68: DIGNIFICACION, DISTRACCION, CENSURA
Ayer,
en el contexto de la conmemoración de la matanza del 2 de octubre
de 1968 en Tlatelolco, destacaron tres actitudes contrastadas en el grupo
gobernante: la del presidente Vicente Fox, que llamó a honrar el
movimiento estudiantil de aquel año, en tanto que es "uno de los
antecedentes más importantes de la lucha democrática de los
mexicanos"; la del secretario de Gobernación, Santiago Creel, quien
anunció una tardía e insuficiente apertura de los archivos
del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) relacionados
con la represión gubernamental de hace 33 años, y la del
líder de la bancada de senadores panistas, Diego Fernández
de Cevallos, quien, como presidente de la mesa directiva del Senado, censuró
el debate sobre el 68 en el seno de ese órgano legislativo.
El señalamiento del actual mandatario es sin duda
el dato más significativo de la jornada, porque constituye el primer
tributo abierto, pleno e inequívoco del poder público a quienes
participaron en el movimiento estudiantil brutalmente reprimido hace más
de tres décadas por un régimen político autoritario,
violento y corrupto.
Lo dicho ayer por Fox marca un importante giro en el discurso
oficial prevaleciente hasta hace poco, en el cual la descalificación
rotunda de esa gesta cívica se convirtió, en los últimos
sexenios priístas, en un silencio vergonzante y ambiguo.
En cambio, el anuncio de Creel sobre la apertura de archivos
del Cisen no aporta nada nuevo y hasta se queda corto respecto de la promesa
de campaña foxista de impulsar una comisión de la verdad
que se encargara de aclarar la forma en que se gestó la decisión
de la masacre en las entrañas del Poder Ejecutivo y de establecer
las responsabilidades correspondientes.
En cambio, la determinación anunciada por la Secretaría
de Gobernación se limita a poner los documentos del Cisen a disposición
de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y de la Procuraduría
General de la República (PGR). La primera carece de atribuciones
para iniciar procedimientos penales en contra de posibles responsables
y la segunda renunció a hacerlo argumentando que los delitos habían
prescrito.
A estas alturas, la única fuente documental que
podría contribuir en forma decisiva al esclarecimiento de lo ocurrido
sería el archivo de la Secretaría de la Defensa Nacional
(Sedena), el cual no ha sido puesto a disposición de la sociedad.
De no haber un anuncio de esa naturaleza, cualquier otro por parte del
Ejecutivo federal parecería un intento de distracción de
la opinión pública.
La nota vergonzosa, finalmente, corrió a cargo
de Fernández de Cevallos, quien se empeñó en censurar
desde la tribuna del Senado de la República toda referencia al 2
de octubre de 1968. Al actuar de esa forma, el legislador blanquiazul repitió
su papel de hacedor de trabajos sucios para el --ahora extinto-- poder
priísta. Tal vez la razón de su actitud no sea otra que el
notorio y persistente afán por llevar la contra al presidente Fox,
pero no deja de sorprender, con todo, que Fernández de Cevallos
siga solapando, post mortem, al régimen político que terminó
el pasado primero de diciembre.
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