SABADO Ť 22 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

Carlos Marichal

Guerra y reforma fiscal

Toda guerra implica un aumento fundamental en el gasto público. En el caso de la extraña guerra globalizada en la que ahora está empeñado el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, es evidente que aún cuando no movilice una cantidad de tropas similar a la de guerras anteriores como en los casos de Irak, Vietnam o Corea, sin duda incrementará el gasto militar de manera formidable. La maquinaria industrial/militar vuelve a calentar motores y para financiarla será necesario utilizar el fuerte superávit fiscal que se estaba acumulando desde la administración Clinton, en vez de destinarla a fortalecer el seguro social como se había planeado.

Por otra parte, el Tesoro de Estados Unidos va a tener que buscar recursos para pagar la reconstrucción de la ciudad de Nueva York, para rescatar a las compañías de aviación que están desangrándose, y para apuntalar a las compañías de seguros, golpeadas seriamente por la tragedia del 11 de septiembre. Todo ello requerirá una gran cantidad de recursos precisamente en una época cuando está cayendo la recaudación fiscal, debido a la recesión que envuelve a la economía mundial.

En resumidas cuentas, al igual que en la época de Reagan, el gobierno estadunidense se lanzará a una política de déficits a ser cubiertos con la emisión masiva de deuda pública. Así, paradójicamente, en la era del neoliberalismo y de la globalización, se buscará que el Estado saque del atolladero a la economía privada. La poderosa sombra de Lord Keynes regresa al escenario.

ƑQué implicaciones trae la guerra para la economía mexicana y más particularmente para los proyectos de reforma fiscal? El secretario de Hacienda ya ha reconocido esta semana en entrevista de radio que sus iniciativas en materia del IVA y del impuesto sobre la renta no van a prosperar en el Congreso. Presentará otro paquete de medidas que será negociada entre el PAN y el PRI para lograr torear la situación preocupante de la economía pública y privada que se ha visto agravada por un conjunto de factores internacionales y domésticos.

Es cierto que existen algunas señales positivas para la economía mexicana que otorgarán un cierto respiro a las autoridades financieras. El precio del petróleo se va para arriba durante las guerras y ello traerá más recursos fiscales. En segundo lugar, las grandes empresas han confirmado sus planes de inversión en México pues el ser vecino de la superpotencia mundial les inspira confianza. Pero aún así, y a pesar de la retórica que sostiene la necesidad de mantener la disciplina fiscal y monetaria, el gobierno mexicano va a tener que emitir más deuda interna para cubrir sus abultados compromisos financieros.

El servicio de las deudas públicas rebasará los ingresos fiscales ordinarios.

Se trata no solamente de la deuda a largo plazo (externa e interna) sino el servicio de los pagarés del Fobaproa que cobran los bancos religiosamente, los gastos de los Pidiregas y los nuevos rescates de empresas y bancos ya en marcha. En otras palabras, el previsible incremento de la deuda pública hace todavía más patente que se requiere una profunda reforma fiscal, pero una reforma con bases muy diferentes a las propuestas este año por el Poder Ejecutivo.

Una alternativa importante para el futuro debate político es la detallada propuesta presentada esta semana por el PRD, la cual ha sido resumida en un importante artículo publicado por Julio Boltvinik en este periódico el día de ayer, viernes 21 de septiembre. En resumen, la importancia de la reforma fiscal en México es cada vez mayor pero no puede negociarse bajo la mesa, como parecen desear numerosos políticos intelectualmente envejecidos: al contrario, requiere un verdadero debate nacional.