viernes Ť 14 Ť septiembre Ť 2001
Horacio Labastida
ƑPor qué triunfa la brutalidad?
Los aterradores acontecimientos de Nueva York y Washington, registrados el martes 11, no son excepcionales respecto de lo que ha pasado en tiempos más o menos recientes. Estallaron bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki (1945), en Japón, cuyas víctimas aún no terminan de contarse si en cuenta se tienen las generaciones irradiadas hasta hoy por las descargas nucleares, y después vino la guerra de Corea (1950-53), que estuvo a punto de provocar un lanzamiento estadunidense de cargas atómicas sobre la triunfante China de Mao Tse Tung; y pasada esta batalla injustificable, caería la humanidad en el conflicto de Vietnam, ejemplo evidentemente olvidado por los guerreros del mundo occidental, y especialmente por la alta burocracia estadunidense que lanzó a sus ejércitos hacia la derrota (1975) que les infligió el Vietcong.
Más casos llenan de dolor e indignación el corazón de los pueblos. La tragedia de Palestina, inconclusa, está harta de víctimas inocentes y de injusticias que escapan a todas las instancias, incluida Naciones Unidas, y vive aún el drama que empezó en 1992, cuando Serbia y Bosnia-Herzegovina, en Yugoslavia, hicieron estallar la pacificación y los equilibrios que logró crear Tito.
Y al lado de estas guerras cargadas de terrorismo estatal, en nuestro planeta se multiplican escenarios de aperplejantes victorias de la barbarie sobre la civilización, engalanados por coreografías que buscan cambiar la ilegitimidad en legitimidad y el acto perverso en deber moral. Nadie puede olvidar los asesinatos de Gandhi (1948), Patricio Lumumba (1961), John F. Kennedy (1963) y Martin Luther King (1968), entre otros casos lamentables, y tampoco escapan a tan tristes rememoraciones los ataques contra Irak con bombas de perforación o los de Yugoslavia a cargo de la OTAN, que exhiben cómo los intereses del supercapitalismo arrasan familias sin la más mínima piedad.
ƑCuáles son las causas del terrorismo, la bestialidad y las operaciones malignas que ennegrecen la historia? En un reciente artículo de Joseph S. Nye Jr. (Foreign Affairs, julio-agosto 2001), de la Universidad de Harvard, el autor define la globalización como una red de interdependencia de escala mundial, advirtiendo que si el concepto no es nuevo, debe aceptarse que tampoco es exclusivamente económico, porque los mercados, al difundirse, enhebran pueblos en marcos ambientales, militares, sociales y políticos que tienden a incrementarse a través de instituciones, según los antiglobalizadores, ilegítimas por su naturaleza antidemocrática; el autor, por esto, recomienda purgar tal percepción dando transparencia y profundidad a las normas vinculadas al fenómeno globalizador. Sin embargo, no ahonda en los puntos centrales que se expusieron en los mítines de Seattle, Washington, D.C., Praga, Quebec, y muy especialmente en Brasil, por sus aportaciones teóricas y prácticas frente al neoliberalismo de nuestro tiempo.
La globalización se corresponde con la lógica de un capitalismo que halló vigorosas formas de concentración en las últimas dos guerras mundiales. La economía militarizada hizo posible, al mismo tiempo, la purgación de las crisis que afectaban al mundo y el aumento ilimitado de ganancias que cayeron en elites superacaudaladas. Además, la necesidad de reproducir las utilidades y garantizar el status privilegiado de tales elites, conduce a las empresas multinacionales, comprendidas las financieras, a quebrantar soberanías y asegurar que sus negocios amplíen ventajas al usar mano de obra barata y recursos naturales ajenos, sin importar el bienestar de sociedades que resultan así superexplotadas, dando lugar a un proceso de globalización que empobrece a los más y enriquece a los menos. Pero tal panorama no nace del desenvolvimiento sencillo y natural de las cosas, sino de la supeditación de naciones enteras a los intereses económicos del capitalismo, representado en lo político por el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica.
La resistencia a la imposición causa las explosiones tensionales que agobian a quienes sufren avasallamiento, miseria y humillación sin solución de continuidad. Y como en el devenir humano hay un juego dialéctico de acciones y reacciones, resulta que los abatidos buscan salir de su postración por todos los medios a su alcance. Entonces el choque es inevitable si los vejadores no dejan de expoliar a los vejados. En el grado y medida en que la globalización se afirma como verdad absoluta, en ese grado y medida fructificarán el terrorismo de Estado y privado, las guerras, la pobreza de las gentes y la oculta provocación que la autoridad suele poner en práctica para defender el montaje de una economía guerrera y escapar de sus propias debilidades económicas.