Espejo en Estados Unidos
México, D.F. viernes 14 de septiembre de 2001
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Editorial
 
LA GUERRA CONTRA NADIE

SOLAyer el presidente estadunidense, George W. Bush, anunció que los brutales atentados sufridos el martes por su país marcaron el inicio de "la primera guerra del siglo XXI", declaración secundada por los principales funcionarios de su gabinete, los cuales afirmaron que su país está en guerra contra el terrorismo. 

Declaraciones semejantes adquieren visos de formalidad por los cargos que ocupan quienes las formulan, lo que coloca al mundo en una nueva y alarmante perspectiva: iniciar el nuevo milenio con un conflicto bélico en uno de cuyos bandos se encuentran la máxima potencia planetaria y sus aliados.

Lo aterrador de la situación no es tanto que Estados Unidos emprenda una nueva guerra --de hecho, ese país ha pasado buena parte de su historia involucrado en confrontaciones por todo el globo terráqueo-- sino que, en esta ocasión, no hay enemigo identificable a la vista: el terrorismo a secas resulta una categoría demasiado vaga, extensa, imprecisa y ubicua para convertirla en el bando contrario de un conflicto bélico, y los responsables de los atentados del martes distan de haber sido identificados de manera pertinente.

A falta de resultados en las investigaciones policiales, Osama Bin Laden, el enigmático millonario fundamentalista saudiárabe que en el pasado reivindicó varios atentados contra intereses de Washington, está a punto de ser decretado responsable por las autoridades y por los medios informativos de Estados Unidos, lo que hace cada vez más probable un ataque militar contra Afganistán, país en el que se encuentra refugiado. 

Si Washington y sus aliados terminan por convencerse de esa acusación, emprenden una acción de exterminio contra el integrista saudita y tienen éxito en ella, se avanzará en la instauración de la ley del talión en el escenario mundial, pero no se habrá logrado nada en materia de impartición de justicia ni en la eliminación de las amenazas terroristas. Por el contrario, los ataques bélicos a tontas y a locas sólo conseguirán larvar los enormes rencores sembrados por Estados Unidos en diversas partes del planeta.

Más aun, la facilidad y poca fundamentación con que la clase política y los ámbitos mediáticos del país vecino apuntan a las sociedades árabes e islámicas como probables orígenes de los atentados, puede generar actitudes fóbicas y racistas entre la población estadunidense y llevarla a cacerías humanas que nadie desea ver y producirían en esta nación una degradación moral y social tan trágica y despreciable como los atentados del pasado martes.

En otro sentido, lo dicho ayer por Bush plantea la inquietante circunstancia de que, en los comienzos del tercer milenio, el mundo vuelva a encontrarse, como lo estaba Europa a principios del siglo pasado, atónito ante la presencia de un método de acción política sin duda repudiable, como el terrorismo, pero que escapa a las definiciones fáciles. 

Peor aun, el término "terrorista" se convirtió, en décadas pasadas, en un adjetivo de descalificación política de adversarios que no necesariamente lo eran, y resulta por demás imprudente y peligroso declarar una guerra contra un enemigo tan impreciso y mal definido.
 

 

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