jueves Ť 4 Ť octubre Ť 2001
Octavio Rodríguez Araujo
Secuelas del 68, una interpretación
El movimiento estudiantil de 1968, y no sólo en México, estuvo inspirado por la corriente ideológica denominada "nueva izquierda", que se desarrolló en los años sesenta. Una de las características de esa corriente fue el cuestionamiento de la autoridad formal de los gobiernos y -aunque no siempre se dijera con claridad- de la teoría de la representación derivada de la filosofía liberal.
El capitalismo y el llamado socialismo también fueron cuestionados por la "nueva izquierda" de aquellos años. Por lo mismo, los partidos políticos -nunca suficientemente democráticos- perdieron credibilidad, sobre todo entre la juventud. En una palabra, los jóvenes se expresaron en contra de la autoridad de cualquier tipo y se plantearon formas autogestionarias de la sociedad que te-nían más que ver con el anarquismo que con las diversas vertientes de socialismo de la época. La represión que sufrieron los estudiantes en algunos países (en México destacadamente) llevó también a muchos jóvenes a la lucha al margen de las instituciones y en clara ofensiva contra éstas, mediante núcleos armados que aspiraban a tomar el poder. La revolución, como concepto y vía hacia una sociedad mejor, renació como idea-fuerza entre ciertos sectores de la sociedad, sobre todo en países dominados por oligarquías antidemocráticas, apoyadas con frecuencia por intereses empresariales de sede estadunidense.
Las demandas estudiantiles, independientemente de la organización adoptada, se podían resumir en una expresión: mayor democracia participativa, menor autoritarismo. Pero las elites políticas y económicas desestimaron tales demandas y actuaron en función de sus propios intereses: en algunos casos, como en México, otorgando ciertas concesiones más bien demagógicas para los jóvenes, y en otros casos favoreciendo un mayor autoritarismo mediante el expediente de los golpes de Estado y las dictaduras militares. La "nueva izquierda" fue sustituida por una izquierda "renovada", que aunque parezca juego de palabras no significaron lo mismo.
Esta izquierda "renovada" rompió con las formas de los partidos comunistas tradicionales, suavizó su lenguaje y se lanzó a la liza electoral con la intención de recuperar sobre todo a los jóvenes escépticos y antiautoritarios, así como a los trabajadores, que en aquellos momentos de reflujo económico simpatizaban más con la perspectiva que les ofrecía la socialdemocracia que con otras fuerzas políticas. El eurocomunismo fue la opción de los partidos comunistas tradicionales, pero su socialdemocratización no convenció a mucha gente que prefirió quedarse con el original que con la copia. Lo más importante de la izquierda "renovada" no fue el abandono del marxismo-leninismo, de la teoría de la lucha de clases o de la dictadura del proletariado como fase de transición entre el capitalismo y el socialismo, sino que, como la socialdemocracia desde la conferencia de Bad Godesburg de 1959, la lucha por el socialismo se planteara para las calendas griegas, por la vía de convivir con el capitalismo y arrancarle, sin modificarlo sustancialmente, algunas concesiones para los trabajadores y, desde luego, mayor democracia en el ejercicio del poder. Fue algo así como una vuelta a la Alemania de finales del siglo XIX, con Eduard Bernstein incluido, representado éste por los defensores del evolucionismo social y de la lucha por la democracia como acercamiento y condición al socialismo.
Una vez que pasó el entusiasmo de la izquierda "renovada" y del poder en manos de la socialdemocracia, vino el desencanto. Los jóvenes que no fueron coptados por los partidos "renovados" y socialdemócratas regresaron a los sesenta del siglo XX, pero sin Marcuse ni Reich, aunque sí con fuertes dosis de nihilismo y de actitudes antipolíticas y antiautoritarias. Al mismo tiempo, seguramente para facilitar la vía de la democracia formal como nueva enajenación de la sociedad, las mismas fuerzas que antes propiciaron golpes de Estado se movieron para poner de moda la transición a la democracia y los cambios graduales basados en el juego de la democracia sólo electoral. Su intención era obvia: vender la idea de la democracia formal como el mejor de los mundos posibles, en el que todos los individuos (dije individuos) tendrán la posibilidad de mejorar su situación si se adaptan a las nuevas reglas de juego del viejo darwinismo social. Los que no se adapten a esta dinámica quedarán al margen y engrosarán las filas de los sin-esperanza. Pero aquí hay una paradoja: no tienen muchas esperanzas pero sí espíritu de lucha, y lo han demostrado. Son los nuevos jóvenes de un nuevo 68, y muy pronto se verá que, a semejanza de aquel año, con el pretexto de la libertad perdurable y cualquier otra cosa que se les ocurra a Bush y a sus subordinados en el mundo "occidental y cristiano", el autoritarismo, la represión y el racismo regresarán contra ellos. Se cierra un ciclo. Se abre otro.