MIERCOLES Ť 19 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Ť El acto será a las 12 del día; participarán Rafael Catana y Armando Rosas
Develarán una placa en memoria de Rockdrigo en el Metro Balderas
Ť También se recuerda a Manuel Altamira, quien fue reportero de esta casa editorial
JUAN JOSE OLIVARES
Hoy hace 16 años murieron miles de personas en el sismo que sacudió la capital en 1985. Entre esa cifra incierta, un artista -cuyo destino también era incierto- de nombre Rodrigo González Guzmán (Rockdrigo) dejó de exhalar su sensibilidad en un edificio de la calle Bruselas y Liverpool, en la Juárez, donde también perecieron otros dos hombres talentosos: el periodista de esta casa editorial Manuel Altamira, y el teatrero y mimo belga Frederik Vanmelle.
Rockdrigo, El Profeta del Nopal, fue el relator urbano, el sacerdote rupestre, el músico "macizo, inteligente y gandallón, experto en los misterios de la ciudad de México", que retrató de excepcional forma acústico-poetica las figuras más realistas y surrealistas del paisaje metropolitano.
Ahora, este día es motivo para recordar la desaparición física del rupestre mayor, y a las 12 horas se develará una placa en los andenes de la estación Balderas del Metro, con la actuación de Rafael Catana y Armando Rosas. A las 19 horas, en la Plaza Giordano Bruno (que debería llamarse Rodrigo González, en opinión de muchos seguidores del músico) se proyectarán sus imágenes en video, obra de Rafael Montero, con las actuaciones de Roberto Ponce y Fausto Arrellín.
Más actividades por aniversario luctuoso
El viernes 21, Sergio García Michel presentará otros dos videos del rey de la canción callejera en el Jardín Hidalgo de Coyoacán a las 20 horas. El sábado 22 se llevará a cabo un megahomenaje en el Alicia, con la participación de Armando Rosas, Gerardo Enciso, Rafael Catana, Qual, Carlos Arellano, Roberto González, Roberto Ponce, Leticia Servín, Años Blues, Pepe Rolas y Julio César García. El domingo 23, en la Plaza Romita (Durango y Morelia), El Grupo Clandestino presentará un concierto a las 15 horas.
Asimismo, se realizará otro homenaje para todos los caídos en la calle Jalapa 213 (colonia Roma) de las 7:19 de la mañana a las nueve de la noche, en el que artistas plásticos, colectivos de teatro y grupos musicales efectuarán un verbena callejera, con instalaciones, una obra teatral y pintas rupestres.
"Somos rupestres todos aquellos cuates que andamos tocando con una guitarra de palo nuestras creaciones que, creemos, son de calidad. Comparados con los que tienen recursos, Alejandro Lora, Eblen Macari, Rafael Catana, Briseño, Roberto González, Roberto Ponce, Marcial Alejandro y yo somos rupestres, ya que tecnológicamente estamos más cerca de la era de las cavernas que de la sociedad industrial", dijo Rockdrigo a Javier Cadena Cárdenas, en junio de 1985, casi cuando acababa de grabar su caset de 12 rolas llamado Urbanistorias, que contenía canciones de una ácida crítica humorística, que se volvieron himnos de los cantores callejeros de rock, como Metro Balderas, Vieja ciudad de hierro o Distante instante.
Rockdrigo, quien nació en Tampico hace 51 años, nunca deseó ser grabado por alguna empresa disquera. Su único interés era darle un nivel literario al rock. Decía: "Todos andamos en la calle y tenemos apariencias en común, entonces lo único que hago es tratar de interpretar lo de afuera... se dice (más bien lo dijo José Agustín) que el pueblo me becó, porque yo ganaba lana tocando en las calles y me quedaba tiempo para seguir escribiendo rolas."
Rodrigo era amante de la poesía ("desde chavo me interesó, aunque ahora ya no la escribo; lo que hago ahora son rolas", dijo a Víctor Roura en una entrevista el año que se fue al Nirvana musical), de la música tradicional como el huapango, del rock de Bob Dylan o Neil Young, que él transformó en algo muy mexicano; principalmente de la libertad, que quedó coartada la mañana del 19 de septiembre, cuando la fría lo abrazó junto con su compañera Francois (Pancha como la llamaba Roberto Ponce).
De Rockdrigo se ha dicho todo, o casi todo, y sus compas y amigos coincidieron en que "de la gente que hace rock, era uno de los más talentosos y jóvenes".
El mismo describe su estancia en esta tierra del esmog en un escrito rescatado para la introducción de su libro (Ediciones Pentagrama y Conaculta), en el que expresa toda su retórica urbana: "En la carnicería musical, rockanroles grasientos y rythm and blues adobados, carnitas poéticas y macizas temáticas, quesadillas cósmicas y tostadas de conocimiento, por eso, pásele pásele, hay caldos de insensatez del Rockdrigo y los batos del Qual, atolitos de rolas urbanas y campechanas que pretenden ser, lagañosas y malolientes, netas y condescendientes, piñateras y quemacoquientes, no hay más que aventarse clavados en la campechana cultural, nadar y bucear lo mejor posible, ya sea haciendo hibrideces polifórmicas o progresiones elementálicas, con sus graduaciones antiójicas perceptoriales, que caracterizan nuestro bagaje craneano. Rockdrigo y Qual hurgan desde las banquetas y los techos, silenciosos como gatos telepáticos, escudriñan entre el smog, buscando temas y situaciones rockanroleables, los paisajes de antenas y tanques de agua hierven de historias, desde ahí se ven las estrellas, se espanta el smog a manotazos y se le arranacan rolas cósmicas a los universos y filosofías..."
La tragedia hirió de cerca
Pero no sólo el Rockdri quedó en esa tumba de Bruselas 8. Y es que la tragedia se percibe más cuando hiere de cerca. En ese mismo edificio vivía el reportero Manuel Altamira, quien con 37 años y 15 en el oficio, apenas se había incorporado al nuevo diario La Jornada. Reportero de experiencia y cronista excepcional, como comentan los que le conocieron, Altamira entendía el periodismo "como una misión intermediaria entre los hechos y los lectores y vivía para ejercerlo"; así lo editorializó Miguel Angel Granados Chapa tres días después de su muerte.
También se colgó en ese abrupto viaje sin retorno el mimo belga Frederik Venmelle, quien percibía a la muerte como "una buena amiga que le acompañó desde siempre en sus funciones y jugaron juntos", como en sus espectáculos Angeles del desierto, El fantástico mundo del teatro sin palabras, Hermosas locuras, etcétera, en los que daba "color a los sueños y hacía perpetuo el movimiento sin sonido".