SABADO Ť 6 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť Carlos Bonfil

Contra el enemigo

Ignoro si entre las recientes disposiciones de censura en Estados Unidos -proscribir, momentáneamente, en música, en cine, en teatro, todo lo que pueda vulnerar el espíritu patriótico después de los atentados terroristas- figura también el retirar de videocentros o salas de exhibición aquellas cintas con referencia directa, o indirecta, a los sucesos trágicos, lo cierto es que en México circula sin problemas una cinta hollywoodense que es casi una crónica detallada y perturbadoramente profética de los atentados.

La película se titula en inglés The siege (El sitio) y alude a un estado de excepción, a la ley marcial y al virtual estado de sitio que se decreta en Nueva York al multiplicarse los atentados árabes contra camiones y edificios públicos. Fue filmada en 1998, dirigida por Edward Zwick, y lleva en los estelares a Bruce Willis, Denzel Washington y Annette Bening. En México se distribuye con un título inesperadamente oportuno: Contra el enemigo.

Lo notable en esta rutinaria historia de héroes del FBI y villanos de Medio Oriente es la serie de advertencias y recomendaciones que los guionistas Lawrence Wright, Menno Meyjes y el propio Zwick dirigen al gobierno de Estados Unidos, haciéndolo de modo tan directo que incluso se utilizan imágenes de archivo del presidente Clinton. ¿Hasta qué punto -pregunta la cinta- los propios servicios de inteligencia estadunidenses han alimentado el horror que, al menos en esta historia, son incapaces de controlar? El Bin Laden de la cinta de hace tres años se llama Ahmed Bin Talal, es un jeque árabe, y su fisonomía no permite hablar de coincidencias, sino de una alusión deliberada y directa. Se evoca asimismo la vulnerabilidad de la ciudad de Nueva York y de sus edificios públicos, y se describe la estigmatización creciente de las minorías étnicas, de modo especial la musulmana. Está presente también un clima de recelo colectivo y la exacerbación del nacionalismo; la figura del chivo expiatorio y la impotencia de las organizaciones civiles para contener la embestida intolerante.

El general Devereaux (Bruce Willis) resume el ánimo del momento, la justificación del autoritarismo, ofreciendo a los musulmanes estadunidenses la única alternativa posible: ''Esta es la tierra de las oportunidades; les brindo, pues, la oportunidad de rendirse". Esta diplomacia ácida es por supuesto un simulacro. Con los terroristas, afirman los guionistas, no es posible negociar. La evolución de los acontecimientos, el recrudecimiento del terror, llega sin embargo a amenazar, desde el interior, los fundamentos mismos de la democracia. El terrorismo foráneo engendra un terrorismo de Estado, hasta el momento -digno de Frank Capra?- en que el oficial del FBI Anthony Hubbard (Denzel Washington) sale en defensa airada de los valores republicanos. Del tradicional choque entre héroes y terroristas, se transita así a un debate entre el autoritarismo que encarna Willis y el reflejo humanista de un actor negro de apellido emblemático.

Contra el enemigo, cinta disponible en video y DVD, trasciende su propósito esencialmente comercial y sus propias limitaciones estéticas, para plantear (de modo involuntario) otro debate que los acontecimientos recientes vuelven ya ineludible, a saber: hasta qué punto la percepción de una represalia violenta a la acción terrorista no es, en el ánimo de cierto público, más un reflejo condicionado por la industria del entretenimiento que el producto de una reflexión realmente madura.