JUEVES Ť 4 Ť OCTUBRE Ť 2001
Ť Las minas terrestres, el principal peligro para una eventual invasión de Estados Unidos
Afganistán, el país más minado del orbe
Ť Muchas de esas armas fueron adquiridas por Washington con fondos del erario estadunidense
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSAL
Washington y Nueva York, 3 de octubre. Po-cos creen que las fuerzas militares del régimen talibán representan un desafío importante para las tropas de Estados Unidos que po-drían invadir ese país para cazar a Osama Bin Laden, pero el enemigo más temible para los militares de este país podrían ser las minas terrestres sembradas en gran parte del territorio afgano, muchas de ellas adquiridas con fondos públicos del pueblo estadunidense.
"El uso prolífico e indiscriminado de minas ha sido uno de los aspectos más brutales del conflicto y ha dejado a Afganistán quizá con el nivel más grande de contaminación de ese tipo en el mun-do", reportó el Programa de Mi-nas de Naciones Unidas en un es-tudio difundido en septiembre.
A principios de los años 90, un promedio diario de entre 20 a 24 personas murieron en Afganistán a causa de minas terrestres.
Según investigaciones recientes, existen hasta 10 millones de minas terrestres y otros pertrechos no de-tonados enterrados en alguna parte de Afganistán, y estos incluyen desde los TM-49 soviéticos a las minas antitanque M-19 de fabricación estadunidense, desde minas antipersonales PMN soviéticas a bombas cluster estadunidenses, transportadas por misiles cruise estadunidenses lanzados por el go-bierno de Bill Clinton en 1998.
"Excepto dos, las 30 regiones de Afganistán están afectadas en cierto grado", explicó Mary Wareham, coordinadora del Proyecto de Monitoreo de Minas Terrestres de Human Rights Watch.
"Las minas han sido utilizadas por todas las partes en el conflicto. Han sido entregadas tantas du-rante años que debe existir un acopio sustancial de estas armas", de-claró Wareham a La Jornada.
Según Lester W. Grau, teniente coronel retirado del ejército estadunidense, tal vez el experto más destacado sobre Afganistán en las fuerzas armadas, la Unión Soviética plantó "millones" de minas terrestres en Afganistán durante los 80, con el fin principal de de-fender sus bases militares y las líneas de comunicación.
Pero Grau, en un artículo publicado en la revista de los ingenieros del ejército estadunidense, explicó que las fuerzas antisoviéticas también usaron minas terrestres y que dos tercios de las bajas soviéticas fueron a causa de minas y otros pertrechos militares.
Wareham reporta que Estados Unidos suministró gran parte de las armas usadas por los mujaidines, incluyendo minas terrestres, e irónicamente, según sus investigaciones, Clinton no ofreció minas fabricadas en Estados Unidos, sino las producidas por otros países.
De acuerdo con investigaciones de Grau con base en documentos del gobierno ruso, los mujaidines utilizaron minas soviéticas PMN, POMZ-2 y MON-50, además de las TS-50 italianas, las M18A1 so-viéticas y las P5 MK1 británicas.
Estas minas podrían representar un obstáculo mayor a cualquier intento estadunidense, incluso pa-ra las fuerzas especiales, para en-trar en acción en Afganistán.
Más allá de la experiencia militar soviética reportada por Grau, las minas matan hoy a cerca de 88 personas mensualmente en Afganistán, según cifras compiladas por Human Rights Watch, y este mismo año la organización de derechos humanos condenó a Pa-kistán, Rusia e Irán por continuar enviando nuevas armas a Kabul.
Confirmó a La Jornada que las minas terrestres siguen llegando a ese país. En el número más re-ciente de Land Mine Monitor, difundido a principios de septiembre, Wareham y sus colegas indican que el gobierno talibán ha declarado que no usa minas.
Wareham advirtió que su grupo no ha podido confirmar esta afirmación, y agregó que la Alianza del Norte, la agrupación antitalibán que hace poco empezó a recibir asistencia estadunidense, sigue colocando minas terrestres.
"Definitivamente siguen llegando al país", insistió, y la mayoría, se sospecha, son transportadas a través de la frontera norte del país, suministradas por Irán.
De hecho, un vocero de la Alianza del Norte comentó este año a un diplomático europeo que conti-núan empleando las llamadas ar-mas antipersonales.
Lo que preocupa a Wareham y su grupo es la posibilidad de que una guerra en Afganistán causará la introducción de más minas te-rrestres. Hoy día hay ocho organizaciones y casi 5 mil personas de-dicadas a removerlas, pero tienen más de una década de trabajo para cumplir sus objetivos, y si la guerra de Estados Unidos y otros países causa la introducción de más minas, provocará la muerte de más civiles inocentes.
"Estados Unidos es un no firmante de la convención contra las minas, tampoco Afganistán y Pa-kistán se han sumado al tratado", dijo Wareham a La Jornada.
Añadió que "Pakistán tiene un problema mayor en su frontera, y una planta de producción que fa-brica minas antipersonales".
Human Rights Watch está instando a todos los países a ratificar la convención internacional para prohibir la producción y el uso de minas terrestres