Ť El primer tomo de Las cactáceas de México es inconseguible desde hace varios años
Imperioso, reditar la obra mayor de la bióloga Helia Bravo Hollis
Ť Vital en extremo, esta mujer extraordinaria tuvo una muerte dulce, dice Jesusa Rodríguez
Ť Pionera en muchos campos de la biología; su nombre es indisociable de la ciencia nacional
ANGEL VARGAS
El consenso es amplio entre la comunidad científica nacional: resulta imperioso reditar la obra mayor de la doctora Helia Bravo Hollis, Las cactáceas de México, por ser un referente en la materia y porque el primero de sus tres tomos es inconseguible desde hace varios años.
Esa redición, subrayan los especialistas Salvador Díaz y Ulises Guzmán, serviría de homenaje póstumo a la maestra, quien falleció el miércoles, a sólo cinco días de cumplir el siglo de edad.
Anteayer se hizo público que el Instituto de Biología de la UNAM solicitó recientemente a las autoridades universitarias que esa obra sea digitalizada y editada en disco compacto, trabajo que, trascendió, comenzaría en un par de meses, toda vez que ya se recuperó la totalidad de imágenes.
Existe asimismo el proyecto de hacer la redición en papel, aunque los preparativos se verán retrasados tras la muerte de la autora, se dijo.
Pasión por toda forma de vida
Las cactáceas de México fue escrito por Bravo Hollis en 1937, luego de que su maestro Isaac Ochoterena, primer director del Instituto de Biología, le encomendó la sección botánica de esa instancia en 1929.
Cuarenta años después, en 1978, por encargo del rector Ignacio Chávez, hizo una revisión de ese libro y, ante sus nuevos hallazgos, lo rescribió y la obra creció a tres tomos. El primero apareció en ese año y los dos restantes en 1991, con el sello de la máxima casa de estudios, como ocurrió con la primera edición.
Helia Bravo Hollis nació el 30 de septiembre de 1901, en la entonces llamada villa de Mixcoac; sus padres fueron Samuel Bravo y Carlota Hollis, profundos amantes de la naturaleza.
Al terminar la preparatoria decidió estudiar biología, fascinada por toda forma de vida, según apunta Helia Bravo en un texto autobiográfico que figura entre los materiales que la revista Artes de México recibió de ella para publicarse en un número especial que está por aparecer el cual contendrá un artículo póstumo.
Como en aquellos años no existía una escuela especializada en esa ciencia, se inscribió en la Facultad de Medicina, que dejó un año después para centrarse en su interés primigenio, cuando quedó instituida la carrera de biología, de la cual fue la primera especialista en titularse en el país.
En contra de lo que podría imaginarse, las cactáceas no fueron su primera pasión en el ámbito de la ciencias naturales, sino los protozoarios, recuerda su hermana Margarita, también bióloga, quien tiene 90 años.
''Comenzó a estudiar las cactáceas primero por deber, porque en un principio le gustaban mucho los protozoarios, pero una vez que conoció y se adentró en esas plantas quedó maravillada de por vida. Emprendió sus trabajos en la segunda mitad de los años treinta y casi hasta la fecha continuaba en sus empeños. Incluso un artículo suyo está en imprenta."
Larga mirada al mundo
Hay quienes aseguran, como la actriz Jesusa Rodríguez y la cantante Liliana Felipe, amigas cercanas de Bravo Hollis en los últimos diez años, que la vida de la académica ''fue similar a la de una cactácea", ya que ''logró estar a la intemperie sin daño alguno; fue sumamente fuerte y pudo mirar al mundo por largo tiempo".
Otros, como el maestro en ciencias Salvador Díaz y el biólogo Ulises Guzmán, discípulos de la cactóloga, la consideran no sólo una de las máximas autoridades en el conocimiento de esos vegetales, sino de la botánica mexicana en el siglo XX.
''Su nombre es indisociable ya de la historia de la ciencia nacional. Fue pionera en muchos campos de la investigación biológica. Abrió, por ejemplo, la brecha en investigaciones de protozoología, el estudio de los protozoarios. Fue la primera mexicana que publicó en revistas científicas nacionales. También, la primera que hizo estudios de tipo ecológico en el país, cuando la palabra ecología ni siquiera sonaba, con trabajos en Hidalgo y Tabasco."
Fue de las maestras señeras de la educación secundaria, fundadora de la Sociedad Mexicana de Cactología y, con Hernando Sánchez Mejorada, del Jardín Botánico de la UNAM, del cual fungió como primera directora y que hoy lleva su nombre, al igual que un bosque en Puebla y un jardín de cactáceas en Tecámac, estado de México.
Bravo Hollis se ocupó de las cactáceas mucho antes de que se pusieran de moda en el país por su uso ornamental. Su trabajo propició que se realizaran investigaciones más detalladas en el campo de su composición química. Hizo hincapié en que muchos grupos de esas plantas eran vulnerables en su ambiente natural, por las zonas tan restringidas y porque se les extrae sin control alguno.
Los que convivieron con ella la recuerdan como una mujer fuerte, activa y siempre apasionada. Subrayan que con tal de no estar sólo mano sobre mano, en los últimos años decidió ponerse a dibujar y pintar, y así logró, en menos de un lustro, crear cerca de dos mil cuadros, pues realizaba cuatro al día.
''Era una mujer joven, vital en extremo, no sólo física sino mentalmente. Estaba al tanto de los últimos avances en su campo de conocimiento y de los acontecimientos de la actualidad mundial. Tuvo una vida que ya quisiéramos tener la mayoría de los seres humanos y una muerte dulce, que se merecía, porque ella siempre fue una mujer extraordinaria", rubrica Jesusa Rodríguez.
Los restos de la maestra Helia Bravo Hollis fueron cremados ayer en el panteón Español.