Ť Ser justa ante las desigualdades, el reto del presente, consideran especialistas
La Universidad Nacional, prisma que ha reflejado los cambios sociales en 450 años
Ť Por siglos, la institución ha jugado un papel central en el debate de temas capitales
Ť Expertos señalan que la UNAM debe contribuir al proceso de democratización del país
KARINA AVILES
Sin duda el más amplio espacio de debate del país, lo que hoy se llama Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha sido a lo largo de 450 años el prisma en donde se reflejan todos los cambios de la sociedad. Fue bastión "antirrevolucionario" en 1910 y simpatizante del neozapatismo a finales del siglo XX, "Real y Pontificia" en la Colonia, autónoma hace menos de cien años y desde hace varias décadas popular y uno de los frentes críticos del poder.
En el periodo colonial la universidad respondió al proyecto triunfador de formar a los hijos de los españoles que llegaron a conquistar el territorio. Debieron pasar 200 años a partir de su creación para que entraran los primeros indios. Después dio cabida a una burguesía ligada a los poderes económico y político, y al responder cada vez más a las necesidades de la sociedad mexicana fue abriéndose a los más amplios sectores de la población. Actualmente, expresa el investigador del Centro de Estudios sobre la Universidad (CESU) Hugo Casanova, la UNAM tiene ante sí "el reto de ser justa frente a las desigualdades sociales porque en este momento no está respondiendo en forma plena a las mismas".
Esta institución tan llena de historia, acontecimientos y anécdotas, matriz de pensadores, científicos y políticos comenzó a dejar escritas sus huellas en un edificio ubicado entre las calles de Moneda y Seminario, pues se desconoce en dónde se localizaron las primeras aulas de la universidad. El especialista en el tema de la universidad del siglo XVI, Armando Pavón, expresa que "nadie sabe dónde estuvo el primer edificio".
Así, las primeras memorias arrancan en una edificación de dos pisos con un patio central, ubicado en aquella esquina del Centro Histórico de la Ciudad de México y de la cual Francisco Cervantes de Salazar, autor La Universidad de 1554, da cuenta de un diálogo entre Mesa y Gutiérrez: "...sírvete informarme de lo que no he querido preguntar a ningún otro: ¿qué edificio es ese con tantas y tan grandes ventanas arriba y abajo, que por un lado da a la plaza y por el frente a la calle pública, en el cual entran los jóvenes, ya de dos, ya como si fueran acompañando a un maestro por honrarle y llevan capas largas y bonetes cuadrados metidos hasta las orejas?", pregunta Gutiérrez. A lo que Mesa responde: "Es la universidad, donde se educa la juventud: los que entran son los alumnos, amantes de Minerva y de las musas".
Bajo la toga negra se escondía una camisa de cuello y puños sencillos, si eran alumnos. Pero si eran licenciados, lucían una capa de color y si eran doctores portaban bonete, toga y otras insignias, cuenta Armando Pavón. La Real Universidad de México comienza sus cursos con cerca de 30 alumnos, nada que ver, claro, con los 251 mil estudiantes que hoy en día acuden a sus aulas. Era el año de 1553. La universidad iniciaba su tarea docente, aunque la cédula de creación fue expedida el 21 de septiembre de 1551. De eso hace hoy 450 años.
Otro investigador del CESU, Enrique González González, experto en universidad colonial, refiere que la Real Universidad de México respondía a las necesidades de una sociedad gobernada por las autoridades españolas y administrada en lo espiritual y en muchas cuestiones materiales por la Iglesia. Aquella universidad, apunta, era para "los españoles y criollos", quienes podían acudir a cualquiera de sus cinco facultades: Artes, Leyes, Cánones, Teología y Medicina.
Aunque la cédula de creación especificaba que la universidad era para hijos de españoles y para "naturales", es decir, para indios, en la práctica "los criollos se encargan de que éstos no entraran ni para barrer. Los indios eran para aprovecharse de ellos y no para que compitieran con los criollos formándose", expone González González.
Es hasta después de 200 años de su creación, en el siglo XVIII, cuando aparecen los primeros indios, pero son los hijos de los nobles indígenas, precisa Armando Pavón. Como hoy, la universidad de antes fue arena de las grandes discusiones cuyos efectos se expandían en la sociedad. Al finalizar el siglo XVIII la Real Universidad empieza a quedar retrasada en relación con los cambios que ocurren y la corona crea otras instituciones para atender las demandas científicas que la institución no cubría. En ese contexto nacen la Escuela de Minería, la Cátedra de Cirugía, el Jardín Botánico.
Ligada desde entonces a los núcleos del poder, con el triunfo de la independencia los gobiernos liberales impulsan un proyecto educativo propio que privilegia los criterios de la ciencia moderna. Armando Pavón señala que "en términos de la educación superior la primera mitad del siglo XIX está caracterizada por los institutos de ciencias y artes y en la segunda mitad, con el triunfo de Juárez, se instauran las escuelas nacionales".
A finales del siglo XIX --sin soslayar los periodos previos de cierre y apertura de la universidad, según la política nacional-- Justo Sierra inicia las gestiones de una nueva universidad y tiene que convencer a los positivistas de que el proyecto que él propone "no tiene nada que ver con la universidad colonial", añade. En 1910 nace la Universidad Nacional de México, año en que estalla la revolución.
"El papel de la universidad en la revolución es controvertido. Hay autores que sostienen que se constituyó en un bastión antirrevolucionario", apunta el investigador en educación superior Hugo Casanova. Lo anterior responde a la falta de consolidación institucional de la universidad y a que quien designaba al rector era el régimen porfirista, añade.
De manera que la universidad que se crea en 1910 responde a la estructura social de la época gobernada por las elites. En ella "no caben los sectores mayoritarios de la población", lo cual no sólo sucede aquí, sino en el mundo, señala. En las décadas siguientes inicia un proceso de consolidación institucional. En 1929 se le dota de la primera Ley Orgánica. Para la década de los cincuenta la universidad comienza a "hacerse porosa en términos sociales" y junto a los hijos de industriales y políticos, también comienzan a llegar los hijos de los comerciantes, artesanos, apunta Casanova.
En 1950, casi 85 por ciento de la matrícula en educación superior se concentraba en la Universidad Nacional y solamente 1.5 por ciento de los jóvenes en edad universitaria de 20 a 24 años tenía acceso a este nivel de enseñanza. Es entonces cuando inicia el proceso de expansión de la educación superior no sólo en México, sino en América Latina, expone el director del CESU, Ángel Díaz Barriga.
Dicha expansión se ve reflejada en la construcción del más grande campus universitario en el país. En los más de 7 millones de metros cuadros de Ciudad Universitaria se ve pasear a los muchachos con largos copetes sostenidos con vaselina, pantalones ajustados y mocasines, y a las muchachas con sus faldas con gruesas crinolinas y peinados estrambóticos a base de laca.
De acuerdo con estudios realizados por Díaz Barriga, de 1950 a 1970 el sistema de educación superior creció diez veces, de 29 mil 892 estudiantes a 254 mil 116 alumnos en el país. En los últimos 50 años aumentó 65 veces, pero a pesar de dicho crecimiento "somos de los países más rezagados en América Latina". Actualmente sólo 18 por ciento de los jóvenes entre los 20 y 24 años tiene acceso a la educación superior en México.
En el caso de la UNAM, expone Díaz Barriga, experimenta un crecimiento fuerte hasta a finales de los setenta. Con base en los datos disponibles pasa de 24 mil alumnos, en 1950, a casi 300 mil en 1979. En esos años los sectores medios van entrando masivamente y comienza a haber una demanda mayor de la que puede ofrecer, lo cual "la lleva a establecer, en 1962 y 1964, el examen de admisión. Conforme pasa el tiempo la demanda crece demográficamente, y aunque la universidad creció, no puede seguir con la misma dinámica de expansión", explica.
La diversidad de los diferentes grupos sociales del país cruza Ciudad Universitaria y el resto de sus planteles en busca de futuros más prometedores. Ricos y pobres, hombres y mujeres dan vida a la inmensa construcción del Pedregal, donde se asienta uno de los complejos académicos más grandes del mundo.
Pero con la diversificación y expansión de esos años en la educación superior surgen nuevos centros educativos, apunta Hugo Casanova. Hoy en día los mexicanos se están educando también en otras instituciones públicas y privadas, algunas muy buenas y otras que no lo son. "La UNAM vivió un desplazamiento de su centralidad, lo cual no significa que se cayó, sino simplemente que se movió de lugar merced a la complejización social". En los ochenta hay una disminución de recursos y campañas de desprestigio hacia la universidad pública, lo que "podría explicar el inicio del éxodo de capas medias a universidades privadas", las cuales aumentan considerablemente.
En esa década comienza en la UNAM una "política deliberada, implícita en los planteamientos nacionales y en los organismos supranacionales, de contención del crecimiento y de endurecimiento de los criterios de selección, medida que no reconoce como variable importante la procedencia socioeconómica de los alumnos y tiende a beneficiar a los más favorecidos económicamente". Por ello, considera Hugo Casanova, la UNAM tiene ante sí el reto de "ser justa ante las desigualdades sociales". Si bien no está en sus alcances la resolución de los problemas del país, sí en cambio tiene la enorme responsabilidad de plantear referentes para que la educación superior puede dar cabida a todos los sectores de la sociedad y contribuir así a la necesidad de democratización nacional, finaliza.