SABADO Ť 15 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

José Luis Manzo

Petróleo y terrorismo

ƑCómo impactará al mercado petrolero internacional la respuesta del gobierno encabezado por Bush al ataque que sufrió Estados Unidos el martes pasado? ƑQué pasará con las presiones ya conocidas por incrementar los flujos de petróleo mexicano hacia ese país?

Lo que suceda respecto al primer punto dependerá en gran medida de la forma en que responda el gobierno estadunidense. Si su respuesta se apega a los procedimientos que dicta el derecho internacional para la solución de controversias, no habrá mayores problemas. Sin embargo, lo más probable es que reaccione como siempre; por sí y ante sí, definirá quiénes son los responsables y procederá a castigarlos, sin permitir la mediación de los organismos mundiales, incluido el Consejo de Seguridad de la ONU. Además, exige apoyo incondicional a la comunidad mundial. "Que lo sepa el resto del mundo: los que no están con nosotros están contra nosotros", amenazó la flamante senadora demócrata Hillary Clinton. La intolerancia es la divisa. Al fundamentalismo islámico, responsable o no del ataque del martes, se enfrenta el fundamentalismo estadunidense. Bush declaró la guerra santa; llamó a defender el bien (que son ellos) contra el mal (que son los terroristas y quienes los protegen).

El imperio, herido en su orgullo a la vista de todo el mundo, recurrirá al terrorismo de Estado para vengarse, lo que desencadenará más ataques terroristas contra intereses e instalaciones estadunidenses en su territorio y en el extranjero, y contra los países que se consideren aliados estratégicos de ese país. La violencia generará violencia en una espiral ascendente, donde lo que menos importa es quién y por qué empezó el pleito. En esta guerra santa, Estados Unidos no tendrá un enemigo cierto y ubicado perfectamente en un solo país. Mil millones de musulmanes están repartidos en muchos países, incluido el propio Estados Unidos. Será una versión moderna de Vietnam e incluso peor, pues responder a nuevos actos terroristas con agresiones militares hacia diversos países significará abrir muchos frentes de batalla.

En este escenario, Estados Unidos requerirá de grandes cantidades adicionales de petróleo, que no tiene, para mover su maquinaria bélica. Además, deberá consumir más energía eléctrica y gas natural, que tampoco tiene, a fin de que su industria militar genere los insumos necesarios para la guerra. Todo esto generará incertidumbre e inestabilidad en la economía mundial, alterando flujos y precios del petróleo, asunto menor para la humanidad en el contexto de conflictos bélicos en crecimiento.

Las represalias estadunidenses contra países árabes podrían inducir a una situación similar a la que se registró en 1973, cuando se decretó el embargo petrolero contra ese país e Israel, su aliado natural en estos conflictos. Irán e Irak podrían encabezar la medida, que podría ser apoyada finalmente por Arabia Saudita y Kuwait, países que son árabes, antes de ser productores petroleros y aliados de Estados Unidos.

Si en respuesta a ello y aprovechando la situación Estados Unidos pretende controlar militarmente las reservas petroleras de los países del Golfo Pérsico, que representan las dos terceras partes de las reservas probadas mundiales, ello resultaría una grave amenaza para los intereses estratégicos de las potencias de Europa occidental y Asia. Esto conduciría inevitablemente a la generalización del conflicto bélico; es decir, a la tercera guerra mundial, de la que difícilmente podría excluirse Rusia.

Mientras tanto, México puede ser arrastrado a esta barbarie por la actitud arrogante de un Presidente y un secretario de Relaciones Exteriores que, presurosos, se definieron como aliados estratégicos de Estados Unidos, al garantizar que México será un abastecedor seguro de mayores cantidades de petróleo, gas y electricidad para el imperio que está en guerra contra el mundo, lo que nos convierte en un blanco natural de ataques terroristas. Es inaceptable que Castañeda legitime la pretensión estadunidense de hacerse justicia con propia mano y que actúe más como procónsul del imperio o ministro de guerra de aquel país que como canciller mexicano, cuya misión básica es impulsar la resolución pacífica de los conflictos internacionales.

Resulta ingenua la pretensión de Fox de achacar al ataque que sufrió Estados Unidos el martes pasado el fracaso de su programa económico para este año. Extraer más petróleo para exportarlo a Estados Unidos sólo profundizará el encadenamiento económico y político de México hacia ese país. En lugar de esforzarse por exportarlo en su estado natural y obtener a cambio 20 o 25 dólares por barril, Fox debiera reorientar la mira hacia la creación de infraestructura en refinación y petroquímica para transformar localmente el petróleo en productos con un valor de mercado 20 veces superior, manteniendo todo el negocio petrolero y sus beneficios exclusivamente en manos del Estado.

Pero son tiempos de guerra, de intolerancia y fundamentalismos; carro al que el gobierno de Fox está trepando al país. Debemos pararlo. Desde su trinchera, cada mexicano es responsable de hacer algo eficaz para evitarlo.

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