquí hay comedia, drama y una peculiar emoción intelectual y metafísica''
MONICA MATEOS-VEGA
La asignatura pendiente del Festival Internacional de Cine de Berlín es competir con el glamur de sus similares en Cannes y Venecia, opinan los conocedores. No obstante, Dieter Kosslick, quien por vez primera organiza la Berlinale que se celebrará en febrero de 2002, apostará por ''más arte y más diversidad".
Por tal motivo, desde hace meses recorre el mundo para conocer las novedades cinematográficas de la India, Rusia o América Latina. De visita en México, donde ha visto ocho producciones nacionales recientes, Kosslick afirma que no busca cintas buenas o malas ''sino que no sean aburridas y tengan calidad, eso es todo''.
En charla con la prensa, agrega que esos son los ingredientes que ha encontrado en las películas mexicanas, ''además de grandes actores; es algo que me sorprende. Aquí hay comedia, drama y una peculiar emoción tanto intelectual como metafísica y quiero que se vea en Alemania. Es seguro que en 2002 se verá cine mexicano en la Berlinale, pero todavía no sé cuáles serán los filmes''.
Festival ''poderoso y cristalino'', el reto
Kosslick fue designado director del festival cinematográfico alemán en mayo pasado, en sustitución del suizo Moritz de Hadeln, quien se había convertido ''en un clásico'' de ese encuentro tras 21 años de dirigirlo.
En las últimas versiones, Moritz de Hadeln había recibido severas críticas por incluir demasiadas películas estadunidense en la sección oficial del festival.
Al respecto, Kosslick se muestra cauteloso en sus opiniones: ''En los festivales no hay necesidad de contrarrestar la hegemonía del cine de Estados Unidos, porque hay buen cine de ese país que merece verse en estos circuitos y por eso hay un equilibrio. En Berlín se presentan durante 10 días unas 350 películas y hay un equilibrio entre el número de producciones estadunidenses, europeas y de otros países''.
El nuevo director de la Berlinale, antes de ese cargo, era el titular de la Fundación Cinematográfica de Renania, en Westfalia norte, una de las instituciones más importantes de Alemania, con presupuesto anual de 70 millones de marcos. Esta instancia apoyó, entre otras, las producciones de las cintas Corre, Lola, corre, de Tom Tykwer, y Dancer in the dark, del danés Lars von Trier, ganadora de la Palma de Oro en el festival de Cannes en 2000.
Al asumir la dirección del festival, Kosslick señaló que su intención era mostrar una Berlinale ''grande, poderosa, cristalina''.
Los críticos entonces opinaron que el productor ''deberá darle brío a una Berlinale que, tras 50 años de existencia, sigue sin aprobar la asignatura pendiente del glamur, acomplejada ante sus rivales europeas de Cannes y Venecia''.
Competencia sana
Kosslick explica que tiene manos libres en cuanto a contenidos o filosofía, con una sola restricción: la presupuestaria, y que ya no existe el antagonismo de antaño con Cannes y Venecia: ''Hay un nuevo espíritu entre los festivales, ahora se pretende una competencia sana''.
Bajo esa perspectiva, el funcionario alemán asevera que los grandes encuentros del séptimo arte ''tienen la responsabilidad de establecer contacto con la cinematografía de todos los países y con las escuelas de cine porque ahí están los nuevos talentos. Debemos fomentar el intercambio porque de esto depende el cine que viene''.
La Berlinale es un certamen ''mimado'' del ministro de cultura alemán, Michael Neumann, además de que es el que más público atrae a sus funciones: cada año se vende un promedio de 150 mil entradas.
El festival trasladó su antigua sede, en el otrora sector occidental de la capital alemana, a la Potsdamer Platz, el complejo de multicines y galerías comerciales. Los diarios señalaron que la mudanza, efectuada en 2000, ''no fue suficiente para erradicar el estigma de provincianismo de esa Berlinale, que estuvo marcada por los plantones de grandes estrellas, como Robert de Niro, quien no se presentó a pesar de que se le iba a entregar un premio especial por el conjunto de su carrera''.
Los especialistas apuntan que el reto principal de Kosslick será transformar un festival que nació de la guerra fría en símbolo de la ''nueva Alemania'', abierta y cosmopolita.