La UNAM, heredera de un importante centro de cultura ya en tiempos de la Colonia, fue y es la formadora de intelectuales, hombres de Estado e investigadores que han influido determinantemente en la vida política y social del país, reafirmando de esta forma nuestra identidad nacional.

Es la universidad más grande en lengua castellana y una de las instituciones educativas con una larga y gloriosa historia en América Latina. De ella surge la mayor parte de las investigaciones que se realizan en México y los estadistas y cuadros políticos y económicos que siguen marcando poderosamente el desarrollo de la nación.

Es, por tanto, mucho más que una institución educativa de alto nivel y prestigio mundial: un baluarte de la independencia nacional, pues no puede haber independencia ni soberanía en un país que carece de investigación propia --encauzada a responder a sus necesidades--, de cultura popular y académica arraigada, y de una producción adecuada de intelectuales con ideas críticas, capaces de guiar a México por una modernidad que respete su idiosincrasia y su historia.

Por eso la UNAM, como institución pública de enseñanza superior, sigue siendo un pilar de la cultura y la independencia de nuestro país y de nuestro continente.

A nadie escapa que en las semanas recientes se ha buscado desprestigiar a la máxima casa de estudios, presentándola como "nido de guerrilleros" y acusándola de perder calidad y no producir los profesionistas e intelectuales que demanda esta época de mundialización.

Sin embargo, pese a sus defectos y problemas estructurales --como ocurre con todas las universidades del mundo-- y dificultades para hacer frente a las enormes transformaciones que está sufriendo el mundo contemporáneo, sigue siendo, por mucho, la más productiva, fértil e importante de las universidades del país, el punto principal de apoyo para los investigadores y el sostén fundamental de la cultura en México.

Como tal debe ser defendida por la sociedad para que ésta pueda estar orgullosa de ella.