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México, D.F. domingo 30 de septiembre de 2001
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Editorial
 
EUROPA Y EL RACISMO DEL SIGNORE BERLUSCONI

SOLEl primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi, empresario televisivo ultraconservador, varias veces procesado por defraudación al Estado italiano y acusado de contactos con la Mafia --posición que le habría permitido lanzarse a los negocios inmobiliarios--, gobierna con el apoyo del partido neofascista Acción Nacional y de los racistas de la Liga Norte que integran la mayoría parlamentaria y ocupan altos puestos gubernamentales. 

Estimulado por esa mayoría, Berlusconi se sintió autorizado a proferir, en Berlín, palabras racistas y ofensivas para la religión islámica que, según el diario parisino Le Monde, reiteró en la reunión extraordinaria del Consejo Europeo sobre los problemas internacionales actuales, realizada en Bruselas hace dos días. 

A sus apreciaciones sobre la supuesta supremacía de la civilización occidental sobre las orientales y del cristianismo sobre el Islam, y a su visión huntingtoniana de la Guerra de Civilizaciones se sumaron, para colmo, las disquisiciones racistas del ministro italiano de Justicia, Roberto Caselli, de la Liga Norte, en la reunión de ministros del Interior y de Justicia europeos. 

De inmediato el primer ministro francés, Lionel Jospin, y el presidente de Francia, Jacques Chirac; los primeros ministros de Reino Unido, Alemania, Bélgica, Países Bajos y la prensa de todo el continente criticaron ásperamente las declaraciones racistas de Berlusconi, al igual que los medios de comunicación y los partidos italianos de centro y de izquierda. 

El presidente de la Asamblea Nacional francesa, Raymond Forni, canceló su visita al Parlamento italiano declarando que "como ciudadano europeo de origen italiano esas declaraciones me chocan y me indignan". La comunidad islámca y árabe en Italia se declaró "ofendida", la Liga Arabe exigió una retractación y Egipto reclamó "una urgente explicación" del gobierno italiano. Berlusconi, abrumado por esas críticas, declaró en el Senado de su país que había "sido malinterpretado", uniendo el bochorno de una negativa a medias al de su "irresponsabilidad" (según las palabras del Corriere della Sera).

Es evidente que, al margen de la ignorancia, el primitivismo cultural y político y el espíritu de cruzado de un hombre que recuerda con frecuencia tener varias tías monjas y que contó con el apoyo del Opus Dei, y al margen también del descontento de Europa por un gobierno que cuenta con ministros de ultraderecha, las declaraciones de Berlusconi resultaron inoportunas para la mayoría de los países europeos. En efecto, éstos ya habían declarado tímidamente al presidente George W. Bush que no se podía confundir a los autores de los atentados en Estados Unidos con los mundos árabe o musulmán, con los cuales no coinciden, pero a los que unen fuertes lazos e intereses. 

La brutal ignorancia de un racista que gobierna un país europeo miembro del G-8 dio así ocasión para hablar nuevamente, con voz fuerte pero de modo indirecto, a Washington, partiendo en este caso del repudio al simple eco romano de la política de Bush. 

Eso no hace más que subrayar las divergencias de fondo entre la Unión Europea y Estados Unidos y el malestar de los gobiernos europeos por las decisiones e imposiciones estadunidenses, que cancelan de un solo golpe la soberanía de los demás países del mundo con la simple frasecita de que "quien no está con nosotros está contra nosotros", y con la idea de que la guerra no reconocerá fronteras.
 

 

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