LUNES Ť 24 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
José Cueli
Sólo una estocada
Sí triste, muy triste está la temporada de novilladas en la Plaza México. Novilladas lánguidas, melancólicas, a tono con una fiesta muerta en este lluvioso septiembre-macabro; los lamentos son iguales, los lloros los mismos, los recuerdos šah! los recuerdos, el último esfuerzo al que los aficionados cabales, recurrimos para luchar con la pérdida de nuestra adicción a las corridas de toros.
Los pocos, poquísimos cabales llegamos a la plaza, silenciosamente, cavilando, esperando que la muerta fiesta levante la cabeza; šah! si levantara la cabeza... pero en vano; allí en el fondo del redondel le aprisionan los recuerdos, los últimos amigos. No, no puede levantar la cabeza. La espalda está humillada, no puede rebelarse, es esclava humilde de la soledad del coso, del silencio, del quietismo.
Sombría estaba, ha estado, la México. Denso nublado y lluvia han acompañado a una fiesta que no puede levantar la cabeza. Muda y absorta la mente contempla la fiesta que agoniza en medio de las lluvias septembrinas. Parece que todo lamenta la agonía Ƒmuerte? De aquella fiesta a la que amamos algunos apasionadamente.
Los aficionados estamos de duelo, sumidos en profundo pesar. šPenas en el cuerpo, nubes negras en el cielo que lloran tinta desleída! Nada parece poder prolongar la existencia de la fiesta. A la temporada grande se le administrará vida artificial con la presencia de los Hermosos, Julis y Ponces -ni siquiera José Tomás- toreando novillines con unos pitoncitos así de bonitos, para negar el duelo.
Duelo que no se elaborará con esas corridas y necesita levantar la cabeza con el toro con pitones, músculos, cara, trapío, casta, fuerza y lo que caracteriza al toro de lidia.