SABADO Ť 15 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Ť Fue escrita por Darin Strauss y circula en México con el sello Seix Barral
Chang y Eng, novela acerca de los primeros siameses registrados en el siglo XIX
Ť Los gemelos se casaron con dos hermanas, criaron 21 hijos y forjaron su leyenda
MONICA MATEOS-VEGA
Durante 73 años Chang y Eng vivieron juntos. Eran dos hombres diferentes, aunque todo el mundo los consideraba una sola cosa: ''el monstruo".
Sus dos cuerpos completos estaban unidos por una franja cartilaginosa a la altura del pecho. Ellos fueron los primeros hermanos gemelos, registrados, que nacieron pegados por el estómago y que dieron origen al término ''siamés".
Su historia, estremecedora, fue meticulosamente investigada por el escritor estadunidense Darin Strauss durante tres años antes de presentar su primera novela, Chang y Eng, que ahora aparece en México publicada por Seix Barral.
De acuerdo con el relato, ''Chang era borrachín y pendenciero; Eng era culto, refinado y adoraba leer a Shakespeare". Este último es el narrador de la historia, un infierno que ''juntos superaron, juntos se casaron con dos hermanas, juntos criaron a 21 hijos y forjaron su propia leyenda".
El niño eran dos
Los siameses Chang y Eng fueron concebidos en 1811 en el reino de Siam, donde un supersticioso soberano otorgó el indulto y los libró de la pena de muerte que pesaba sobre ellos, cuando tenían tan sólo seis años de edad, para explotar su deformidad.
Es así como en 1825 un promotor sin escrúpulos los llevó a Estados Unidos, desde donde recorrieron el mundo como fenómenos de feria, enjaulados.
En la novela, Eng recuerda que él y su hermano nacieron ''sobre una estera de bambú en la casa familiar sobre el río Mekong (...) Madre jadeaba. (...) šTenemos gemelos, dos varones sanos! (...) Pero entonces la partera vio que no podía separarnos... que no había nada que pudiera ponernos derechos a mi hermano y a mí.
''Jun nos dejó caer al suelo. Por difícil que resulte creerlo, nos veía a Chang y a mí como un único monstruo. Padre miró a sus gemelos, que lloraban, y trató de vomitar, pero sólo consiguió llevarse a la boca el sabor de la bilis.
''Chang y yo teníamos cada uno nuestro propio cuerpo, un cuerpo diferenciado (con dos pares de brazos y piernas, dos cabezas y pechos, corazones y mentes), pero lo único que veían todos es que estábamos unidos a la altura del esternón por un ligamento retorcido y carnoso: no veían dos niños, sino una maldición para la familia. Nadie se agachó para tocar al niño-doble. Pero los testigos debieran haberlo visto: el niño eran dos."
Los críticos estadunidenses han opinado que Chang y Eng es ''una de las novelas más imaginativas, arriesgadas y logradas" de los últimos años; por ejemplo, James Ellroy ha afirmado que ''conmueve por su retorcida pasión, sus reflexiones endiabladamente astutas y su poderoso y mediado genio. Una pieza de artesanía".
La abundancia de detalles en la narración hace pensar al lector que el propio Eng escribió esta profunda reflexión en torno no sólo de la vida, sino de los misterios del amor que vivieron los siameses al lado de las hermanas Yates:
''Las yemas de los dedos de Adelaide rozaron accidentalmente mi ingle. Me descubrí mirando a Chang cuando levantava el camisón alechugado de ella, y cuando desafortunadamente mis ojos volvieron a abrirse, le estaba quitando sus pantaloncillos interiores de algodón y atrayéndola hacia sí, desnuda. Mi hermano y yo estábamos tumbados sobre la espalda, forzando el ligamento (...)
''Por un momento, ella me miró directamente, con ojos suaves, casi tan asustada como yo. Vacilante. Adelaide tocó nuestra banda conectora, casi acariciándola, una extraña novedad (...)
''Después de rodar un rato más los tres, los suaves cabellos rubios de Adelaide me cosquillearon por el cuello, placer y castigo."