MIERCOLES Ť 3 Ť OCTUBRE Ť 2001
Alejandro Nadal
El Plan B
La economía mundial sufría una fuerte desaceleración aun antes de los ataques terroristas en Estados Unidos. Ahora es seguro que esa desaceleración se convertirá en recesión y que la economía mexicana padecerá una crisis de severas consecuencias.
El año pasado el PIB creció 6.9 por ciento, pero en 2001 decrecerá a una tasa de 0.5 por ciento. Es evidente que se necesita algo así como un plan de emergencia.
Aunque eso está claro, el gobierno se pierde en la confusión. Algunos funcionarios (Sojo y Derbez, probablemente Gil) piensan que es necesario hacer algo, aunque no saben qué. Otros (Abascal) piensan que está bien no hacer nada. El presidente Fox, por su lado, no opina.
El resultado final es la parálisis que va bien con la idea de que no se puede modificar el modelo neoliberal. Por eso no puede haber plan de emergencia, porque sin cambios en el modelo económico hay cero margen de maniobra para reactivar la economía mexicana.
En el neoliberalismo los dos componentes de la política macroeconómica (política monetaria y fiscal) han dejado de ser útiles para atacar una crisis como la que enfrentamos.
La política monetaria podría ser el instrumento más ágil para revertir una recesión. Sin embargo, en el modelo de economía abierta aplicado en México este instrumento se ha distorsionado hasta perder toda utilidad. Hoy la política monetaria es una entelequia subordinada al objetivo de reducir la inflación a 3 por ciento para el 2003 por encima de todas las cosas.
Es cierto que la tasa de interés tuvo una reducción importante en los últimos diez meses. Pero a diferencia de lo que pasa en Estados Unidos, el descenso de la tasa de interés no está asociado a una estrategia para reactivar la economía. La prueba es que la oferta monetaria mantiene su sesgo contraccionista. El corto fue ampliado seis veces en el año 2000 y sólo en las últimas semanas se relajó marginalmente, lo que no implica un cambio de tendencia. Es decir, no hay creación de liquidez y el crédito fresco al sector no bancario no ha dejado de reducirse.
Esta postura contraccionista está amplificando la onda de choque recesiva. Pero el FMI felicita a las autoridades económicas mexicanas por mantener esta política monetaria "prudente", aun a la luz de la desaceleración que sufrió la economía estadunidense durante los meses pasados.
Además, la caída en la tasa líder no se ha reflejado en la tasa a la que prestan los bancos a consumidores e inversionistas. Esto se debe a que los elevados márgenes de intermediación de los bancos alcanzan hasta 18 puntos porcentuales. La evolución de la tasa de interés ha dependido de lo que sucede en la cuenta de capital de la balanza de pagos y de lo que decida la Reserva Federal en Estados Unidos, pero no está orientada a reactivar nuestra economía.
La política fiscal tampoco ofrece un ámbito fructífero para la reactivación de la economía mexicana. Por un lado, la expansión del gasto público tardaría más tiempo en dejar sentir sus efectos. Y por otro, el peso del gasto público en el PIB ya es muy reducido y su capacidad para reactivar la economía mexicana se ha restringido de manera significativa. Este año el gasto programable apenas alcanza 15 por ciento del PIB. Aun si se aceptara un déficit mayor al programado, el impacto en la actividad económica sería insuficiente.
La economía mundial se encuentra muy debilitada y los países industrializados buscan sincronizar su política macroeconómica para mitigar los efectos de la crisis. Pero en México predomina la obsesión por la reducción de la inflación y el déficit fiscal.
El deterioro de nuestra economía ha sido muy marcado en los últimos 15 meses y los problemas en las cuentas externas han resurgido. Las reservas en el Banco de México alcanzan un máximo histórico, pero son insuficientes para cubrir las necesidades financieras anuales (incluyendo el déficit en la cuenta corriente). Como el flujo de capital extranjero a México no está garantizado, el gobierno estudia utilizar la línea de crédito contingente otorgada por el FMI en mayo. Esa opción no sirve para reanimar la economía, ya que está diseñada para mantener a flote el modelo neoliberal en caso de detenerse el flujo de los capitales.
La economía mexicana no sufre una simple desaceleración, está en crisis. Pero para el gobierno, el único camino es el modelo neoliberal. Ese ha sido siempre su Plan A. En caso de que no funcione, no tiene pensado cambiarlo. Por eso no existe el Plan B.