LETRA S
Octubre 4 de 2001

Crónica Sero

Joaquín Hurtado

Después del fuego y el polvo y el llanto, pero mucho antes del hierro y los despojos y la daga, muchísimo antes y muchísimo después del asombro, la celebración y el aullido; en ese intersticio de la oscuridad y el horror está la sangre. Nueva York se quedó sin sangre. El mundo se quedó sin sangre. Desde el rincón cerrado que es mi infecta sangre me admiro: la moneda más preciada en el mundo del átomo y el internet es la sangre. Incluso la de Yasser Arafat.

De sangre los cimientos de la arrogancia y la humillación. De sangre la esperanza al arañar los despojos para lamer los coágulos de sangre.

Ahora llueve sobre las ruinas del Pentágono. En Uganda ya llovía sobre los deudos de la sangre. Y pocos compraron ajuares de luto. En Chiapas, Afganistán y Cali ya había ríos de sangre sin más fin que la grieta estéril de cinco minutos de cinismo en TV. Y los menos portaron el crespón del luto. Pero ahora llueve sobre Washington y los videoadictos lo ven como una herejía. Una afrenta que hay que limpiar con sangre. Somos un solo ser ayuntados al monitor marca RCA, Sony, IBM, en la redundancia del desangre.

Pero el mundo sigue igual. Mucho peor pero igual. Porque las tolvaneras del odio al extraño enemigo son más poderosas que cien toneladas de turbosina sobre las Torres Gemelas. Porque nadie puede sostener más de medio minuto el estupor de ese hombre que salta del piso 80, antes de que el fuego abrase su sangre. Filas en Wall Street para donar sangre. Lágrimas en los ojillos del César mientras jura lavar la inocente sangre desperdigada sobre las franquicias del sofisticado racismo clase Church Fried Chicken. Y Roma arde antes que Alejandría debajo de Hiroshima encima de Managua al ladito de Berlín. Mil grados para que se fundan las áureas columnas del World Trade Center. Cuarenta para que le truenen las míseras meninges a José María en un hospital sin sábanas ni torundas para la hemorragia. Pero esto, como ya vimos, a nadie le importa.

Vamos a olvidarnos del sida y su pertinaz enemistad con la sangre. Vamos a olvidarnos de los millones que caen cada año desde el precipicio de la World AIDS Movie. Ahora la sangre debe ser sólo para ofrendarla al panteón vikingo. Estamos listos para el holocausto, señor. Estamos listos para la guerra porque nunca hemos conocido la paz. Alá es grande: vivan Bush padre, Bush hijo, Bush espíritu santo.