VIERNES Ť 14 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

Ť José Cueli

Odio y pánico paralizante

El terrorismo, bestia feroz y salvaje, sin rostro, devoradora siniestra de la humanidad aparece como un deseo insaciable, ominoso y por tanto como un peligro para la sociedad, que sólo desea vivir sin megalomanías de poder y sin embargo la vida se le torna en persecución, en paranoia, en persecución cotidiana que enloquece por el miedo a ser engullido y atacado por estos grupos terroristas ''sin rostro".

Cada episodio terrorista deja a la sociedad con un amargo sabor a muerte, a putrefacción, semejante a la caída en un abismo sin fondo. Desafío y afrenta crueles que nos asombran, paralizan y dejan paralizados. Drama violento que nos indica el fracaso de lo propio, la muerte de los límites y de las reglas, la muerte del otro y la propia bajo la sombra regresiva y odiada de la persecución generadora de ese pánico que paraliza, atonta, aturde y nos abruma con una carga de angustia desgarradora, sin salidas.

El ''yo" se descubre como un ''yo" herido, sangrante, humillado, enfrentado de manera despiadada a la indefensión; un ''yo" que intenta remediar sus pérdidas sin saber de qué manera hacerlo. El enemigo es irrepresentable, aparece desde lo siniestro al esconder su identidad y llevar a la sociedad al sufrimiento extremo y sólo en un repliegue defensivo sobre sí misma al silencio consolador entre lamentos.

ƑQuiénes son esos grupos que se enfrascan en una lucha a muerte, enseñoreándose en infligir dolor a víctimas inocentes, usufructuando en goce perverso su sadismo omnipotente?

El mundo se estremeció el pasado martes ante las aterradoras imágenes de los ataques perpetrados contra Estados Unidos bajo el ruido estremecedor de las explosiones, los derrumbes y el eco de la muerte de miles de inocentes, haciéndonos presas del pánico y la desolación. El orbe se fue llenando de un involuntario terror, entre asombro e indignación, contemplando el maquiavélico despliegue de grupos muy equipados y estratégicamente organizados, sólo contenidos por una especie de amalgama disparatada de ideas que nos apanican y que ante las imágenes televisivas e imbuidos por el terror no se sabe si lo que se ve es un programa de ciencia ficción o una realidad aterradora.

El mundo vivió una pesadilla ante los estallidos, voces, gritos, rumores, sirenas y sobre todo lamentos y llantos. Voces confusas, palabras casi ininteligibles, ecos de pasos que van y vienen, respiraciones fatigadas, estremecimientos involuntarios, bocas secas, nudos en las gargantas, temblor de manos y piernas mientras las noticias se tornaban confusas como sombras que llaman, aterran y se van.

Ante la pérdida de miles de vidas, la intranquilidad y la angustiante sensación de indefensión sólo quedan dolor y recuerdos de muy difícil elaboración sobre una úlcera que carcome las ilusiones de la humanidad. Con todo esto, de manera taladrante y subrepticia corre el dolor bajo una nota inquieta de vacilación, de inestabilidad e inseguridad ineludibles que se introducen de manera abrupta y desbordan toda posibilidad de simbolización.

Las voces de millones de pacifistas se tornan débil susurro ante la desgracia. Voces que son queja, lamento, y tiemblan ante la muerte. Voces quedas, muy quedas, frente a las explosiones y amenazas vibran cual vago zumbido que es ya un hondo gemir enlazado a las voces de los muertos y los heridos. La fiera humana resurge en Estados Unidos, mata y muere. El misterio agorero del más allá, Ƒde dónde vienes y a dónde vas?, de nuevo ennegrece al mundo.

La pobre bestia que llevamos dentro resplandece en los actos terroristas. Los hombres no parecen hermanos y la fraternidad humana es deleznable quimera. La violencia impera sobre la razón, las ideas fundamentales en las que la humanidad vive laborando durante siglos y condensando en unas cuantas palabras: fe, justicia, derecho, fraternidad, solidaridad. Estos parecen ahora vocablos huecos que no redimen a nuestra especie.

ƑSerá el terrorismo institucionalizado una nueva forma de destrucción de los seres humanos, más sádica y omnipotente, por lo invisible? ƑSerá la nueva forma de patología de la posmodernidad?

Tánatos sin fondo, como el eterno retorno. Juego de diferencias y repetición, hábilmente guiado por la pulsión de muerte (descrita por Freud). Urdimbre de tiempos diversos en laberínticas bifurcaciones, senderos hacia Ananké. Espejo de doble faz en el que la otra cara de la pulsión de muerte intentaría el juego de la dominación de lo negativo, del retorno de lo siniestro llevado a la actuación. Diabólica pulsión de muerte que desde los terroristas opera en el silencio y se desdobla en la compulsión a la repetición.