sabado Ť 22 Ť septiembre Ť 2001

 Luis González Souza
 
Mundo nuevo o mundo muerto

Ahora sí, que Dios nos agarre confesados, que Bush Jr. nos agarre bien simpáticos, y la comandancia general de EU, por completo domesticados. En su magno discurso de antier ante el Congreso de su país, el nuevo sheriff global lo dijo más o menos claro: 1) La nueva guerra mundial es contra "el terrorismo" (así, sin precisiones), 2) EU (sin consulta ni elección de nadie) está listo a conducir la guerra, y 3) Neomaniqueísmo hitleriano: el margen de libertad de todas las demás naciones se reduce a dos sopas: o se alinean con EU, o caen al cajón del "terrorismo".

Epílogo tragicómico: en el ocaso de su hegemonía, el mayor defensor de una civilización hecha desde y para el terror de todos los signos ?militar, económico, social, político, afectivo, moral, espiritual? se dispone a reciclar dicha civilización, ni más ni menos que bajo la consigna de: todos (y todas, agregaría algún mexicano, en ejemplar ejercicio de su soberanía) contra todas las formas de terror, a la voz de ¡ya!, y por todos los medios disponibles o imaginables (varios de los cuales serían sin duda terribles y terroríficos). Más que tragicómico, tal epílogo es patético, porque: 1) En terrorismo, como en tantas otras materias, EU cuenta con todo, menos con autoridad moral, para combatirlo, 2) Terror contra terror, sólo desemboca en más terror, y 3) Hoy, la desembocadura más probable es otra guerra mundial, casi por fuerza guerra nuclear, letal, final, guerra sepulturera de ésta y de cualquier otra civilización, pues.

Exactamente ahí empieza el terrorismo más cruel de todos, que es el terror contra la esperanza misma. Más allá del terrible exterminio de la humanidad bajo una guerra de macroterroristas contra ultraterroristas, si alguna esperanza deja viva el discurso de Bush, es la de un mundo poblado ya ni siquiera por "esclavos felices", sino ahora por puros esclavos "apanicados", así individuos como naciones y continentes enteros.

¿Y cómo llegamos aquí? Adivinó usted: a base de mucho, muchísimo terror de todos los colores y todas las edades. Pero -honor a quien honor merece- el terror del mercado ocupa un lugar central en esta historia. Desde la acumulación primitiva de capital -signada por el terror de los despojos y la muerte de incontables personas- hasta el último suicidio, hace unos días o acaso ayer mismo, en las torres gemelas del WTC en Nueva York (causado por incendios físicos o por acostumbrados manipuleos en la bolsa de valores), el terrorismo mercantil es un hecho tan central como constante, si bien poco visible. En el mercado laboral se ha probado especialmente punzante. Desde la acumulación de la primera riqueza personal, hasta la de un Bill Gates el día de ayer, el combustible de fondo puede hallarse en el cotidiano terror de todo trabajador ante la disminución de su salario o, todavía peor, el terror a quedar desempleado. Pero, además, el terrorismo del mercado se ha extendido y agravado como nunca. Ya no tiene que ver tanto con el miedo a ser explotado, sino simplemente marginado. Hoy, naciones y continentes enteros viven bajo la terrible amenaza de quedar desenganchados de la "locomotora de la globalización".

Y qué decir del terrorismo racial, racista. El terror de los pueblos indios en todo el mundo, hoy oscila entre el aniquilamiento físico (genocidio) y la muerte civil/moral masiva, la más terrible entre seres humanos, y tal vez, hasta entre los animales: la muerte por olvido o por desprecio.

Sólo un apunte final sobre el terrorismo ideológico. El verdadero terror empieza ahí donde pretende domesticarse a la humanidad toda bajo la creencia de que la única posibilidad de vida y el peldaño más alto al que puede aspirar la sociedad, es la mal llamada "civilización occidental". Y el colmo de colmos, lo que dijo Bush Jr. de su cruzada contra el terrorismo: "Es una lucha por la civilización". ¡Una lucha/guerra global en defensa precisamente de una civilización carcomida por todas las formas imaginables de terror y terrorismos! ¡Una lucha dirigida por el mero bastión de esa civilización terrorista de cabo a rabo, y ya en franca crisis!

Y el ultracolmo o postcolmo de los colmos: ¡Una lucha en la que gobiernos de países tradicionalmente pacifistas y humanistas, como México, se apresuran a enlistarse cual mercenarios descerebrados, es decir, sin la más elemental de las soberanías, que es la del pensamiento propio! Vaya, pues, que el mundo está muriendo, incluso de pena y desolación. Juntito a las torres de Nueva York, lo que se derrumbó es ese mundo agonizante, es esa "civilización" (sic al infinito, como eso de la Justicia Infinita) desde y para el terror, la violencia y la muerte... muerte inclusive moral.

En definitiva, nuestra apuesta es por un mundo nuevo. Uno que todos tendremos que imaginar y construir juntos, pero desde lo más lejos y bajo. Desde las montañas del sureste mexicano, por ejemplo. Ť
 
 

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