VIERNES Ť 28 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

Paco Ignacio Taibo II

La batalla por la historia/ III

Lo mexicano tiene un punto de origen, un lugar simbólico, un personaje: todo empezó con el hombre de Tepexpan, el primer mexicano.

Los hallazgos en 1947, en el pueblo de Tepexpan, cerca de Acolman, de los restos óseos del primer mexicano, que se databan en unos 12 mil años de antigüedad por un grupo de arqueólogos de la Viking Fundation, el INAH y la UNAM, dieron origen a este punto de referencia. Parecía tratarse, o al menos esto se dijo en su momento, de un hombre de unos 55 años, un metro 70 y su cadáver estaba asociado a un mamut muerto.

Recuerda la sala del Museo de Antropología, los dibujos reconstructivos, el rostro simiesco y hosco de nuestro antepasado. De ahí veníamos. Allí había empezado todo.

Pero no hay tal. Como descubrió Santiago Genovés años más tarde estudiando los restos óseos, la curvatura de la pelvis, el tamaño del fémur, se trataba de una mujer, más chaparrita, de tan sólo un metro 60 y mucho más joven, de unos 35 años.

Sin embargo, las salas de los museos no se modificaron, los libros siguieron repitiendo lo del "hombre de Tepexpan"; el origen seguía garantizado, una conspiración machista apoyada por las autoridades prevaleció. Hoy al paso de los años se sigue hablando del hombre de Tepexpan, el diccionario Porrúa así lo califica; inclusive un libro al que le tengo un gran cariño, que es el Gran Musaquio ilustrado, diccionario enciclopédico mexicano que frecuentemente me saca de dudas y me produce otras nuevas, abre su entrada con "Tepexpan, hombre de", aunque luego corrige y narra que se trataba de una mujer. Pero si en este último caso la corrección salva el texto, en museos, en cuadernos de escuela, en libros de historia, la versión masculina prosperó y se mantuvo.

ƑDe qué se trataba? De impedir que estableciéramos como origen de lo mexicano no sólo a una mujer, chaparra, de 35 años, que no era una recolectora, que no iba rumbo al lago para lavar las pieles, que no estaba cocinando en la cueva. Una mujer cazadora de mamuts.

Durante años tuvimos que aceptar al cincuentón simiesco como nuestro punto de partida.

Suelo contar con frecuencia esta historia y la palabra mamuts se asocia libremente mientras lo narro a otras: cazadora de mamuts, mamilas, mamones, mandilones...

No es la única trampa antifeminista de la historia oficial. Siete leguas. ƑRecuerdan, no? "Siete leguas, el caballo que Villa más estimaba, cuando pasaban los trenes, se paraba y relinchaba". El corrido La Bandida lo popularizó, las películas lo hicieron mítico. Que si estaba en la batalla de Celaya, que le dieron siete balazos.

No hay tal. Siete Leguas, como todo villista de pro sabe, era una yegua. Por cierto que sobrevivió a Pancho y que le fue entregada en Michoacán a Lázaro Cárdenas para que la cuidara en su vejez.

Pasamos a la ofensiva: Ƒsoldaderas y no combatientes?

La historia oficial ignora olímpicamente a las mujeres de Miahuatlán, que durante la guerra de independencia tomaron el cuartel del ejército realista a palos, no sin sufrir bajas; ignora a La Barragana, chinaca que dirigía una partida de lanceros en la guerrilla contra los franceses en la guerra contra el imperio, y le atribuye a Carmen Serdán el papel de la mujer que le pasaba las balas a su hermano cuando se enfrentaban en Puebla a la gendarmería porfirista, 100 policías y más de mil soldados y rurales, ignorando que en el parte de la oficialidad se reconoce que había tirado como cualquier otro en aquella primera batalla desesperada de la revolución y que las manchas de pólvora en las manos de la mujer herida así lo probaban.

Termino esta serie de artículos con una reflexión muy elemental: la historia no es un patio de juegos de cole, ni es tan sólo un espacio para especialistas y rastreadores de documentos, es un terreno de combate en el que los ciudadanos crean identidades.

Bajo el ala protectora de Martita Sahagún avanzan Carmelita de Díaz (Porfirio) y Carlota (de Max) para apoderarse del pasado. No sería mala idea ponerles enfrente, para pararlas en seco, a la mujer de Tepexpan, la Siete leguas y a Carmelita Serdán.