EUROPA Y EL RACISMO DEL SIGNORE BERLUSCONI
El
primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi, empresario televisivo ultraconservador,
varias veces procesado por defraudación al Estado italiano y acusado
de contactos con la Mafia --posición que le habría permitido
lanzarse a los negocios inmobiliarios--, gobierna con el apoyo del partido
neofascista Acción Nacional y de los racistas de la Liga Norte que
integran la mayoría parlamentaria y ocupan altos puestos gubernamentales.
Estimulado por esa mayoría, Berlusconi se sintió
autorizado a proferir, en Berlín, palabras racistas y ofensivas
para la religión islámica que, según el diario parisino
Le Monde, reiteró en la reunión extraordinaria del Consejo
Europeo sobre los problemas internacionales actuales, realizada en Bruselas
hace dos días.
A sus apreciaciones sobre la supuesta supremacía
de la civilización occidental sobre las orientales y del cristianismo
sobre el Islam, y a su visión huntingtoniana de la Guerra de Civilizaciones
se sumaron, para colmo, las disquisiciones racistas del ministro italiano
de Justicia, Roberto Caselli, de la Liga Norte, en la reunión de
ministros del Interior y de Justicia europeos.
De inmediato el primer ministro francés, Lionel
Jospin, y el presidente de Francia, Jacques Chirac; los primeros ministros
de Reino Unido, Alemania, Bélgica, Países Bajos y la prensa
de todo el continente criticaron ásperamente las declaraciones racistas
de Berlusconi, al igual que los medios de comunicación y los partidos
italianos de centro y de izquierda.
El presidente de la Asamblea Nacional francesa, Raymond
Forni, canceló su visita al Parlamento italiano declarando que "como
ciudadano europeo de origen italiano esas declaraciones me chocan y me
indignan". La comunidad islámca y árabe en Italia se declaró
"ofendida", la Liga Arabe exigió una retractación y Egipto
reclamó "una urgente explicación" del gobierno italiano.
Berlusconi, abrumado por esas críticas, declaró en el Senado
de su país que había "sido malinterpretado", uniendo el bochorno
de una negativa a medias al de su "irresponsabilidad" (según las
palabras del Corriere della Sera).
Es evidente que, al margen de la ignorancia, el primitivismo
cultural y político y el espíritu de cruzado de un hombre
que recuerda con frecuencia tener varias tías monjas y que contó
con el apoyo del Opus Dei, y al margen también del descontento de
Europa por un gobierno que cuenta con ministros de ultraderecha, las declaraciones
de Berlusconi resultaron inoportunas para la mayoría de los países
europeos. En efecto, éstos ya habían declarado tímidamente
al presidente George W. Bush que no se podía confundir a los autores
de los atentados en Estados Unidos con los mundos árabe o musulmán,
con los cuales no coinciden, pero a los que unen fuertes lazos e intereses.
La brutal ignorancia de un racista que gobierna un país
europeo miembro del G-8 dio así ocasión para hablar nuevamente,
con voz fuerte pero de modo indirecto, a Washington, partiendo en este
caso del repudio al simple eco romano de la política de Bush.
Eso no hace más que subrayar las divergencias de
fondo entre la Unión Europea y Estados Unidos y el malestar de los
gobiernos europeos por las decisiones e imposiciones estadunidenses, que
cancelan de un solo golpe la soberanía de los demás países
del mundo con la simple frasecita de que "quien no está con nosotros
está contra nosotros", y con la idea de que la guerra no reconocerá
fronteras.
|