Néstor de Buen
El gorila
Eran los tiempos de Gustavo Díaz Ordaz. Sin duda, un hombre inteligente, dicen que con enorme sentido del humor. Solía contar un chiste a propósito de sí mismo. Cuando le decían que era un hombre de dos caras, sonriente contestaba que si tuviera otra, no usaría la de todos los días.
Eran los primeros años de gobierno. Se cerraba la época que su sucesor, Luis Echeverría, llamaría en su momento la etapa del desarrollismo, comprendida entre los años cuarenta en que empezó el desarrollo de una economía floreciente, gracias a que Estados Unidos se ocupaba de la guerra y duró hasta los primeros momentos del régimen de Echeverría.
Díaz Ordaz, además de inteligente, rencoroso, se dedicó en sus primeros momentos a deshacerse de sus tres principales colaboradores, suponiendo que se pueda ubicar en ese género nada menos que al rector de la UNAM, en ese momento el doctor Ignacio Chávez.
No recuerdo el orden, pero sí los personajes. El admirado, con tonos de crítica, Ernesto P. Uruchurtu, que había transformado nuestro Distrito Federal, fue objeto de una invasión, allá por el sur, obviamente preparada en su contra, que ocasionó su muy lamentable renuncia. Después fue Carlos A. Madrazo Becerra, presidente del PRI y ciertamente uno de los políticos más brillantes que ha tenido México. Finalmente, cuando el presidente Díaz Ordaz pensó que el rector Chávez era la fuerza oculta que dirigía el movimiento médico, comenzado con su antecesor Adolfo López Mateos, el presidente le organizó una rebelión estudiantil que en el año 1966 causó la renuncia dolorosa del doctor Chávez y de César Sepúlveda, el mejor director que ha tenido mi Facultad de Derecho. Díaz Ordaz había utilizado la fuerza del gorila, estudiantes, si es que se les puede llamar así, que en evidentes actos de corrupción le hicieron juego a su propósito de lograr la renuncia de Chávez. La violencia, que me resisto a llamar estudiantil aunque lo era en la forma, pasó por alto el mínimo respeto que merecía un hombre fundamental en México, para mí, sin duda, el más distinguido mexicano del siglo xx.
En 1968, la absurda represión policiaca contra los estudiantes que habían tenido un incidente en la plaza de la Ciudadela, fue la clave del nacimiento del Movimiento Estudiantil. Las reiteradas protestas contra la represión crearon en Díaz Ordaz y sus colaboradores inmediatos la idea de que no se podía poner en riesgo el principio del orden. Y según fueron evolucionando las cosas y muy próximo el 12 de octubre, fecha de inauguración de los Juegos Olímpicos, la represión fue creciendo hasta llegar al crimen colectivo, totalitarismo de Estado, del 2 de octubre.
Veía yo entonces con frecuencia a Carlos A. Madrazo B. Su despacho estaba en el cuarto piso del edificio que ocupaba nuestro bufete, Madrazo y De Buen SC (Carlos Madrazo Pintado como socio. Es, además de un estupendo abogado, bastante más joven que yo, pero no sonaba bien poner el nombre al despacho respetando las antigüedades).
Me era muy grato subir a charlar con don Carlos. Y él me decía que sacar al gorila a la calle para que le resuelva al dueño los problemas, tiene el grave riesgo de que, después, el gorila se da cuenta que quien da la cara y se la juega es él mismo y acaba: el 68 dixit, lanzándose contra el dueño.
El 2 de octubre fue el asesinato vil de la fuerza estudiantil que dos años antes -aunque no fueran los mismos protagonistas- había servido para derrocar al rector y al director de la Facultad de Derecho. Pero la soberbia de Díaz Ordaz no tuvo límites y no supo ni pudo adivinar que estaba generando una fuerza social que acabaría con él. No ocurrió materialmente la salida de Díaz Ordaz del poder, pero sí su entrada a la historia como el terrorista mayor de nuestro pasado siglo.
Don Carlos me hablaba también del otro gorila, el que resolvió el problema en Tlatelolco. Pero en ese caso sus predicciones no se cumplieron. El Ejército mantuvo una lealtad total gracias a que al frente de la Secretaría de la Defensa Nacional había un hombre cabal y no obstante los rencores que en el Ejército generó el famoso minuto de silencio de Morelia.
Hoy Bush está sacando el gorila a la calle. Como lo hizo antes la Unión Soviética. Terrorismo desde el poder. Las fuerzas que utilizó su país contra la invasión soviética en Afganistán: fracaso total que hoy alimenta las lealtades de Putin, hoy son sus enemigos. Y me temo que no es difícil que el mundo contemple ahora un nuevo 68, quizá 2001 o 2002. Y es que los gorilas acaban por enamorarse de su propia capacidad. Así es la historia.