MIERCOLES Ť 26 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

Paco Ignacio Taibo II

La batalla por la historia /I

Y la esposa de don Porfirio tomaba aquí chocolate -dice un anuncio de un hotel en el centro de la ciudad de México, que también nos recuerda que Octavio Paz y Cantinflas se reunían allí frecuentemente para platicar horas y horas.

Otro comercial televisivo de la Fundación Cultural Televisa registra el noble rostro barbado de Maximiliano entre los próceres de la patria.

La revista Nexos publica una larga serie de artículos para revisar la historia nacional, algunos de ellos francamente interesantes, y otros con la clara intención de desvillanizar a algunas figuras malditas de la reacción en la historia nacional.

Se argumenta que hay que ir más allá de la vieja historia oficial, que hay que quitar a la historia lo maniqueo, porque esto es símbolo de modernidad, y volvernos complacientes, comprensivos, amables, es la modernidad suprema.

Pero en el fondo estaban sonando las campanas (y no las de Dolores) de una nueva época. Porque el neoliberalismo sin el PRI necesita una nueva versión de la historia nacional en la que el clero recupere un papel digno y protagónico, la indiada desaparezca y los gringos no sean tan, pero tan invasores.

Ya sólo nos falta que Jorge Castañeda, en su campaña de aproximarnos más aún (una delgada línea, una raya de alambre de púas, un río, una larga historia nos separa) a Estados Unidos, decida, con la ayuda de otros secretarios de Estado, modificar en los libros de texto la frase del general Anaya en la rendición de Churubusco, cuando éste le contestaba al general Worth a la pregunta de dónde estaban las municiones de la artillería: si tuviéramos parque no estaría usted aquí.

En la nueva versión, el general Anaya diría: si tuviéramos una embotelladora de Pepsi no estarían ustedes aquí.

ƑHay una conspiración? No, hay una inercia política. Hay la natural respuesta en el terreno de la historia al avance del pensamiento conservador que se está produciendo en México. Historiadores reformistas partidarios de dar su "justo lugar en la historia a don Porfirio" se toman de la mano de ayuntamientos panistas del norte, "retiradores" de estatuas de Juárez. Regidores panistas mutiladores del sexo de deidades aztecas recreadas desayunan en el Nikko con intelectuales ex orgánicos del salinismo en proceso de reconversión, que están haciendo un ensayo ligero reivindicando a Pedro de Alvarado.

Porque el debate por la historia es cosa seria. La historia es, además de un espacio de reflexión profesional para especialistas, un territorio de combate para controlar la educación sentimental de una nación.

Los llamados reformistas saben que la pelea no es en el estudio histórico matizado, en el ensayo universitario, sino en la dos líneas finales y en su divulgación masiva. El salinismo académico trató de introducir en el libro de texto gratuito y en la imaginación de los mexicanos cuatro cosas, para que allí compartieran lugar con Jorge Negrete cantando "México lindo y querido si muero lejos de ti'.

1) Que el porfirismo, más allá de algunas sucias represiones, a las que no hay que darles demasiada importancia, es la esencia de la nación (cualquier identidad con el régimen del propio Salinas es cualquier cosa, menos producto del azar).

2) Que el clero no era tan mala onda, al fin y al cabo la guerra de Reforma, los curas agiotistas y mochaorejas, la Inquisición, estaban muy lejos (y Salinas restableció relaciones con el Vaticano tratando de robarle espacio al PAN).

3) Que los niños héroes son un fraude patriotero (y vino el tratado de libre comercio para corroborarlo).

4) Que en general, los héroes no existieron, y se borró de un plumazo al Pípila (con todo y la frase que alumbra su estatua en Guanajuato: "aún quedan muchas alhóndigas por tomar"), prólogo a la ofensiva militar salinista contra los alzados zapatistas.

ƑQué toca en este nuevo debate por la historia, ahora enfrentados a los herederos ideológicos de la editorial JUS y sus aliados, los pragmáticos y chaqueteros ex izquierdistas?

Sin ánimo de polemizar se suele decir al principio de estos debates. No es el caso. Con el absoluto ánimo de polemizar auguro que la revisión tratará de recobrar la figura de Agustín de Iturbide (y con eso defender en el presente el concepto de la transición democrática conservadora y sin contenido social), revisará benévola la figura de Porfirio Díaz (prólogo para el intento de traer sus huesos de nuevo a México, cosa que impediremos en las playas de Veracruz o en la carretera de Jalapa) para establecer la idea de que el progreso es economía, aunque les moleste a los usuarios de las tiendas de raya, y revisará la idea de la cariñosa emperatriz consorte, llámese Carlota o Carmelita.

Mexicanos al grito de guerra, abusados.

PD: En próxima entrega, una defensa feminista de la revisión de la historia por la izquierda.