JUEVES Ť4 Ť OCTUBRE Ť 2001
Michael T. KlareŤ
Cómo puede darse la guerra contra el terrorismo
Desde que aviones secuestrados se estrellaron contra el World Trade Center y el Pentágono el 11 de septiembre, la Casa Blanca y el Departamento de Defensa han estado diseñando el menú de ataques de represalia contra quienes resulten responsables. A sólo 24 horas de los ataques, el presidente Bush reportó que él y su equipo de seguridad nacional ya habían concretado planes preliminares para una campaña militar sostenida contra el terrorismo. "Esta lucha requerirá de tiempo y decisión -señaló- pero no se equivoquen: triunfaremos".
Desde entonces, unidades seleccionadas de la Guardia Nacional y de reservistas han sido llamadas para complementar a las fuerzas estadunidenses activas, y el Pentágono ha enviado buques y aviones a la región del golfo Pérsico. En su discurso del 20 de septiembre ante el Congreso, el presidente fue más lejos al anunciar que la guerra contra los terroristas no concluiría "hasta que cada grupo terrorista de alcance global sea hallado, frenado y destruido."
Sin embargo, Bush y sus principales asesores han dejado muy claro que la guerra contra el terrorismo será larga y complicada; y combinará tanto eventos visibles como ataques aéreos, al igual que acciones encubiertas como son asaltos de comando en lugares sospechosos de ser escondites de terroristas.
Los oficiales de la administración también han sido claros al afirmar que la guerra no se reducirá a un breve exabrupto de intensa actividad militar seguido de relativa calma, sino que más bien consistirá en una serie planificada de episodios mayores y menores. Así, los esfuerzos estadunidenses no concluirán con la captura de Osama Bin Laden y sus colaboradores más cercanos. En cambio, se expandirán hasta convertirse en una campaña a gran escala contra todas las organizaciones terroristas de consideración -aquéllas con "alcance global"- y contra cualquier gobierno que siga dando ayuda y apoyo a organizaciones terroristas. Pero Ƒexactamente cómo se combatirá en este "esfuerzo sostenido de amplia base"?
En este punto crítico, la Casa Blanca y el Departamento de Defensa han mantenido un silencio notable. Esto significa que cualquier intento de imaginar la guerra que está a punto de comenzar, deberá depender de la conjetura, de pistas obtenidas de los pronunciamientos presidenciales, de rumores y de la experiencia de conflictos anteriores. Lo que sigue es un intento de construir un escenario factible, a partir de la información que se ha hecho pública.
Un recuento
Para dar cuenta de este proceso, antes debemos hacer una recapitulación de lo que puede resumirse del plan potencial de batalla de la administración:
En primer lugar, esta guerra será un conflicto de distintas fases, que comenzará con ataques a menor escala contra bases de entrenamiento en Afganistán, y que continuará, pasado el tiempo, en ataques más robustos contra Estados que se diga están albergando o ayudando a terroristas, incluido Irak.
En segundo lugar, incluirá fuerzas convencionales: tropas terrestres del ejército y la marina, portaviones y buques de guerra, y bombarderos de la fuerza aérea, pero también fuerzas "especiales" no convencionales -los Rangers del ejército, los comandos Delta, los SEALS de la marina, y demás.
En tercer lugar; las acciones comenzarán enfocadas contra Afganistán, pero pronto se extenderán hacia otras áreas que, se dice, alojan a terroristas vinculados con la red de Bin Laden, como son Irak, Líbano, Sudán y los Estados de Asia central de la ex Unión soviética.
Con todo esto en mente, es posible concebir un esfuerzo en tres fases, comenzando con medidas de relativa menor escala, en una semana o dos, que serán seguidas en los meses siguientes por operaciones cada vez más complejas y exigentes. Una posible progresión se daría de la siguiente manera:
Fase I
La Fase I comenzaría con ataques concentrados en instalaciones de Afganistán sospechosas de pertenecer a los terroristas y sobre la infraestructura político-militar del régimen talibán. Esto incluiría ataques desde helicópteros sobre campamentos en ese país, que se cree son el hogar de los asociados de Osama Bin Laden. El objetivo sería capturar a miembros de su más cercano entorno y destruir cualquiera de las propiedades que se les encuentren -equipo de comunicaciones, arsenales, etcétera. Los comandos intentarían completar de manera rápida la misión que se les asignó y regresar a sus bases de origen, presumiblemente en Pakistán o en bases aéreas rusas en Tadjikistán. Sin embargo, si llegasen a confrontar una respuesta significativa, estas unidades podrían ser reforzadas con equipos de respuesta rápida para llevar a cabo operaciones más constantes e intensas.
La Fase I incluiría también ataques aéreos y con misiles en el resto de las posiciones militares del régimen talibán. Entre los objetivos posibles podrían incluirse bases aéreas en Kabul, Jalalabad, Kandahar, Herat y Shindand, así como edificios gubernamentales en éstas y otras ciudades. Entre los blancos se incluirían dormitorios utilizados por el aparato militar talibán.
Es improbable que la Fase I incluya un despliegue permanente de fuerzas terrestres estadunidenses en Afganistán, dado que una medida así implicaría enormes riesgos -durante la ocupación soviética, en la década de los ochenta, por desgracia los descubrieron los rusos. Sin embargo, es perfectamente posible que el Departamento de Defensa establezca modestas bases en áreas controladas por la Alianza del Norte para administrar la distribución entre las fuerzas antitalibán, y para continuar los ataques con helicópteros de comandos estadunidenses.
Fase II
La Fase II comenzará con ataques contra instalaciones utilizadas por grupos paramilitares vinculados con Bin Laden en otros países, además de Afganistán. Esto significará una combinación de ataques de comandos y con misiles contra campamentos e instalaciones, supuestamente terroristas, en lugares como el valle de Bekka, en Líbano, Sudán, Tadjikistán y Uzbekistán. Como en la Fase I, la mayor parte de los combates la llevarán a cabo fuerzas de comando a bordo de helicópteros que operarán desde bases en países amistosos. Esta fase incluirá también ataques contra cualquier compañía o agencia humanitaria controlada o asociada a la organización de Bin Laden.
Mientras muchos de estos ataques serán realizados por las fuerzas estadunidenses, la Fase II implicará también el involucramiento de ejércitos de naciones amigas. Por ejemplo, las fuerzas israelíes sin duda participarían en los asaltos contra campamentos terroristas en el sur de Líbano, mientras las fuerzas rusas, uzbekas y tadjiques participarían en ataques sobre campamentos en las repúblicas de Asia central. Estados Unidos también podría unirse a fuerzas filipinas en acciones contra los separatistas musulmanes del sur de Filipinas.
Fase III
La Fase III se basaría en ataques contra Irak y otros Estados que albergan o apoyan terroristas. Esta fase del conflicto sería la que más se asemejaría a contiendas anteriores, sobre todo, a la Guerra del Golfo de 1990-91. A menos que Saddam Hussein renuncie voluntariamente como líder iraquí -escenario sumamente improbable-, podemos esperar constantes ataques aéreos y con misiles contra instalaciones militares iraquíes, las residencias y oficinas de Hussein y cualquier construcción que se crea sea usada para fabricar armamento químico, biológico o nuclear. El objetivo sería matar a Hussein de entrada (al destruir los edificios en los que se sabe que está), o bien, debilitar el aparato gubernamental de tal suerte que las fuerzas antiHussein (armadas y ayudadas por Estados Unidos) estén en posibilidad de barrerlo del poder.
La Fase III podría incluir también ataques contra otros gobiernos que rechacen cooperar con Estados Unidos en la erradicación de presuntos campamentos terroristas ubicados en sus territorios. El candidato más probable para una acción así es el gobierno musulmán de Sudán, que ha sido vinculado con la organización de Bin Laden en el pasado. El gobierno sudanés puede escapar a un ataque así si entrega a cualquier sospechoso de terrorismo buscado por Washington y abre su territorio a inspecciones de observadores militares estadunidenses.
ƑCómo será la victoria?
Al final de todo esto, la Casa Blanca podrá declarar la "victoria" en su guerra contra el terrorismo, y la mayor parte de las fuerzas estadunidenses participantes en ella regresará a sus bases de origen, dentro del territorio de su país. Pero la administración ha sido muy vaga en cuanto a las condiciones que permitirán llegar a este resultado. Cuando se le preguntó sobre este mismo tema, el secretario de Defensa Rumsfeld dijo solamente que la victoria llegará cuando "podamos continuar con nuestra forma de vida", a la luz de múltiples amenazas y desafíos.
La falta de claridad en cuanto a lo que constituye la "victoria" es producto de varios factores. En primer lugar, parece que la administración está dividida en cuanto a la posibilidad de retirar por la fuerza a Saddam Hussein mediante medios militares directos (como sería la invasión del país), o bien, limitar la influencia estadunidense a ataques aéreos al tiempo que se proporciona apoyo clandestino a las fuerzas antiSaddam. De acuerdo con numerosos reportes de prensa, el secretario de Estado, Colin Powell, es favorable al segundo enfoque, mientras el subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, prefiere la primera opción.
En segundo lugar, aparentemente los diseñadores de la guerra estadunidense son incapaces de predecir el resultado de las primeras fases del conflicto, y por lo tanto, no pueden estar seguros de cómo se desdoblará la guerra mayor. Si, por ejemplo, las cosas salen mal en Afganistán, el Pentágono se verá obligado a desplegar sus fuerzas en un área mucho mayor de la que actualmente ha pla-neado. Y una vez que eso suceda, nadie puede estar seguro de cómo y cuándo concluirá el combate.
Parece ser que mientras algunos aspectos del conflicto venidero pueden predecirse con antelación, muchos otros están cubiertos por la oscuridad. Todo lo que puede decirse con certeza es que será una empresa militar mayor que abarcará una amplia área geográfica y que durará más que cualquier otro conflicto en el que hayan participado las fuerzas estadunidenses desde el fin de la guerra fría.
Ť Michael T. Klare es profesor de Estudios para la Paz y la Seguridad Mundiales en la Universidad Hampshire, en Amherst, Massachusetts, y autor del libro: Resource Wars: The New Landscape of Global Conflict.
Traducción: Gabriela Fonseca