DOMINGO Ť 23 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Jenaro Villamil
Justicia infinita, la nueva videoguerra
Si detrás de las palabras de George W. Bush y de las imágenes del despliegue de marines y de portaviones no existiera el riesgo de una mayor cuota de vidas a nombre de la justicia infinita, el espectáculo televisivo de la guerra por venir sería menos indignante.
Sin embargo, en esta redición del guión del sheriff de la posguerra fría se recrea uno de los ingredientes más perniciosos de las videoguerras al estilo CNN: la reducción al espectáculo telegénico de lo que se considera el mayor despliegue bélico de Washington desde la tormenta del desierto, con todo y una especie de teletón de por medio en tributo a "los héroes americanos" (Ƒquién contratará a Julia Roberts, a Salma Hayek o a Al Pacino para conseguir fondos para los cientos de mexicanos, salvadoreños, colombianos y paquistaníes muertos también en el ataque a las Torres Gemelas? ƑQué cadena televisiva le dará nombre y dignidad a "los de abajo", que no son objeto de la ira infinita americana o pretexto para el lucimiento del star system?).
La maquinaria televisiva provoca que lo que hace apenas dos semanas fuera el horror de la muerte se convierta en la puesta en escena de otro horror más pernicioso: la derrota de la negociación política; la victoria del fundamentalismo del cowboy y la escalada de prejuicios e ignorancia hacia el mundo islámico.
La televisión entra así a un juego fatal. Vicente Verdú lo subrayó de esta manera en El País: "nunca antes como en esta explosión de horror se ha vivido tan clamorosamente la confusión entre verdad y representación, entre realidad y espectáculo. La realidad ha sido espectacular no sólo analógicamente, sino como materia prima del gran espectáculo. Lo característico de un cataclismo es su excepcionalidad, su sorpresa, su irreversibilidad, pero las cámaras de televisión han deshecho estos componentes. Han multiplicado de manera tan repetitiva lo ocurrido que han situado al espectador como ante una película ya vista y en la previsibilidad de lo que verían a continuación".
Naomi Klein, autora de No Logo, considera que la "guerra de los videojuegos ha terminado para los norteamericanos" al ser heridos en su propio territorio y comprobar los efectos devastadores del miedo y el ataque artero. Sin embargo, el morbo bélico impone su escalada de horror y vuelve a surgir en las pantallas como si fuera un videojuego y no una incursión militar de dudosa legalidad internacional.
Esfuerzos dignos de las propias cadenas televisivas estadunidenses y hasta de las mexicanas -en especial, de los corresponsales de Televisa en Nueva York- por ofrecer una cobertura más humana de los sucesos del 11 de septiembre, quedan sepultados frente al bombardeo de imágenes, códigos y mensajes de guerra. Y este es otro ingrediente de las videoguerras: la percepción generalizada de un conflicto en el que sólo pueden hablar las armas. Es la derrota del pensamiento frente a la victoria de la imagen del Nintendo mundial. Es la reducción de los otros a figuras de exóticos barbudos dispuestos a adaptarse al guión de engrendros del mal.
Bin Laden se convierte, por exceso telegénico, en la justificación de todo despliegue militar. En la nueva videoguerra el conflicto entre Estados-nación se suplanta con la persecución a individuos y creencias distintas. La guerra de posiciones e intereses estratégicos se obvia para reducirla al show del forajido (ayer fue Saddam Hussein, después Slobodan Milosevic, hoy es Bin Laden y después puede ser un checheno con control de armas nucleares, un "hindú radical" o un nacionalista chino).
Las instituciones internacionales (la ONU, la UE, la OEA) no tienen rating en las videoguerras. ƑPara qué desentrañar el entramado diplomático si las cámaras televisivas claman por bombardeos vengativos?
Lo peor de esta videoguerra es el desesperado interés de funcionarios públicos mexicanos, como el canciller Jorge G. Castañeda, por ponerse a tono con el discurso mediático del momento. ƑDesde cuándo un diplomático tiene que advertirnos que nos podemos "arrepentir" si no apoyamos a Estados Unidos? Al calor de la prisa por estar a tono con la videoguerra, el payaso Brozo, de Canal 40, defiende mejor la Doctrina Estrada que el propio titular de Relaciones Exteriores. La comentarista Adela Mitcha confunde el término "terroristas" con el de "musulmanes" al presentar el viernes 21 un reportaje especial sobre esta comunidad en México. Joaquín López Dóriga subraya los riesgos de caer en la ignominia del prejuicio cuando critica la detención de tres ciudadanos iraníes en la ciudad de México. Los comentaristas de Tv Azteca se moderan para no confundirse con Paty Chapoy. Sin embargo, la videoguerra no deja de anunciarse como un suceso inevitable y hasta deseable para las audiencias.
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