MIERCOLES Ť 26 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Emilio Pradilla Cobos
Contra la guerra planetaria
La guerra planetaria contra el terrorismo, anunciada por el presidente de Estados Unidos, nos afecta ya a todos los capitalinos y a los mexicanos; por ello, no podemos guardar silencio.
Repudiamos los atentados terroristas cometidos contra objetivos urbanos en Estados Unidos el 11 de septiembre, porque causaron la injusta muerte de miles de trabajadores indefensos, muchos inmigrados, incluidos mexicanos; condenamos el terrorismo, cualquiera sea la causa con la que se justifique, pues sustituye la acción política de los pueblos por la violencia ciega, porque los terroristas se proclaman ejecutores de su justicia, y muchas de sus víctimas son personas inocentes. El rigor de la ley estadunidense debe caer sobre los terroristas, pero aplicada en su territorio, por jueces y mediante juicios apegados a sus leyes.
Pero esta condena no significa olvidar que el gobierno y las fuerzas armadas de Estados Unidos han aplicado muchas veces el terrorismo de Estado, en aras de sus intereses políticos y militares. En el siglo XX, recordamos sus intervenciones militares en Centroamérica, incluida la separación de Panamá; su participación en Corea, Vietnam (bombardeos masivos sobre Hanoi y otras ciudades), Laos y Camboya; las invasiones a Cuba (Bahía de Cochinos), Panamá y Granada; su colaboración con Bin Laden para enfrentar la invasión soviética a Afganistán; la Guerra del Golfo y los bombardeos contra Bagdad y otros blancos iraquíes; su participación en los Balcanes; y el apoyo a dictaduras genocidas en todo el mundo. La muerte y destrucción producidas superan muchas veces la causada por los terroristas en Nueva York y Washington. Autoproclamado sheriff del mundo, dueño de la verdad única en política y economía, "defensor de la civilización" (Ƒcuál?) y juez del universo, el poder económico, político y militar estadunidense ha sembrado miseria, violencia, represión, destrucción y muerte en muchas partes del planeta; pero sólo ahora su territorio y habitantes civiles sufren las consecuencias. Sembró vientos, hoy cosecha tempestades.
En el lenguaje medieval de la Santa Inquisición -guerrerista y contrario al derecho internacional-, el poder político-militar estadunidense ha declarado la guerra planetaria, infinita y sin fronteras a los malvados, al terrorismo sin definición, ni identificación ni localización. El fundamentalismo islámico, Bin Laden y Afganistán serían sólo el principio, pues habla de 60 países donde tendría sus bases. Irak, Palestina, Líbano, Siria, Irán y Libia podrían ser incluidos. En otros países existirían grupos terroristas: el ERI y sus opositores protestantes en Irlanda; ETA en el País Vasco; los separatistas corsos en Francia; las milicias islámicas en Argelia; los terroristas alemanes y japoneses; y cientos de grupos racistas y terroristas en territorio estadunidense. Si la definición de terrorismo incluye grupos guerrilleros, se añadirían como blancos el EZLN y otros grupos en México, las FARC y el ELN en Colombia, muchos movimientos armados en Asia y Africa, y los paramilitares opuestos en estos países. Se declara una guerra sin enemigo concreto que se localizaría en muchos lugares del mundo entero. ƑCuántos millones de vidas inocentes y desprotegidas costará, directa o indirectamente como efecto de la destrucción material y la economía mundial de guerra, la venganza de los muertos y la destrucción del WTC y el Pentágono?
La guerra de Estados Unidos contra el mundo se desdobla en enfrentamientos raciales, religiosos y culturales, que se muestran en diversos países con agresiones contra los árabes y musulmanes; y puede derivar en xenofobia y racismo generalizados, teniendo como blanco posible a los mexicanos y latinoamericanos emigrados.
Para tenerlas como aliadas en su guerra global, Estados Unidos presiona política, militar y económicamente a todos las naciones para que apoyen y actúen en sus intervenciones, aun en sus mismos países. Amedrentados por las amenazas, por dudosas coincidencias ideológicas o intereses económicos, sin medir consecuencias, han dado apoyo incondicional a esta sombría aventura guerrera la OTAN, la OEA, la ONU y la Unión Europea y gobiernos de extrema derecha, conservadores democráticos, nacionalistas, socialdemócratas, dictaduras de distinto signo y algunos de los que aún se dicen "comunistas".
En este confuso panorama, vemos con esperanza las manifestaciones de masas y de intelectuales por la paz mundial, en Estados Unidos mismo, en otros países del mundo y en México. Lamentamos la alineación con la derecha estadunidense de la socialdemocracia europea y otras corrientes "socialistas" y democráticas de América Latina y el mundo, convertidas en administradoras del neoliberalismo y su globalización; y nos preocupa el silencio e inmovilidad de la izquierda democrática que aún se reclama de los intereses de los trabajadores, en América Latina y México, sobre todo del PRD y sus direcciones. Por ello nos solidarizamos con la posición de Cuauhtémoc Cárdenas (La Jornada, 22/9/01). La izquierda y las organizaciones sociales mexicanas deben llamar a la movilización popular en rechazo al terrorismo; por que su combate se dé en el marco de leyes nacionales, acuerdos internacionales y respeto a la soberanía nacional; contra la guerra planetaria y el intervencionismo estadunidense y de sus aliados; por la autodeterminación; contra el racismo y la xenofobia; por el respeto a las diferencias étnicas y culturales; es decir, por la paz con justicia social y equidad internacional.