jueves Ť 20 Ť septiembre Ť 2001
Adolfo Sánchez Rebolledo
ƑHay "proyecto nacional"?
Algunos de nuestros analistas más conspicuos fruncen el ceño cada vez que alguien invoca el "proyecto nacional". Les parece ésta una frase vacua y anacrónica, inútil en una sociedad abierta y globalizada que deja fuera de lugar todos los particularismos, incluso aquellos que hicieron posible la modernidad. Sin embargo, aun para quienes piensan en esa forma, resulta obvio que una cosa es decretar la muerte teórica de los Estados nacionales y otra muy distinta que éstos -sobre todo el más poderoso de la Tierra- se extingan en los hechos. Esa es una de las lecciones que nos quedan de estos días terribles: en un planeta interdependiente, Estados Unidos es la única potencia capaz de hacer de su propio proyecto nacional un programa con pretensiones universalistas, pero el mundo sigue siendo un campo minado de intereses diversos y contradictorios.
México no puede sustraerse a estas circunstancias, pero reconocer la dimensión de nuestra integración a la corriente principal no equivale a cancelar toda idea de soberanía y, en consecuencia, de futuro. Lejos de anular su importancia, el debate sobre estos temas adquiere hoy un nuevo significado. ƑMéxico tiene un proyecto nacional? ƑEs necesario o deseable?
El gobierno "del cambio" nos propuso al inicio de su gestión una reforma política de gran calado, pero hasta ahora no ha delineado una propuesta alternativa creíble superando las definiciones recogidas en leyes y principios constitucionales. Cualquier ciudadano de hoy -mexicano o no- sería incapaz de no identificarse con las siguientes tesis foxianas: "México sí tiene proyecto. Esa alternativa humanista concibe a nuestro país como una república plena, en la que florecen las libertades, la democracia, el estado de derecho, la transparencia y el federalismo; y en la que se vive la gobernabilidad democrática". ƑNo es verdad que esta "alternativa" ya existe en la Constitución que el Presidente desea reformar para completar "la transición democrática" inaugurada, según esto, el 2 de julio? ƑDónde está la novedad respecto al viejo proyecto fundador de 1917?
Puede ser que el humanismo social del Presidente sea en el fondo y la forma una vuelta al liberalismo clásico que deja en manos de los individuos el logro de su propio bienestar, sin más participación del Estado que la de vigilar por la seguridad de los ciudadanos. Tal vez se trata -y en eso Fox no es el primero- de restarle a la Constitución sus contenidos propiamente programáticos, aquellos que tienen que ver con el diseño del futuro, asentados en la Carta Magna como principios racionales, esto es, como aspiraciones justas, aunque no sean en todo tiempo realizables. Huyendo del estatismo como una perversión de la vida pública se abandonan también conceptos que dan fundamento y permiten materializar la idea de nación, a cuya construcción sirve la Constitución vigente. Tal parece que en el nuevo proyecto nacional no hay lugar para un conjunto de derechos sociales, cuya presencia es vital para definir qué queremos y hacia dónde vamos.
Un proyecto de nación, si es posible bajo la mundialización, debería contener un conjunto de formulaciones programáticas, elaboradas tomando en cuenta la cambiante realidad del mundo y revalidadas cotidianamente en y por las instituciones, las políticas públicas y las prácticas de la sociedad civil. Si ya no es factible sustraerse a ciertas formas de supranacionalidad, conviene hacer explícitos nuestros objetivos, participar activamente en la remodelación del orden mundial en vez de cruzarnos de brazos dejando que la corriente principal nos lleve al baile.
La ausencia de un proyecto formal no significa que la política gubernamental carezca de sentido, de direccionalidad, que los actos de la autoridad no se ajusten a ciertos fines y valores, aunque éstos aparezcan explícitamente formulados. Urge a México revisar el sentido de sus relaciones con Estados Unidos y con el mundo global.