Ť 316 mil habitantes, en emergencia alimentaria
Enfrenta Honduras las mayores pérdidas por la sequía en CA
Ť En el municipio de Choluteca, más de 12 mil casos de desnutrición Ť Insuficientes, las reservas del gobierno
BLANCHE PETRICH ENVIADA
Choluteca, Honduras. En la escuela de la aldea de Linaca, en el sur hondureño, los niños se resisten a regresar a sus casas después de clase. Parecen sembrados en el patio, quietecitos. Esperan ver si sobró algo del almuerzo escolar -frijol sin tortilla- para la merienda. Es su único alimento del día. Pero en esa comarca, se quejan las maestras, ni una tercera parte de las escuelas están recibiendo las despensas del almuerzo escolar, parte central de la acción del Programa Mundial de Alimentos.
En la cabecera departamental de Choluteca, dos hondureños miran abatidos las cifras en un pizarrón, en una modesta sala del regional de la Secretaría de Agricultura y Ganadería. El delegado Ismael Venegas y el representante del PMA, Alfredo Carrasco, ya no tienen con qué parchar las carencias que enfrentan para atender a los 12 mil desnutridos que, solamente en este departamento, dependen de sus programas.
En Honduras ?7 millones de habitantes? se registra la mayor extensión de sembradíos perdidos por la sequía en Centroamérica y el número más alto de habitantes en emergencia alimentaria: 316 mil.
Pero cucharada por cucharada, día tras día, estos damnificados se están terminando de comer las reservas alimenticias del país. En las bodegas del gobierno quedaban en agosto apenas mil 200 toneladas de granos básicos, insuficientes para cubrir los requerimientos de la emergencia. El gobierno no los reparte gratuitamente y los consumidores no tienen dinero para adquirirlos. El Programa Mundial de Alimentos de la ONU apenas ha recolectado 400 toneladas en donaciones, que no cubren ni siquiera un tercio de las necesidades más punzantes. Y falta aún por recorrer los meses de octubre y noviembre para que los campesinos levanten la llamada "cosecha postrera", o de invierno, que no es de maíz sino de sorgo, un grano con menos nutrientes. Ese es el clavo ardiendo del cual piensan poderse sostener.
Desde julio, ante las evidencias, el gobierno declaró, mediante decreto, emergencia alimentaria en la zona sur.
Sequía verde
La idea de sequía, en estos días, no se ajusta al paisaje. Los campos se miran cubiertos de un verdor tierno. La lluvia, aunque tarde, ha llegado. "¿Pero acaso se revive con agua un cadáver?", expresa Expectación Aguilera, un menudo patriarca de 72 años, que ha poblado la mitad del caserío Sansanto, con 10 hijos y 77 nietos.
Esta numerosa familia hizo equipo para sortear el hambre. Entre las hermanas se echaron la mano para amamantar hijos y sobrinos, si hacía falta. Los hombres pudieron repartirse el recorrido territorial en busca de mangos silvestres, por lo menos mientras duró la temporada de esa fruta, que en ciertas zonas crece silvestre. Era lo único que había, pero había. Ahora juntan los ayotes (calabazas) que dan sus patios y solares para tener un poco más que repartir entre tanta boca.
Expectación contempla su milpa de matas enanas, que ya echaron flor pero que no alcanzaron fuerza para dar ni un solo elote. Es lo que los expertos en desastres naturales llaman la "sequía verde".
Por el camino cruza otro de los mayores de Sansanto. Es Mariano Corral, presidente de la junta de desarrollo del pueblo. Lleva un pequeño recipiente, acaso dos tazas de leche que extrajo, sin permiso desde luego, de las vacas que el patrón le da a cuidar a cambio de un mísero salario. Esa "mantequillita" -cuenta- se la lleva a su hija, "la más pobrecita". De este modo,
los cinco nietos tendrán esta noche un sorbo de leche para la cena. Hoy va feliz. El ya comió. Ayer también, aunque antier "no alcanzó al día". Su dicha, como la de todos, son las matas de la "postrera", erguidas en la milpa, recibiendo por las tarde las caprichosas lluvias.
Mientras visitamos algunas casas del lugar, descubriendo lo que los expertos en seguridad alimentaria llamarían "estrategias de sobrevivencia", varios hombres rodean la camioneta con el logotipo del Programa Mundial de Alimentos. Alfredo Carrasco, el único funcionario de la agencia que atiende esta extensa región fronteriza, anota las necesidades más urgentes que le van enumerando. Sabe que, de todas maneras, él ya no podrá atenderlas. No hay más recursos. Quizá la Cruz Roja o algún otro organismo que se acerque por allá. Pero entiende que la crisis mundial, que tiene su epicentro en Asia central, ha hecho que el mundo entero se mantenga con el alma en un hilo por causas muy ajenas a las que aquí mantienen tantos estómagos vacíos. Centroamérica ha vuelto a hundirse en el olvido. "¿Lo que va a pasar aquí? No quiero ni pensarlo".
Efecto dominó
El coordinador regional de la Secretaría de Agricultura y Ganadería en Choluteca, Ismael Venegas, ha armado sus cuadros estadísticos. Solía compartirlos con los periodistas que, antes de la crisis del 11 de septiembre, se dejaban caer por sus oficinas en esta localidad, una estación más en el epicentro de la emergencia alimentaria de Centroamérica. Eso era antes de que el derrumbe de las Torres Gemelas barriera de las primeras planas y los noticieros -el negocio de la noticia, pues- el drama del hambre en Centroamérica.
Venegas toma un pequeño puntero y señalando en su pizarra explica el efecto dominó que produce la cadena de fenómenos naturales de los últimos años -El Niño, Mitch y ahora la sequía- en toda la economía del país: en 30 municipios de cuatro departamentos del sur hondureño -Apacilagua, Orocuna, Yure, Coray, Moropocibo, entre otros- las pérdidas de las cosechas "de primera" o primavera ascienden, sólo por esta etapa de sequía, a 90 por ciento de la superficie sembrada. Por su actividad pesquera y agrícola, esta zona aportaba cerca de 30 por ciento del producto interno bruto del país. Hoy se calcula que aporta apenas 2 por ciento.
Cifras del Ministerio de Salud Pública reportan en esa zona un 40 por ciento de la población con desnutrición.
Pero esta sequía verde es apenas una gota que derramó el vaso de un panorama devastador que viene de las secuelas del huracán Mitch, de hace tres años, y aún más atrás.
Por ejemplo, al lecho del golfo de Fonseca, rico en la pesca de mariscos, fueron a dar miles de toneladas de lodo que arrastró el huracán hacia el mar. La profundidad de las aguas disminuyó y por tanto la temperatura subió. Roto el equilibrio, la vida marina se redujo. Esto se traduce en el cierre de la mitad de las empacadoras en las costas hondureñas -propiedad de consorcios estadunidenses- y la pérdida de 18 mil empleos.
Por la inundación de pastizales, que luego se quemaron con el sol, cayó un 50 por ciento la actividad ganadera. La producción cañera bajó un 25 por ciento. En plena zafra se registraron despidos masivos en los ingenios. De 13 mil extensiones dedicadas al melón se perdieron ocho mil. De 3 mil 500 de sandía sólo quedaron mil. Estas zonas son propiedad de inversionistas de Israel. Por estas pérdidas, Honduras dejará de percibir 40 millones de dólares por exportaciones.
Modelo de subdesarrollo insostenible
La historia moderna de Honduras, típica república bananera, explica por qué la capa de suelo fértil de su zona agrícola, tan vulnerable a los desajustes de la naturaleza, es tan frágil como sus mecanismos de prevención y organización social. Y por qué, con su modelo de "desarrollo negativo, insostenible y depredador" -como lo describe la Red Comunitaria de América Central para la Gestión del Riesgo- enfrenta situaciones que, como la actual, ponen en la línea de la muerte por hambre a grandes segmentos de su población.
A principios del siglo XX, lo mismo que en Guatemala y Costa Rica, la United Fruit Co. sentó sus reales en ésta, que fuera zona tropical y generosa. En Honduras fue donde la bananera llegó a ocupar la mayor extensión territorial. Empezó así el modelo agrícola agroexportador que hoy, a la luz del gran desastre ecológico mundial, se percibe como un modelo depredador.
Los sucesivos gobiernos de la primera mitad del siglo defendieron celosos los intereses de la trasnacional. El país entero creció y se modeló en torno de los intereses de la corporación estadunidense. En 1972, un general nacionalista, Osvaldo López Arellano, osó plantear el tema de la reforma agraria, que afectaba principalmente los intereses de la UF Co. Fue derrocado ipso facto y Honduras emprendió el camino de las dictaduras militares protegidas desde Washington. Cuando en la vecina Nicaragua triunfó la primera revolución moderna de la región, gobernaba el general Policarpo Paz, gran amigo de su homólogo nica Anastasio Somoza.
Irónicamente, fue entonces cuando precisamente Choluteca y El Paraíso, dos de las zonas hoy mas golpeadas por la crisis alimentaria, gozaron de una efímera y dudosa notoriedad. A raíz de la victoria del Frente Sandinista en Nicaragua, en 1979, miles de guardias somocistas huyeron derrotados a través de los pasos fronterizos del Guasaule y Somoto y se instalaron en esas dos provincias, esperando la hora de la revancha.
Estados Unidos no tardó en recoger las cenizas del otrora feroz ejército de la tiranía somocista para organizar, desde territorio hondureño, una de las guerras fratricidas más cruentas en la historia contemporánea de Latinoamérica. En contraste con los dos millones de dólares que la agencia USAID ha enviado en esta coyuntura de crisis alimentaria, a mediados de los años 80 el Congreso estadunidense llegó a aprobar hasta 100 millones de dólares para alimentar y abastecer con armamento moderno a un ejército de 15 mil nicaragüenses que desde territorio hondureño libraron una guerra contra la Nicaragua sandinista.
En El Paraíso fue levantada una base militar del Pentágono, la de Palmerola, que en 1985 llegó a albergar hasta siete mil soldados estadunidenses. Ese mismo año la fuerza aérea hondureña recibió una donación de 300 millones de dólares para renovar su flotilla de aviones y duplicar su número de efectivos, a pesar de que el intento de rebelión en Honduras nunca logró cuajar, más allá de un mínimo grupo, Fuerzas Armadas Revolucionarias "Lorenzo Zelaya".
La etapa postbélica hizo desaparecer de Honduras ésa, que dejó tras los pasos de los marines una epidemia de sida en el medio rural hondureño. Honduras entró a una etapa de "normalidad democrática", en la que se han sucedido una serie de presidentes "neoliberales", que gobiernan con esquemas de ajuste y privatización en un contexto de retraso social absoluto.
Nunca más volvieron al país esas donaciones masivas de dólares. Hoy, ni siquiera para salvar del hambre a los damnificados de esa historia.