MIERCOLES Ť 19 Ť MIERCOLES Ť 2001

Ť En el Festival de Jazz acompañaron al músico Alejandro Campos y Aarón Cruz

Con su forma de atacar las teclas, Infanzón prendió a la banda en la Sala Nezahualcóyotl

ANTONIO MALACARA ESPECIAL

Nuevamente a un tercio de su capacidad, la Sala Nezahualcóyotl fue imponente testigo de un concierto no menos imponente, espectacular. La noche del viernes 14 de septiembre Héctor Infanzón llegó como el tercer convocado al Festival Internacional de Jazz 2001, y junto a él participaron otros tres músicos que mostraron los verdaderos alcances del ser y el hacer.

En la avenida Insurgentes, casi frente a la Neza, y apenas una hora antes del concierto, una treintena de universitarios (al parecer, profesores de Trabajo Social en busca de un aumento) bloquearon el tránsito en ambos sentidos. Quiero pensar entonces que esto influyó determinantemente en los grandes vacíos que se esparcían por la sala. Una hora después de iniciado el concierto seguían llegando algunos desvarados.

En el comienzo fue la frialdad; un entumecido sentimiento que el cuarteto pudo romper casi de inmediato. La desbordante pasión con que Héctor Infanzón ataca las teclas lo hizo rebotar sutilmente en su asiento y la banda se contagió sin remedio, envolviendo el concierto en un algo muy cercano a lo sublime. A pesar de los problemas con el sonido de la sala (que después supimos eran todavía más graves en los monitores de los músicos) los matices se incrustaron y se mantuvieron sin tropiezos por alrededor de dos horas.

Ignacio López Tarso aplaudió todos los temas con reposado fervor, dejándose llevar por el entusiasmo que flota en el ambiente y por el amor al nieto que está en la batería.

En las primeras piezas reapareció la evidente adhesión del pianista a los ecos infanzon_hector_ewsafrocaribeños en el momento de componer. Desde aquí, las baquetas de Antonio Sánchez se mostraron a plenitud: rara vez golpearon con fuerza platillos o tambores, prefirieron someterlos por medio de las caricias; sus muñecas se pasean determinantes y suaves entre toms y tarola, y aunque la energía es una de sus constantes, en ningún momento las percusiones son vapuleadas. Al parecer, batería y baterista mantienen un tácito y provocativo acuerdo para reinventar la fuerza, y con ello, nuevas formas de la geometría.

Alejandro Campos estuvo más dosificado de lo deseable en sus saxofones; entraba y salía del escenario, intervenía siempre con su acostumbrada maestría, pero a final de cuentas nos dejó con la impresión de escasez en los metales. De hecho, en el cuarteto "oficial" de Infanzón no aparecen los saxos (La Jornada 14/09/01).

Aarón Cruz, por su lado, sigue creciendo de manera impresionante; resulta ya imposible ubicarlo entre las jóvenes promesas del contrabajo (y el bajo eléctrico) en nuestro país: él es ya toda una realidad, un ser inmenso e inmerso hasta el tuétano en el poder de la improvisación jazzística, además, obviamente, de mantenerse como uno de los más sólidos soportes en la base rítmica.

Entre novedades y estrenos

La primera novedad (que no estreno) arribó con Primer encuentro, pieza que Héctor no montaba desde los tiempos de Antropóleo, un vertiginoso swing que no paró de principio a fin. Enseguida llegó Como en feria, tema para piano y quinteto de cuerdas que se estrenó hace algunos meses, pero que hoy, al ser presentado en dueto de piano y contrabajo, adquirió dimensiones monumentales; en medio de la imperturbable presencia del jazz, brillaban las cadencias del huapango, los aires de la más absoluta mexicanidad. Infanzón no buscaba un sonido, lo había encontrado, y si a esto sumábamos el virtuosismo de la ejecución...

Hubo después dos estrenos: una delicadeza sin título que flotaba entre la chacarera y que llevaba al compositor a pulsar las cuerdas del piano en directo; la otra fue Nos la debíamos, dedicada a Toño Sánchez, donde éste estalla con un solo impresionante. Pero la impresión de Como en feria continuaba (continúa) golpeándonos de frente. Este dueto es, sin duda, uno más de los elementos con que se construye la grandeza del jazz mexicano, a pesar de su exacerbada y torpe marginación del escenario mundial.