DENSOS NUBARRONES SOBRE LA ECONOMIA
Los
datos económicos, desafortunadamente, se sobreponen y amontonan
a un ritmo impresionante. Una importante calificadora de valores estadunidense
sostiene que las empresas mexicanas exportadoras (todas ellas grandes grupos
economicofinancieros) pasarán por serias dificultades a corto y
mediano plazos como resultado de los atentados en Estados Unidos y de la
recesión acelerada en este país.
Otra añade que la calificación de la fortaleza
crediticia de las deudas y de los sistemas bancarios latinoamericanos ha
empeorado. A eso se agrega la previsión de la caída del producto
interno bruto mexicano en 1.39 por ciento en el tercer trimestre, respecto
del mismo periodo del año pasado, y la estimación del secretario
de Economía, Luis Ernesto Derbez, de que todavía se deberán
enfrentar entre seis y nueve meses más de "contingencia económica",
léase de recesión, y de caída de las ventas petroleras,
que son el principal ingreso del país. O sea que las perspectivas,
por lo menos para la primera mitad de 2002, son bastante negras.
Por su parte, el vicepresidente de la Cámara Nacional
de la Industria del Vestido informó sobre el cierre de tres mil
plantas del sector y el despido de 100 mil trabajadores del mismo ante
el embate combinado de la recesión y la competencia con los productos
asiáticos.
Pese a estos síntomas desalentadores, la reacción
oficial y de vastos sectores empresariales se caracteriza por la pasividad
y la absoluta despreocupación por el poder adquisitivo de las mayorías,
es decir, por el mercado interno, a diferencia de lo que sucede, por ejemplo,
en Estados Unidos, donde el Estado ha intervenido con vigor para reanimar
los procesos productivos, con inyecciones económicas, subvenciones
a sectores afectados y estímulos al consumo nacional.
Es significativa, al respecto, la propuesta del presidente
de la Concamin, Javier Prieto de la Fuente, según la cual una medida
para reanimar la economía sería condonar el impuesto sobre
la renta no pagado por los empresarios (deuda que, por lo tanto, deberían
pagar los contribuyentes) para que no reduzcan los aguinaldos de los trabajadores,
con lo cual convierte la apología del no pago en amenaza social.
Otro ejemplo se presenta en el campo oficial, donde el
subsecretario de Economía para la Pequeña y Media Industria
considera que los despidos son normales y no causan alarma porque los desempleados
tienen la "ventaja" de poder comprar baratos los alimentos, en virtud de
que la inflación se reduce, aunque no explica cuáles son
los bienes que comprarían los ciudadanos que no tienen ingresos.
Es deplorable que, en nombre de la ortodoxia económica
neoliberal, no se refuerce el papel del Estado en los sectores claves,
no se luche por preservar el ingreso y el mercado interno, no se defiendan
los precios de los bienes exportables, no se tomen medidas de ningún
tipo como exigen, en cambio, otras importantes voces de la empresa privada
mexicana.
Esperemos que el acuerdo político nacional que
habrá de firmarse mañana, contribuya a encontrar nuevos caminos
para una economía, la mexicana, cercada no sólo por la coyuntura
externa, sino por la necia ortodoxia que le niega el ejercicio de la imaginación
y la búsqueda de alternativas.
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