Editorial
Algo elemental están aprendiendo los funcionarios en la incipiente democracia mexicana: luego de la larga etapa del autoritarismo priísta, ya no es posible gobernar sin consenso. Este principio aplica sobre todo en aquellas áreas donde el trabajo coordinado, interdisciplinario y multisectorial es una condición para avanzar, como es el caso de la epidemia del VIH/sida. El Programa de Acción 2001-2006 presentado recientemente por la Secretaría de Salud para enfrentar ese problema, es producto de una amplia consulta, donde se recogen las principales estrategias señaladas durante años por algunos especialistas, médicos y activistas. Por fin se llega al convencimiento de que sin consenso es imposible coordinar acciones. Sólo así se puede recuperar el liderazgo perdido en el combate a esta epidemia y acabar con las políticas erráticas y los bandazos de administraciones anteriores.
Sin embargo, el consenso no es suficiente para hacer factible un programa, se necesitan recursos que lo sustenten, así como, vuelta del boomerang, el convencimiento y la voluntad política de las autoridades. Sin mediar autocrítica alguna, ya que es el mismo equipo el que sigue al frente de este combate, las autoridades se han convencido también de la necesidad de destinar recursos extraordinarios para enfrentar este problema, algo en lo que también habían insistido algunas personas y organizaciones.
Y para que este Programa de Acción no sea sólo un programa gubernamental sino, como se pretende, el programa de todos los sectores involucrados en esta lucha, las autoridades deberán mostrar una verdadera voluntad política más allá de los buenos deseos, de lo contrario se estaría dejando pasar lo que quizá sea la oportunidad única de asestarle un golpe definitivo a la epidemia.